viernes, 28 de diciembre de 2007

ESPEJISMOS POLITICOS

A mi me parece bastante aceptable decir que el mundo de la política vive bastantes veces lejano de la vida real y que, por ello, en los meses o semanas preelectorales esa lejanía se convierte en algo parecido a un espejismo. Es cuando la imaginación portentosa de quienes quieren llegar al poder decide romper barreras y cabalga desbocada.

Pero parece que todo esto del surrealismo de los hombres públicos es cosa vieja y ya sabida. De hecho, buscando en Internet, he encontrado que se adjudica a Santiago Carrillo lo que mi padre me contó, en más de una ocasión, refiriéndose a un candidato de la CEDA a las elecciones de 1936, las últimas de la II República española.

Cuentan que, uno u otro, que más da, agotaban su gira por los pueblos rascando votos, más o menos como ahora hacen los candidatos pactando veinte segundos en los últimos telediarios de la campaña y repitiendo la misma frase una y otra vez - aunque los asistentes al mitin lleguen a pensar que su líder comienza a padecer repetición senil- para que los millones de telespectadores reciban ese y no otro mensaje.

Dicen que el de la CEDA, o Santiago Carrillo, prometieron en un pueblo de Castilla, en el éxtasis de su arenga, la construcción de un puente y que, tras unos segundos de silencio, un paisano preguntó ¿Para qué queremos un puente si no tenemos un río?, a lo que el orador, sin dudarlo, sentenció ¡Pues también os traeremos un río!.

El tiempo ha pasado y las herramientas de la propaganda son distintas, pero pienso que el trasfondo del espejismo político sigue siendo sustancialmente el mismo. He llegado a esta conclusión con ocasión de tener que estudiar algo de Derecho, en un master que estoy cursando en la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), sobre la Sociedad de la Información. Hace pocos días acabé mi trabajo sobre la Ley 11/2007 de Acceso Electrónico de los Ciudadanos a los Servicios Públicos

De acuerdo con los legisladores, en este caso Gobierno y Oposición estuvieron de acuerdo en el texto final aprobado el pasado mes de junio, esta ley no obliga al ciudadano, sino al Estado, a las Comunidades Autónomas y a las Administraciones Locales. Es decir, que la nueva norma no se basa, como bastantes otras, en obligaciones de los individuos, sino en sus derechos, entre los que se incluye el de usar, o no, los servicios públicos electrónicos. Auténticamente innovador, ya que hablamos de una ley de compromisos públicos según la cual, a partir del 31 de diciembre 2009, los ciudadanos podrían comenzar a pedir que se les atendiera telemáticamente.

No hay maldad en el uso del condicional anterior ni en lo que voy a escribir, pero al seguir leyendo el texto del BOE he visto que para tan noble objetivo la ley guarda prudentemente las espaldas administrativas al decir que el Consejo de Ministros deberá aprobar un calendario de “adaptación gradual” y que, en el caso de las administraciones autonómicas y locales, se hace la salvedad de condicionar el arranque a que exista disponibilidad presupuestaria, lo que en principio aleja el proyecto de los concejos con menor poder recaudatorio, los de la España más pobre.

Recurro al buscador virtual y comparo los triunfalismos del ministro Jordi Sevilla de hace seis meses con la letra del Diario Oficial y no puedo evitar pensar que todo esto, cargado hoy de buenas intenciones, no rebasa de momento la línea del espejismo con que en tantas ocasiones los hombres públicos intentan dibujarnos su horizonte político. Da igual de lo que se trate, el mandatario, cuando quiere serlo y lo llega a ser, puede caer en el alejamiento de la realidad en su discurso y empezar a desdibujar las cosas para que dejen de parecer lo que realmente son.

“El Mundo” publicaba ayer jueves una entrevista con un Sarkozy rendido a los encantos femeninos casi adolescentes a orillas del Nilo, en la que afirmaba que la clave de su victoria electoral se había debido a que los franceses agradecieron que les hubiera hablado en el lenguaje de la verdad.

