lunes, 22 de octubre de 2012

MARSÉ, RIDRUEJO Y CATALUÑA


No hay un auténtico debate público sobre la cuestión. Para que exista un verdadero debate público, el sufrido ciudadano debería recibir, además de los consabidos recortes y hostias de cada día con sus buenas pócimas de soflamas, delirios patrioteros y mentiras, debería recibir, digo, información veraz, útil y esclarecedora sobre cuál va a ser el encaje social, político y cultural de esa Catalunya independiente y soberana con el resto de España y con Europa. Habría que dialogar acerca de las consecuencias de ese desgarro, porque desgarro lo habría, pero yo no he oído a ningún líder político una solo idea a tener en cuenta sobre este asunto. Ni de un bando ni de otro. Hablan de dinero y de sentimientos: "Sentiments i centimets", podría titularse el discurso hipócrita de uno de ellos, y el del otro: "Hay que españolizar al Barça", por ejemplo. A mí me da lo mismo que los ineptos que nos gobiernan y que están llevando a tanta gente a la miseria y la desesperación tengan a bien otorgarme la identidad española o la catalana (y que se hagan la picha un lío con mi identidad cultural también me importa una higa), ninguna de las dos cosas me llena de entusiasmo y mucho menos de fervor patriótico. En cualquier caso, la patria que me proponen es un artefacto sentimental que no me gusta, y la gran Catalunya que nos prepara el señor Mas y sus habituales aplaudidores-muñidores tampoco me gusta. En vista de la falta de diálogo y la penuria de ideas exhibida por ambos Parlamentos, el de aquí y el de más allá del Ebro, permítanme exponer mi propia teoría acerca de asunto tan peliagudo. Nada de españolizar a los niños catalanes, ni de catalanizar a los niños españoles (bueno, esta última burrada no la ha dicho nadie todavía, pero esperen un poco y verán) Lo que hay que hacer es baturrizar España entera. !La baturrización total y absoluta de todos los españoles, gobernantes y gobernados, sería la solución definitiva al maldito problema identitario! !Baturricémonos todos y caminemos juntos y sin temor por la vía constitucional! ¡Y el ministro Wert el primero!


Así se despachaba ayer Juan Marsé en su respuesta a la gran encuesta que, desde hace dos semanas, viene ofreciendo "La Vanguardia" para conocer las reflexiones de personajes del mundo de la cultura sobre el momento soberanista que estamos viviendo. El autor de Últimas tardes con Teresa, fiel a su carácter, responde siguiendo la línea recta, sin dobleces, llamando a las cosas sobre las que piensa por su nombre, pidiendo –exigiendo- palabras claras y algo de diálogo sobre posibles desgarros, con menos penurias y menos artefactos sentimentales.

El padre de Pijoaparte,  pega un portazo intelectual en los morros de "el asunto", alejándose de los patriotas, los de uno y otro lado y haciendo mofa con una corrosiva propuesta, aunque, eso si, por la vía constitucional.

Al acabar de leer, pensé que los escritores, sean de ficción o no, lo tienen más fácil para  avanzar por los caminos de la reflexión cuando crean un personaje, hilan un argumento o sitúan el escenario de un nuevo libro. Las ideas, los pensamientos sobre los asuntos que más interesan, nacen con mayor facilidad cuando lo que se está haciendo es entrar en los detalles más profundos de una historia, de unos personajes o en una atmósfera que quieres que tus lectores puedan imaginar si hacer apenas esfuerzo.

A mi me ha ocurrido en las historias que he publicado y seguramente este blog es la resaca de la inquietud crónica que, como novelista, se ha ido apalancando en mi cabeza.

Ayer tomé de mi librería uno de mis libros más apreciados, de esos que no se prestan: Casi unas memorias, de Dionisio Ridruejo, poeta, fundador de la Falange, posiblemente uno de los intelectuales con mayor capacidad autocrítica que ha tenido España y por ello perseguido, confinado y encarcelado por el Régimen de Franco.

Compré este volumen por sugerencia de mis editores de El Aleph, (Edicions 62), que me  dirigieron por el buen camino para ambientar en mi última novela, Librería Libertad, cómo era la Barcelona  posterior a la entrada de las tropas nacionales. Entre quienes acompañaban a Yagüe iba el propio Ridruejo, del que este año celebramos el centenario de su nacimiento en el soriano Burgo de Osma,

Recordaba que había subrayado un párrafo potente, un tanto profético. Dice lo siguiente:

“Mis dos preocupaciones centrales en aquellas horas, eran que los catalanes no se sintieran invadidos ni discriminados en tanto que catalanes, ni los obreros de Barcelona sumergidos y desarmados en tanto que sindicalistas. Me parecía a mi entonces (y de entonces estoy hablando), que Cataluña podía soportar muy bien la revocación del Estatuto de autonomía, pero no la interdicción o el despojo de pertenencias fundamentales como la lengua o el estilo de vida.”

Aquel falangista derivado a socialdemócrata que murió pocos meses antes que Franco, le acababan de frenar, ¡inocente!, su iniciativa de mantener el catalán como lengua para comunicar a los vencedores con una población de raíces republicanas y con un alto sentido de pertenencia.

Si leen la autobiografía de Ridruejo (Editorial Península), encontrarán también ricas reflexiones de este gran pensador español sobre una Cataluña que acabó haciendo suya al tiempo que iniciaba su guerra imposible para cambiar al Régimen desde dentro del mismo Régimen.

1939-2012, setenta y tres años . Mucho tiempo. Seguro que en algún momento, en muchos, muchísimos, aquellas inquietudes de Ridruejo, pudieron  ser tomadas por quienes, desde un lado y desde el otro, desde España y desde Cataluña, podían haber sembrado una cosecha mejor que la que ahora estamos recogiendo.

La verdad es que entiendo perfectamente el cabreo de Marsé.