viernes, 21 de febrero de 2014

¿HAY ALGUIEN EN CASA?


Casi seguro que todos recordamos cuando hacíamos la pregunta de la línea de arriba, al llegar de la calle. Era, paredes adentro del lugar en el que vivíamos, algo parecido a lo de los cuarteles, “sin novedad, mi teniente” o en la escuela o el colegio cuando pasaban lista al comenzar la jornada  “servidor…presente”. Tal vez respondiera todo aquello a una necesidad casi refleja que los humanos tenemos de saber qué es lo que nos rodea, o si no nos rodea nada.

Hoy este saludo es un más una pieza de museo y puede que quienes quieran mantenerlo vivo se encuentren con que nadie responde porque sólo alcanza a escuchar lo que le llega de los auriculares que le conectan al gadget y, a través de éste - androidiphonetablet- a un mundo inmenso, inacabable, frente al cual las cosas más domésticas son una minucia.

Yo, de chaval, jugaba al frontón contra la pared trasera de una iglesia castellana y me dicen que esta forma de pasar el tiempo ha sobrevivido a las nuevas tecnologías, las TIC,S. No me lo acabo de creer y por ello pienso detenerme, cuando viaje, en algún pueblo del Duero al Cantábrico para ver si es así y se merece, por ello, un lugar en los libros que recogen las tradiciones en peligro de extinción.

La modernidad, o simplemente el paso del tiempo, nos ha puesto entre las manos, nunca mejor dicho, artilugios que han están cambiando implacablemente  aquellos hábitos, casi tradiciones en las que los protagonistas éramos nosotros, cara a cara, sin otros complementos que no fueran una taza de café en una terraza, una balón al que chutar o el paseo de los domingos para ver que la raza humana era cada vez más apetecible, la femenina o la masculina según quien fuera el paseante.

Echar la culpa a las tecnologías, a los nuevos inventos o a la Sociedad de la Información, sería sin embargo bastante injusto, porque no se le pueden poner puertas al campo. Aquí cada uno es libre de hacer las cosas como quiera, de tener un buen libro a mano para aumentar su cultura y conocimiento, de dedicar un par de horas para compartir una buena película, de dar un paseo con tu pareja o de hablar… si hay alguien en casa. Ahí está el problema, si hay alguien en casa.

Si se fijan cuando vayan a algún restaurante o se sienten en una terraza, verán que son bastantes los ciudadanos que tienen su android encima de la mesa, mirándolo o esperando a que suene esa melodía –últimamente hay señoras se ponen un silbido galante- que le dice que él, o ella, Pepe o Maripili, les acaban de decir algo.No saben aún si es importante o trascendental, pero es algo y sobre todo les ha llegado a través de esa APP (herramienta), que FaceBook acaba de comprar por 14.000 millones de euros.

Y lo leen..y levantan el entrecejo, o ponen cara de sorpresa, o fruncen el ceño…..y responden moviendo los dedos con una habilidad admirable y dan a “enviar” con un gesto adecuado al tono o malicia de lo que se ha escrito y que desde luego el destinatario se merece.

Que no se enfade nadie conmigo. Esta escena no es para todos, pero si para unos cuantos, creo que cada vez más, que cuando llegan a casa, meten la llave en el bombín, abren la puerta y preguntan “¿Hay alguien en casa?”. Y cuando su hermano, o su madre les dicen que sí, que ellos están y le preguntan qué hay de nuevo, o qué ha hecho esa tarde, responden que nada que merezca la pena. Eso sí,después vuelven a mirar a su gadget, porque ha vuelto a sonar y porque en el otro mundo si que ha pasado algo más interesante.

Javier ZULOAGA