Pero no nos deslumbremos con tanto éxito y volvamos de nuevo al espejismo. Existe una Ley. Ya es algo más que un proyecto o un anuncio electrizante como aquel de nuestra Ministra de Fomento de que tendremos la mejor red de trenes rápidos del mundo, pronunciado días antes de que comenzaran a funcionar, sin pruebas previas y con fallos vergonzosos, dos nuevas líneas del Ave de las discordias hispanas.

A partir de diciembre de 2009 arrancará, esperemos que con pruebas previas, una administración on line. Y los que no quieran rendirse a las tecnologías, podrán seguir tomando su número, como en la pescadería, y esperar a que les atienda alguien que, entonces si, sentirá en su cuello el aliento de la competencia de las máquinas millonarias en bytes y con 20 megas de banda ancha y se prodigará, a lo mejor, en amabilidades, tal vez lo único que la pantalla será incapaz de hacer.

Internet, teléfono móvil, TDT, o bis a bis, sin número de copias de instancias, ya que el texto legal dice que el ciudadano podrá invocar en el Ministerio de Sanidad que la partida de nacimiento que le piden ya la entregó –y está digitalizada- en el Ministerio de Interior.

Tras leer el texto de la nueva ley, accedí al de la recomendación que la Comisión Europea ha hecho, sobre la extensión de la administración electrónica, al Consejo de Europa, al Parlamento Europeo, al Comité Económico y Social y al Comité de las Regiones de la UE, para que no se entienda erróneamente que de lo que no se trata es de hacer lo mismo que ahora, pero a través de las nuevas tecnologías, sino que se ha de combinar con drásticos cambios organizativos.

Aquí está el trasfondo de este espejismo. Si seremos capaces de formar y transformar a la inmensa familia funcionarial y hacerla cambiar hacia nuevos hábitos que hasta ahora –y salvo excepciones - han parecido casi exclusivos del sector privado. La ley establece, además, que las administraciones deberán cooperar mediante la interconexión de sus sistemas de información, lo que convierte el objetivo en algo todavía más retador y difícil, aunque no imposible.

Nace la sede electrónica y por ello una página web será jurídicamente lo mismo que una oficina física. Se extiende el uso del e-DNI, sin duda una oportunidad de gran valor ya que todos los ciudadanos, en renovaciones y solicitudes, tendrán un contacto directo con la Administración, que podrá sacar provecho de ese contacto personal para convertirlo en una vía de información y convencimiento al ciudadano acerca de las oportunidades que los nuevos servicios le brindan.

Y para que esos derechos de nuevo cuño sean cumplidos, nace también la figura del Defensor del Usuario de la Administración Electrónica y se da elección al software que cada individuo quiera, ya sea de marca o del llamado libre.

Me hago dos preguntas, ya que este texto, al haber sido aprobado por PSOE Y PP, obliga por igual a los dos principales partidos y uno de los dos habrá de gobernar tras el 9 de marzo.

¿Será necesario crear en la Administración una red de mandos profesionalizada en la gestión moderna de las cosas?

¿Se imaginan –dada la tendencia hispana a la escandalera- las reacciones ante unos primeros años con un alto grado de incidencias y anomalías?. Los del Ave será un recuerdo lejano e intrascendente.

Para acabar. Mi desencanto personal ante los triunfalismos oficiales ha aumentado cuando ayer, a rebufo del anuncio en la televisión pública de que los españoles ya podíamos pedir el DNI electrónico, he acudido a la oficina principal de la Policía para estas cuestiones, en la calle Balmes de Barcelona, para renovar el mío. Tras esperar mi turno no demasiado tiempo - estamos en Navidad- el funcionario me ha dicho que no, que en principio los primeros DNI electrónicos comenzarán a emitirse en Barcelona a partir de febrero, sin saberme decir que significa más en concreto “a partir”.

