miércoles, 3 de octubre de 2018

¡INSENSATOS!



“Falta de buen juicio, prudencia y madurez antes de actuar”. Esto es lo que Google te dice  que es la insensatez, si bien la Real Academia Española concreta en “Necedad, falta de sentido o de razón”.

Esta mañana, al despertar, han venido a mi cabeza aquellas desesperadas llamadas al sentido común que mi madre nos hacía a mis hermanos y a mi cuando actuábamos de forma inconsciente y poco civilizada…si, recuerdo cómo lo hizo cuando mi hermano mayor y yo, con dos amigos - el hijo de un radiólogo de Bilbao y el de un farmacéutico- hicimos saltar en mil trozos los cristales de una casa que colindaba con nuestro jardín.

-¡Insensatos…sois unos insensatos!, nos decían nuestros padres antes de ir a ver a los vecinos espantados por nuestra insensatez, ¿salvajismo?, pedir mil disculpas y convenir cuando iría el cristalero para arreglarlo todo.

Si, fue así, pero teníamos entre diez y doce años y aquello no volvimos a hacerlo nunca más porque vimos claras las consecuencias de desastre.

Si, Ustedes intuyen bien, este recuerdo ha venido a mi cabeza cuando he pensado en lo que estamos viviendo aquí, en Cataluña, a donde llegué a vivir hace casi treinta años. Y lo he hecho al reflexionar que la insensatez, desde diferentes ópticas y con distintos niveles de responsabilidad –irresponsabilidad- es común en el reparto de este gran guión del denominado Proces, que ha sido escrito entre todos. Si, entre todos, porque nadie se salva.

Es insensato avanzar hacia delante dejando atrás tierra quemada. Hacerlo al aprobar leyes y proclamar independencias que pisotean las leyes propias, el Estatuto que exige dos tercios para cambiar una sola letra y una Constitución que en 1978 aunó los acuerdos de los herederos de las Cortes franquistas, socialistas, comunistas, nacionalistas catalanes y partidos de nuevo cuño. Ha sido una insensatez.

De la misma manera que a medida el problema crecía, según seguía rodando por el plano inclinado de la vida, quienes podían dar el alto al disparate –y así lo hicieron- pensaban que, sólo con el imperio de la ley, ya todo volvía al lugar de donde había partido. Fueron, han sido, unos insensatos al ignorar o no querer ver que todo lo que estaba extendiéndose  entre la sociedad catalana se llama malestar, frustración, ofensa, indignación… sí, de una parte importante de la población, lo suficiente, como para ir a las raíces del asunto. Con el cumplimiento de las leyes no bastaba, ni bastará, aunque han de cumplirse, faltaría más.

Son unos insensatos quienes  reducen  la solución del problema en la independencia de Cataluña, como si de su mano nos fueran a llegar  soluciones a los múltiples problemas ciudadanos. Si, como si fuera una panacea. Es una insensatez, tal vez calculada, no querer salirse del guión épico, de la provocación y manipulación mediática de emociones colectivas y de la irrupción en la vida ciudadana de la simbología cromática.

Y lo es también ignorar a quienes son  algo más numerosos aunque entre ellos conviven desde diferentes posturas y  matices. Es insensato, aunque soy benevolente al no aplicar otro calificativo, ningunear, despreciar…y tratar a esa gran parte de la sociedad como si no existiera o si su voluntad no contara.

Quienes vivimos aquí y nos sentimos ignorados, como quienes desde otros territorios españoles tampoco entienden que los políticos se ganen la vida lanzándose los trastos  a la cabeza -yo por lo menos así lo veo- creemos que solo desde la cordura, de la prudencia y del buen juicio, de la sensatez en suma, todo este embrollo catalán –y por extensión español- podría comenzar a solucionarse.

Sueño con un día en el que cuando me despierte y descargue mis diarios digitalizados, aparezcan relatos de comportamientos responsables y menos arengas a los radicales para que sigan presionando y , en sentido contrario, muestras de lealtad patriótica que, para ser ciertas, no necesitan evocar el 2 de mayo de 1808.

Sensatez y un poco de sosiego no nos irían nada mal.

Javier ZULOAGA