sábado, 29 de julio de 2017

CATALUÑA: VIVIR EN LA ÉPICA



“A falta de fundamentos políticos serios, quieren emular a Lluís Companys cuando proclamó el estado catalán en 1934 y apalancarse de esa manera  en la épica de la historia nacionalista. Sólo así se entiende lo que está pasando”

La frase es de un buen amigo que se devana los sesos pensando si lo que está ocurriendo aquí, en Cataluña, tiene vuelta atrás, lo cual es bastante improbable por mucho que diga lo contrario mi lendakari, Iñigo Urkullu, en sus últimas apariciones

Durante nuestra educación infantil y adolescente, las personas corrientes nos hemos detenido al descubrir momentos de gloria, de arrojo personal, de heroicidad y por todo ello de gran trascendencia histórica…aunque esto último  dependía siempre del trasluz  que filtraba  la óptica de quienes nos contaban la historia. Así fue posible que al llegar a la madurez descubriéramos que no todos los héroes lo eran, ni tampoco los villanos.

Hoy, en Cataluña, vivimos un capítulo de nuestra historia que será reflejado en el futuro con mayor o menor acierto, todo dependerá del color del cristal a través del que se recuerde lo que pasó en 2017, pero que ya tiene, según pienso yo también, todos los rasgos de esa épica.

Sí, la épica que levanta entusiasmos si quienes los dirigen son duchos en el oficio de las emociones, que también provoca angustias sordas y temores  y que puede acabar finalmente dividiendo a la sociedad de forma traumática.

Y la épica encuentra en esta ocasión sus raíces, como casi siempre ocurre, en un hito próximo que está en la memoria colectiva y que debidamente acompañado por   otros de menor rango, o menos conocidos, acaban formando la base y el sustento del nuevo sueño que se quiere alcanzar.

Cuando sigo de cerca, con temor  y mucha preocupación, lo que está pasando en Cataluña, no puedo evitar caer en la ficción, tal vez porque soy novelista  y también porque el relato de lo que está pasando tiene tintes electrizantes para unos –que son muchos- acongojantes para otros –que no son menos- y el complemento de la sobrexcitación permanente.

¿Acabarán–o tal vez buscan- ser el revival de Lluís Companys?, me pregunto yo también cuando recuerdo al expresident de la Generalitat cuando el Gobierno de la República ordenó su cese en 1934, tras la proclamación del Estado Catalán. Hechos consumados frustrados pero históricos al fin y al cabo.

Es sólo una elucubración posibilista, pero encaja mirando lo que ocurre desde cierta distancia, lo cual no es desde luego fácil.

Les recomiendo un libro, “Barcelona, mil años de historia” (Península) del profesor de historia en la Universidad de Londres, Felipe Fernández Armesto. Sí, es hijo del inolvidable Augusto Assía, corresponsal de “La Vanguardia” en Londres durante largo tiempo.

El autor lleva al lector a la evidencia de que las relaciones de Barcelona –y por extensión de Cataluña- con las coronas de Aragón y Castilla y posteriormente con España, nunca fueron fáciles. Era la rivalidad misma de una ciudad pujante económicamente –y muy inquieta- contra el poder centrípeto, el mismo que  destila Eduardo de Mendoza en “La Ciudad de los Prodigios” cuando novela acerca de  la Exposición Universal de Barcelona de 1929.

Si, Madrid-Barcelona, o Barcelona-Madrid, siempre han estado ahí, mirándose con recelo y preguntá es hoy un capital políntistas. ales o, las fronteras econoria de las diferencias...olt hasta que el Gobierno dela Rep traumllo ndose cuál será la próxima jugada. Y esto no es bueno ni malo, es simplemente así, como lo han sido las rivalidades de las principales urbes del mundo con sus capitales políticas-

De eso no se muere nadie, o tal vez sea mejor decir que de eso no debería morir nadie y es simplemente un suma y sigue de la historia de las diferencias…Si, me digo, pero el mundo ha cambiado, las fronteras económicas se están evaporando y los países modernos se mancomunan –no todos- para afrontar los principales problemas que tenemos delante.

¿Cómo ha sido posible entonces –me pregunto- que todo haya ido tan mal?

Estos días vemos las imágenes de los JJ.OO. 1992 de Barcelona y aparecen ya las primeras muestras del independentismo catalán. “Freedom for Catalonia” en San Martín de Empurias, dio la vuelta al mundo de forma aparentemente minúscula, pero sutilmente elocuente. Allí estaban los cachorros del independentismo catalán mientras el nacionalismo convergente cumplía formalmente con el protocolo olímpico.

El independentismo catalán latía y lo siguió haciendo consciente de sus limitaciones hasta que le pusieron a su alcance la invocación al honor y el recurso a la épica. Sí, en 2006, con el nuevo estatuto de autonomía aprobado y recurrido y una sentencia del TC que los más radicales no acabarán de agradecer. “Cataluña es la única comunidad autónoma que no se autogobierna con un estatuto propio”, ha dicho un barón socialista recientemente.

Cuatro años de espera a una sentencia que, al margen de la letra de las leyes, levantaba ampollas en quienes habían votado a favor del nuevo marco en el referéndum y siete años de desatinos e incapacidades de la clase política y no pocos oportunismos. Pongan ustedes estos tres términos en el orden que quieran, pero con todos ellos algunos han alcanzado la épica buscada y otros nos echamos las manos a la cabeza


Javier ZULOAGA