Feliz año nuevo

Javier Zuloaga

jueves, 20 de diciembre de 2007

EL SHOW DE TRUMAN

Cuando, poco antes de las noticias del mediodía, conecto el televisor y miro a la pantalla para tratar de saber de qué va el asunto que se emite en ese momento, me asalta una sensación extraña. En las últimas ocasiones en que he llegado a este punto de desconcierto, he acabado recordando aquella película magistral en la que Jim Carrey interpreta El Show de Truman.

Truman Burbank , actor de un gran reality show televisivo que lleva su nombre, vive en una ciudad artificial Seaheaven (Paraiso del Mar). Él no es consciente de que es protagonista principal de una historia creada para entretenimiento de millones de personas que le observan desde el exterior. Todo está envuelto en marketing publicitario por la audiencia que su vida privada provoca entre los espectadores y todos, menos él, incluso los artistas figurantes que le acompañan en el reparto, saben que nada de lo que ven es real.


Pero Truman comienza a sospechar y decide escapar de los ojos de las cámaras y se lanza a navegar en un mar que no es tal, pero en el que los productores del Show deciden desatar una gran tormenta para evitar que el protagonista se salga de su vida, que ya tiene un guión escrito.

Aquella película obtuvo tres nominaciones a los Oscars en 1998 y fue un precedente digno de los indignos Grandes Hermanos de las televisiones europeas, ejemplos casi insuperables de telebasura, pero todos ellos de gran rentabilidad comercial, tanto, que han acabado consolidándose en las parrillas de audiencias, como algunos otros modelos de estilo parecido.


Esa pasarela de personajes hispanos sin oficio ni beneficio, por ejemplo, tras los que los cámaras de los canales del televisión corren alocadamente cuando salen de la peluquería o del fitness -¿Quién fue el soplón que dijo que el hijo de la Pantoja estaba allí poniendo a punto sus músculos o Belén Esteban tapándose sus primeras canas?. Para que toda aquella escenificación parezca cierta, aceleran el paso ante los objetivos y quede así claro de que ni ellos, ni sus intermediarios, tienen nada que ver con aquella coincidencia callejera.


Para hacer una relación de quienes son los primeros en este ranking de vulgaridad de famosos, he tenido que acudir al Google, porque mi peluquero, poco dado al chafardeo superficial, sólo tiene revistas que se refieren a la sostenibilidad, además de “La Vanguardia” y el “Avui”. En la pantalla han aparecido Antonio David, Alessandro Lecquio, Ricardo Bofill, Rociíto, Yolanda Berrocal, Chabeli, Mar Flores, la Mazagatos y Feliciano López (es el novio reconciliado de la modelo Maria José Suarez, a la que tengo el gusto de haber conocido virtualmente hace un momento). Son algunos de los nombres que han ido apareciendo en mi pantalla buscando entre las publicaciones más populares y que me han permitido saber también que los que fotografiaron a Buenafuente con el trasero al aire deberán pagar 100.000 euros, o que una revista se ha permitido crear una sección llamada ”Marichaladas” para torturar más todavía al Duque de Lugo y regocijar a quienes no saben vivir sin saber que hacen toda esta retahíla de insustanciales personajes del papel rosa.


Es algo parecido a lo del Show de Truman pero sin guión, ni imaginación, con tipejos y tipejas que no saben que han hecho en la vida además de ser hijo de un notable arquitecto, de una reconocida tonadillera o haberse pegado unos cuantos revolcones con una modelo que no sonríe demasiado, no vaya a ser que el botox le haga una mala jugada.


Es una de las otras historias, las que nos alejan aún más de los temas importantes, una burbuja que nos atrapa en la peluquería y en esos diez minutos que preceden al informativo del mediodía, en el que los locutores no andan a la zaga en altura personal y hablan de forma rara, gangosa, como si tuvieran las fosas nasales plenas de mocos y relataran sus historias sin respetar la lógica fonética que se deriva de una lectura correcta de un texto con buena sintaxis.


