jueves, 31 de enero de 2008

LA MAGIA DE LOS MERCADOS

El mundo de la comunicación periodística funciona, en buena medida, a golpe de campana. Lo saben bien los jefes de redacción de los medios, escritos y audiovisuales, que se ven abrumados por una agenda en la que, en bastantes ocasiones, ellos no han hecho más que anotar convocatorias. No trato, al decir esto, más que decir que es así y que la las iniciativas de lo que podríamos llamar “agentes de la actualidad” (políticos, empresarios, faranduleros, futbolistas, gurús de la ciencia y la cultura..etc) apenas dejan espacio a la ocurrencia o la libre curiosidad de los profesionales del periodismo.

Lo he vivido por activa y por pasiva, desde el papel de informador y director de diarios y desde el de comunicador empresarial. La presión de las agendas abona la cultura del conformismo y, como si del principio de Pavlov se tratara, hacen que los periodistas acudan en tropel a las citas informativas, en donde, al entrar, reciben una nota informativa de la que finalmente salen no pocas de las preguntas que se plantean a los protagonistas.

Siempre ha sido así, de la misma manera que he de decir que en el periodismo español existen grandes profesionales que pueden dirigir sus pasos hacia donde creen que deben hacerlo para escribir finalmente una gran crónica.

Por esta razón admiro a quienes hacen del ingenio una obligación y saben apartarse, incluso en las grandes citas de las agendas, de la mansedumbre y el conformismo oficialistas. Lo he comprobado en la lectura de las crónicas sobre la reciente reunión de Davos, esa cumbre en la que los poderosos se ponen delante del escaparate económico del mundo. He guardado varios recortes, uno con especial cariño, de un periodista con el que coincidí hace unos años en Barcelona. Me refiero a Walter Oppenheimer, corresponsal de “El País” en Londres, que viajó hasta una ciudad que es hoy más famosa por los postulados que en ella se sientan que por las pistas de esquí que la rodean.

George Soros, opulento por mérito y oportunidad y filántropo como consecuencia de lo anterior, explicaba- según Oppenheimer- que la actual crisis es el big-bang de 60 años de magia de los mercados, que el multimillonario prefiere llamar fundamentalismo, en el que la sofisticación de los productos que salían de forma continuada a los mercados desbordaron a quienes, desde las administraciones y las agencias de calificación de solvencia, habían sido hasta entonces capaces de calcular los riesgos, pero que decidieron echarse finalmente en los brazos de los modernos métodos de gestión.
Soros, con los bolsillos bien llenos, habló en Davos de dejación de responsabilidades. Muy duro.

De aquella crónica del enviado especial de “El País” no he podido resistirme a recoger las palabras del Vicepresidente de la Asamblea Popular de China, Cheng Siwei sobre la economía de su país “Hay cuatro etapas: primero exportamos bienes, luego manufacturas, luego capital y finalmente conocimiento” para luego pronunciar una frase que deslumbra por su sencillez y profundidad “Los chinos ahorran hoy el gasto de mañana y los americanos gastan hoy los ahorros del mañana”

Crónica completa:

http://www.elpais.com/articulo/economia/Crisis/recesion/cambio/cetro/elpepieco/20080127elpepieco_3/Tes

Lo de la reunión de Davos ha generado ríos de tinta, en crónicas y artículos, que no podían dejar escapar la oportunidad. El economista, profesor y articulista británico Timothy Garton, se preguntaba por qué el G-8 no se multiplica por 1,7 y se convierte en el G-14, para aplicar, en la práctica, la globalización de la economía.

No entiende el autor que este tipo de conciliábulos tengan sitio para Italia y no para China y apostaba por la presencia en el encuentro, como protagonistas, de países como –además de China- India, Brasil, México, Surafrica e Indonesia. “No tiene ningún sentido abordar un asunto como el cambio climático sin que estén en la mesa los dos mayores emisores de carbono”, decía el estudioso, que se mostraba sin embargo escéptico sobre si alguno de los ocho miembros del sanedrín del poder económico correrá su poltrona hacia un lado para dejar espacio a las de los nuevos.

Artículo completo de T. Garton:

http://www.elpais.com/articulo/panorama/Convertir/G-8/G-14/elpepusocdgm/20080127elpdmgpan_2/Tes

Pero en Davos se cocían, intramuros, cuestiones más peliagudas. Los Fondos Soberanos, esas ingentes cantidades de dinero líquido propiedad de los gobiernos de países ricos, un 2% se los activos que circulan por el mundo según The Economist, que son invertidos en empresas, principalmente bancos, de países que atraviesan momentos de crisis. En la cita suiza hubo quien acusó a esos inversores estatales, de ser poco transparentes, aunque la respuesta defensiva fue que resultaba ilógico pedir a países que acuden a tapar los agujeros de la coyuntura, o la mala gestión, más controles que a los fondos privados y los bancos de inversión.

Gordon Brown, Premier británico pedía que el Fondo Monetario Internacional supervise los grandes flujos financieros que se producen, cada día, en el mundo. Los controladores nacionales, explicaba el sucesor de Blair, no son suficientes y es necesario saber qué pasa con el dinero que se mueve vertiginosamente con la pulsación de una sola tecla. Para el británico, el FMI debería desarrollar un sistema de alerta temprana capaz de enfrentarse a las crisis. ¿Se refería a poner filtros a la globalización?

Hay miedo, temor o impotencia ante lo que excede a las soberanías de los estados y a la interrelación de todo con todo. Lo mismo da que hablemos de revoluciones igualitarias, delincuencia virtual o, como en este caso, a esas corrientes inversoras y desinversoras que se dan cada segundo en los mercados.

La posible candidata demócrata a la presidencia de los EE.UU. Hillay Clinton decía el pasado 15 de enero “Necesitamos tener mucho más control sobre lo que los fondos soberanos hacen y como lo hacen”. Sus palabras eran el renglón seguido de las inversiones para recapitalizar las pérdidas, entre otros, de City Group y Merry Linch, en crisis por la sobrevaloración de las tasaciones hipotecarias norteamericanas, que fueron la raíz de que los gobiernos de Singapur, Kuwait y Corea del Sur, inyectaran 21 billones de dólares.

“¿Salvarán los pobres la economía mundial?”, era el titular de una crónica periodística sobre esta suerte de reversión del curso natural del dinero, de Occidente hacia el Este antes y ahora crecientemente en sentido contrario. El periodista, Moisés Naim, trataba de encontrar, en el dinamismo interno de las economías emergentes y sus beneficios, el chaleco salvavidas para que Estados Unidos y todos los que recibimos sus estornudos, no acabemos hundidos en la temida recesión.

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Salvaran/pobres/economia/mundial/elpepiint/20080120elpepiint_8/Tes

Como soy de Humanidades, no puedo evitar que mi imaginación vuele y pensar en dos personajes de nuestra historia que vivieron en tiempos y lugares muy distintos, pero que guardan relación con todo lo que he escrito.

¿Se espantaría Marco Polo si le hubieran dicho en el siglo XIII, cuando iba y venía por la Ruta de la Seda, que aquellos mercaderes de Oriente convertirían sus tesoros en títulos de propiedad de los símbolos del poder económico de los países de Occidente?

¿Cabría en la cabeza de Thomas Edgard Lawrence, Lawrence de Arabia, tal vez el europeo que mejor entendió la complejidad de mundo árabe, que aquellas tribus que se repartían entre dunas, oasis y bosques de torres metálicas, acabarían siendo la salvación de los portaviones financieros de los Estados Unidos?

Javier Zuloaga