jueves, 7 de mayo de 2015

LAS VERGÜENZAS EUROPEAS EN AFRICA


Han pasado ya algunos meses desde que tomé un café en Barcelona con la periodista Gemma Parellada , un buen referente para quienes estén realmente interesados en hurgar en la realidad africana. La conocí en una cena en mi casa, hace siete u ocho años, cuando acababa sus estudios de periodismo en la Universidad Ramón Llull. Cuando decía lo que pensaba  destilaba tanto ímpetu como curiosidad por sumergirse en ese inmenso mar de la actualidad africana, de la que los lectores nos enteramos únicamente cuando la tragedia de la que nos hablan es inmensa. Pinchen y lean aquí algunas de sus crónicas

Durante el café de hace poco tiempo, hablamos precisamente de eso, de la falta de rango que la actualidad africana tiene en los medios de comunicación, en los que Africa pasa a un segundo, tercer, cuarto plano con gran facilidad… o bien desaparece  como por ensalmo, como si en realidad lo ocurrido fuera una simple anécdota, para dejar paso a otros problemas más cercanos geográficamente, de mayor interés económico y menos incómodos, además, para la mala conciencia colectiva que los europeos llevamos agazapada.

 Animé a Gemma, como experta en cuestiones africanas que es, a que peregrinara por los medios hasta encontrar alguno que viera en unas páginas periódicas, ¿porque no semanales?, la oportunidad para dar a los lectores una visión actualizada y regular de un continente  del que apenas sabemos nada hasta que ha ocurrido algo espeluznante.

Nos despedimos, ella volvió a África y últimamente escribe desde Madagascar, desde donde –entre otros temas- ha ido cubriendo las matanzas radicales contra cristianos en Kenia. Yo seguí en mi despacho de Sant Cugat, mirando lo que pasa en el mundo a través de la ventana de los medios de comunicación y enriqueciéndolo con lecturas de buena narrativa sobre cosas que pasaron o pudieron ocurrir.

Hace siete u ocho años y tras conocer a esta corresponsal,  se despertó mi curiosidad por África. Leí y escribí sobre Ébano, de Kapucinski y descubrí lo que podía dar de si este blog para volcar mis reflexiones. Poco después, en diciembre de 2007, colgué  ¿Existe Africa? que ahora he desenterrado al ver el marasmo de inmigrantes que, dia a día, se ahogan o sobreviven frente a las islas de Italia.

¿Existe África?, me repito ahora y vuelvo a leer aquel artículo, del que sin querer evitarlo, copio y pego alguna de sus líneas, ya que al fin y al cabo las he escrito yo mismo. Recuerden que han pasado más de siete años:

“Con ocasión del Foro Social de Nairobi, celebrado en la capital de Kenia en enero pasado, salieron esas paradojas numéricas que despiertan –sólo temporalmente- las conciencias del mundo desarrollado. África tiene el 10,3% de la población mundial y sólo el 2,2% de la renta de toda la Tierra.

El diario La Vanguardia reproducía las declaraciones de Aminata Traeré, escritora y exministra en Mali “Arrebatar la riqueza a la gente –decía- y después fingir que le quieren ayudar. Nos roban por un lado, nos devuelven unas migajas y lo llaman cooperación”. La activista africana recordaba los planes que Toni Blair proclamó para solucionar los grandes problemas africanos al comenzar la cumbre del G-8 en 2005. En aquella ocasión, el grupo de los países más industrializados se comprometieron inicialmente a aportar 100 millardos de dólares en los siguientes diez años, cantidad que se redujo a la mitad al acabar el encuentro y se aplazó en cinco años –hasta 2010- el inicio de su pago.”

Cuando publiqué este artículo, las avalanchas migratorias  hacia Lampedusa ya existían, aunque eran bastante menores, por dos razones: porque en Libia existía un régimen –ahora no hay ninguno- que controlaba los movimientos y maltrataba las libertades de las personas y porque los flujos de terceros países, centroafricanos y de Oriente Medio, principalmente Siria, estaban todavía en el horizonte.

Kapucinski me llevó a Joseph Conrard y El corazón de las tinieblas, en una edición prologada por Mario Vargas Llosa, que años después navegaría sobre el mismo asunto del Congo en el El sueño del celta. Menos mal que la inquietud literaria nos ha situado en lo que allí pasó, para que la historia no lo entierre.

Y escribí: “el prólogo de Mario Vargas Llosa sitúa al lector en las monstruosidades de los belgas cuando hicieron del Congo una finca privada del Rey Leopoldo II “una indecencia humana” según el maestro peruano, que no duda en situar a aquel monarca en los niveles de inhumanidad de Stalin y Hitler, pese a que la vida oficial de su tiempo le catapultó y condecoró como gran benefactor de los negros, al tiempo que eran exterminados entre cinco y ocho millones de nativos. Cuando uno lee el prólogo de Vargas entiende las dificultades que Conrard hubo de sortear para que su libro viera la luz y que su lectura, a pelo, no sitúa el lector en la auténtica dimensión de una tragedia que aún no ha acabado en aquella antigua colonia, por el conjunto de sátrapas que la han gobernado desde su independencia.

No han pasado muchas semanas desde que el primer ministro italiano, Matteo Renzi, clamó en Bruselas, capital del país en el que reinó Leopoldo II, para que la Unión Europea arrimara el hombro para detener la marea humana que busca sobrevivir. Dicen que en las costas libias hay más de un millón de personas esperando.

No he leído que se hayan tomado grandes decisiones, además de reforzar la vigilancia costera italiana con unidades de otros países. Por ello vuelvo la vista atrás en este blog y encuentro dos buenos párrafos  de  entrevista publicada en El País con el Premio Nobel de Literatura 1986, el nigeriano Wole Soyinka.

"La historia de África fue perturbada por los cazadores de esclavos, tanto árabes como europeos, que destruyeron cuanto había. Luego vinieron los imperios extranjeros a explotar nuestras riquezas y, cuando se fueron, se sucedieron los conflictos que provocaron para seguir conservando su dominio".

"Por cada cayuco que llega a Europa con 100 africanos que arriesgan su vida por buscar una vida mejor, debería salir otra embarcación en sentido contrario que llevara europeos emprendedores a África. No tienen que mandarnos a sus criminales, sino a aventureros que busquen nuevas oportunidades. Les aseguro que si se instalan en Lagos, ya no querrán salir de allí".

Pues eso.


Javier ZULOAGA