Creo, sinceramente, que debería existir la posibilidad de darle cambios al diccionario de la lengua y adjudicar a todo este circo de apariencias y oquedad de ideas y pensamientos, el uso exclusivo de la palabra “hortera”. Creo que lo son mucho más que los que visten estridentemente contraviniendo las normas del buen gusto o circulan por las calles en coches con altavoces más grandes que sus ruedas y que, como decía aquella canción de Mocedades, tienen dos escapes y más luces que un belén.

Escribo todo esto porque pienso que es lo único que podemos hacer frente a un fenómeno imparable, que llena bolsillos editoriales y seguramente los de los propios protagonistas, porque, si no, la cosa no marcha y se rompe el círculo virtuoso del negocio de la fama de artificio.

Ahora se estarán muñendo los contenidos de lo que esas revistas de tiradas millonarias publicarán dentro de una semana, se estarán concertando las coincidencias con las cámaras de los “paparazzi” y preparando los maquillajes para que la foto sea impecable. Todos, hasta el nuevo novio de Sara Montiel, deben estar en el ajo del correveydile periodístico navideño.

A todo ello, añadan ustedes esas impudorosas exhibiciónes de historias personales de problemas de pareja, que nunca debieran salir de la privacidad de sus protagonistas y cercanías sociales y que desembocan, en ocasiones, en homicidios que finalmente alimentan, como no, a quienes comenzaron a contar la historia.

Lo encontraremos todo en los quioscos, junto a las revistas de viajes, de decoración y de montañas de periódicos que regalan películas y libros de las grandes plumas de la literatura universal, que acaban olvidados en cualquier esquina, porque ese tipo de cosas, tan serias, la gente –siempre hay excepciones aunque son las menos- no las quieren ni regaladas.

Feliz Navidad



Javier Zuloaga

sábado, 15 de diciembre de 2007

¿EXISTE AFRICA?

"La historia de África fue perturbada por los cazadores de esclavos, tanto árabes como europeos, que destruyeron cuanto había. Luego vinieron los imperios extranjeros a explotar nuestras riquezas y, cuando se fueron, se sucedieron los conflictos que provocaron para seguir conservando su dominio".

"Por cada cayuco que llega a Europa con 100 africanos que arriesgan su vida por buscar una vida mejor, debería salir otra embarcación en sentido contrario que llevara europeos emprendedores a África. No tienen que mandarnos a sus criminales, sino a aventureros que busquen nuevas oportunidades. Les aseguro que si se instalan en Lagos, ya no querrán salir de allí".

Las dos frases pertenecen a una entrevista publicada en El País con el Premio Nobel de Literatura 1986, el nigeriano Wole Soyinka, autor de teatro que ha vivido como alma errante en su Lagos natal , Estados Unidos e Inglaterra. Soyinka volvió a su país en plena guerra civil y acabó en la cárcel. Hace pocas semanas estuvo en España y ofreció esa lectura de Africa que muy pocos se atreven a hacer.

http://www.elpais.com/articulo/cultura/Soyinka/Enviemos/cayucos/Africa/europeos/emprendedores/elpepicul/20070930elpepicul_8/Tes

Hay una observación de este Nobel africano que hace pensar: “La situación de las mujeres es distinta en el norte que en el sur. La cultura de las viudas de Kenia es diferente que en otros países. En Liberia han elegido a una presidenta y hay zonas donde las mujeres tienen que seguir cubriéndose con un velo.”

Este es el continente africano visto por alguien que tiene autoridad, origen y reconocimiento internacional. Es de allí y no tiene que esforzarse demasiado para describir la miseria de la que pocos países de ese continente se salvan. Su propio esfuerzo personal le aupó a la cumbre de la literatura desde un lugar en el que narrativa, el teatro o la poesía son cosas sin importancia general, o casi exóticas, para la gente corriente. Todo un contraste en un continente en el que el exotismo es precisamente el foco de atracción de millones de visitantes europeos que nunca llegan a conocer la realidad que se esconde tras las imágenes fotográficas que toman cuando viajan de la mano de las grandes agencias de viajes que retornan a Occidente buenos beneficios de los espejismos de lo primitivo y lo salvaje.

Hablamos de un continente en el que también los españoles, tuvimos algo que ver, aunque menos incluso que los norteamericanos que, aún adolescentes como país emancipado, tuvieron ya la visión económica, tal vez mejor llamarlo audacia, de poner un pie en el país del que procedían sus esclavos y enviar a uno de ellos, Lott Carry - una vez reciclado- a una Liberia, “Tierra de Libertades”, para que aplicara sobre los nativos que allí seguían, las mismas distancias y crueldades que ellos padecieron en las plantaciones de Alabama.

Hace apenas una semana que, tras ocho años de diferencias aún insalvables entre el Reino Unido y Zimbabwe (Rodesia), se celebró una “cumbre” euroafricana en Lisboa (27 países europeos y 53 africanos) en la que se dilucidaba, finalmente, la asunción, por parte de África, de una propuesta europea liberalizadora de sus relaciones comerciales con el Continente Negro.
Los países africanos asistentes, entre los que tristemente han destacado, por su desmedido protagonismo mediático, los líderes más déspotas y tiranos, han dicho que no, que no quieren bajar sus barreras y que tienen alternativas de intercambio, las chinas, sin tantas condiciones ni preámbulos.

La cumbre, si así se la pudiera llamar, acabó con la espadas en alto y con el anuncio de que la UE negociará unilateralmente con cada protagonista, es decir, con mayor presión europea y mayor debilidad africana. Incluso alguno de los jefes de estado asistentes, Gadafi, ya ha puesto el listón de los 1.000 millones de euros para poner orden en sus pateras hacia Malta e Italia.
Africa ha comenzado a sacar las uñas. Esa es la impresión que se deduce de las crónicas de los enviados especiales y corresponsales y como buen ejemplo valga la descripción que el presidente de Senegal hacía al decir que por el precio de un coche europeo se consiguen dos chinos, que los de Pekín ya compran un tercio de su petróleo en África y –esto ya es más grave- que cuando Europa anuncia que está dispuesta a construir cinco kilómetros de carretera, “Nos pasamos un año hablando, otro estudiándolo, otro viendo cómo pagarlo…y cuando se lo pedimos a los chinos está hecho en dos o tres días”.

Frente a esas denuncias no faltaron voces de la UE, con cierto aire amenazante, que apuntaban a que, en el caso de que los países africanos no acepten el proceso liberalizador propuesto (EPA), las fronteras arancelarias europeas le costarán a Costa de Marfil –por poner un ejemplo cruel- un país pobre entre los pobres, más de 700 millones de euros en aranceles para poder vender en la Unión Europea.

Lo de Lisboa son números, euros, dólares de difícil digestión para esos países africanos que no tienen con que comprar bienestar o armas para mantener su estatus. Lo de Mugabe en Zimbabwe y Omar al Baschir en Sudan, el genocida de Darfur, son perlas cultivadas sobre los derechos humanos que malesconden el drama de mayor calado de un continente que aunque crece en su PIB entre el 5 y el 6% cada año, ve como el descontrol demográfico se come ese incremento y dispara sus diferencias de bienestar respecto a otros parajes del mundo.

Con ocasión del Foro Social de Nairobi, celebrado en la capital de Kenia en enero pasado, salieron esas paradojas numéricas que despiertan –sólo temporalmente- las conciencias del mundo desarrollado. África tiene el 10,3% de la población mundial y sólo el 2,2% de la renta de toda la Tierra.

El diario La Vanguardia reproducía las declaraciones de Aminata Traeré, escritora y exministra en Mali “Arrebatar la riqueza a la gente –decía- y después fingir que le quieren ayudar. Nos roban por un lado, nos devuelven unas migajas y lo llaman cooperación”. La activista africana recordaba los planes que Toni Blair proclamó para solucionar los grandes problemas africanos al comenzar la cumbre del G-8 en 2005. En aquella ocasión, el grupo de los países más industrializados se comprometieron inicialmente a aportar 100 millardos de dólares en los siguientes diez años, cantidad que se redujo a la mitad al acabar el encuentro y se aplazó en cinco años –hasta 2010- el inicio de su pago.

El economista norteamericano y profesor en Harvard, Jeffrey Sachs, autor de El fin de la Pobreza, (*) explica que un tercio de la ayuda que su país dedica al Tercer Mundo lo es en forma de alimentos ya cultivados o elaborados, lo que supone un freno para las agriculturas locales y que la mitad del valor de esas ayudas alimenticias se lo come el transporte de las mismas. Un tercio de la generosidad total norteamericana, señala Sachs, se dedica a los sueldos de los asesores norteamericanos que administran toda esta solidaridad. Deslumbrante e incoherente, tanto como evidentes y escandalosas las denuncias de los ministros de economía de los países africanos que en 2007 se reunieron en Addis Abeba en presencia del director de la Organización Mundial de Comercio.

Tal vez como preludio de lo que ahora ha ocurrido en Lisboa, los ministros reunidos en la capital etiope pidieron entonces la renegociación de los acuerdos comerciales con la Unión Europea y Estados Unidos y apuntaron algo que no debe pasar inadvertido, que los agricultores de la UE y EE.UU. reciben subvenciones, lo que les convierte en competidores todavía más gigantes e insalvable para las diminutas agriculturas africanas, a las que además se penaliza en las aduanas del mundo más desarrollado.

Por ello, hoy no podemos más que mirar con escepticismo lo que nos han contado desde Lisboa, de la misma manera que no debe sorprendernos ese talante silencioso, de los seguidores de Confucio y Mao Tse Tung, que avanzan silenciosamente mientras Europa da largas a su propia conciencia africana, si es que alguna vez la tuvo de verdad.

(*) El Fin de la pobreza:
http://www.cincodias.com/articulo/opinion/fin/pobreza/cdsopiE00/20051217cdscdiopi_2/Tes/

Javier Zuloaga

domingo, 9 de diciembre de 2007

EL GATILLO

"No creo que sea bueno diluir en la confusión del terrorismo-negociación-paz-diálogo....etc, el hecho de que hoy alguien ha apretado el gatillo.Igual que en los años 70, cuando muchas personas buscaban la oportunidad para mirar qué había a sus espaldas, o si el aliento de la muerte estaba más cerca de lo que imaginaban.El pasado día 1 de diciembre fueron dos chavales del Servicio de Información de la Guardia Civil, que vigilaban en Francia los pasos de los pistoleros de ETA. Les han esperado a la salida de un café y les han descerrajado unas balas con el dedo índice.Tienen, por lo menos, 90 pistolas y sobre todo han perdido los complejos que les habían llevado al zoco en el que, sin éxito hasta ahora, se intenta cambiar vidas por claudicaciones.Veremos que pasa."

De aquellas líneas, publicadas en esta misma página, escritas horas después de conocer lo ocurrido en la Landas francesas, han pasado ya ocho días de reacciones que ponían difícil la serenidad necesaria para reflexionar. Ha habido una conmoción unánime entre el pueblo sensible y decente, silencios cómplices y oportunistas ya esperados y nada más, porque es difícil aceptar la indiferencia de alguien tras lo ocurrido en Capbreton.

Lo de la semana pasada tiene, sin embargo, aspectos calculadamente siniestros, minucias demoledoras por su crueldad.

No es igual matar dejando un temporizador conectado a una bomba, llamar a un diario y anunciar el momento de la explosión, que caminar tras el objetivo, meter la mano en el bolsillo, poner el cañón en la cabeza del objetivo y apretar mientras la víctima cae como un saco al suelo con el cráneo reventado. Esta forma de terror, la más antigua desde que la pistola se unió a la navaja, es la más sencilla de las existentes. No exige mayor preparación que la de dar rienda suelta al fanatismo acumulado desde que, por el resquicio de las ideas de un radical, se coló un odio que ellos ven como un acto heroico.

Por eso es difícil escuchar en la Audiencia Nacional palabras de arrepentimiento cuando etarras confesos se sientan en el banquillo. No son pocas las ocasiones en que estos mismos gudaris amenazan de muerte a quienes los juzgan o ríen entre ellos tras la pecera que les separa de la gente de paz.

Matar con pistola puede tener el mismo resultado que hacerlo con un bombazo pero no tiene más intermediario que la cabeza y el dedo de uno mismo, sin la impersonalidad de la electrónica que actúa mientras los que matan se acuartelan y esperan escuchar las primeras declaraciones políticas de condena.

Pero en terrorismo no hay puntada sin hilo, nada es casual. Hace un año, un día después de que el Presidente del Gobierno dijera en clave política la frase cursi de algunos enamorados el día de San Valentín, “ Estamos mejor que hace un año y dentro de un año estaremos mejor que ahora”, ETA dio un toque de aviso en Barajas, con el explosivo más potente que tuvo a su alcance.

Fue el primer “accidente” del proceso de paz de la primera legislatura del socialismo. Atras quedan los dos gobiernos de Aznar, sin duda los años en los que la violencia callejera, el radicalismo y el terrorismo mismo han estado más arrinconados, tras haber intentado en Ginebra, como hiciera también Felipe González en Argel, llegar a un acuerdo para la entrega de las armas a cambio de la generosidad futura de una sociedad que ha visto morir asesinados a casi mil de sus ciudadanos a lo largo de 40 años.

Tras lo de Barajas hubo reacciones contundentes, pero la retórica de la paz como valor supremo fue llevándonos, en labios presidenciales, a la incertidumbre y a la desconfianza. “Paz con diálogo” tardó poco en instalarse en el escenario que tuvo tras la declaración de la última tregua de ETA, con rango superior a la libertad que siguen si alcanzar los que viven en las cercanías del radicalismo y en buena medida todos los españoles.

Ha habido muchas banderas en las calles, tal vez demasiadas, frente a la tibieza de las palabras y los bandazos gubernamentales de una política que divide a España en la cuestión terrorista y territorial más que en ninguna otra época anterior.

Por eso cabe preguntarse por donde irán las cosas cuando el dolor, la indignación y el “no pasarán” de estos dos últimos asesinatos, pasen al último lugar de la larga fila de muertos por ETA y comiencen a caer en el olvido de lo menos reciente. Me pregunto si los disparos que acabaron con los agentes de la Guardia Civil serán un ¡basta ya!, o se convertirán en un calcetín vuelto al revés. Es decir, si algún día escucharemos que todo vale, incluso sentarse y condescender, para buscar la paz y que casos como el de Raúl Centeno y Fernando Trapero no se vuelvan a repetir. Lo sabremos después de las elecciones.

Javier Zuloaga

viernes, 30 de noviembre de 2007

¿LADRONES DE PALABRAS?

No se trata de un interrogante esnob, ni mucho menos. La duda me ha asaltado cuando he visto el rifirrafe que se traen entre manos los chinos y los mejicanos a cuenta del nopal, un cactus emblemático para los segundos, casi un símbolo nacional mejicano, que los primeros tratan de registrar como marca china en las altísimas instancias internacionales que regulan la propiedad intelectual.

Comenté el asunto en una clase del master de comunicación de EAE en Barcelona, en el que estoy colaborando y en la que, entre quienes me escuchaban, existe una nutrida representación de graduados mejicanos. Vi que el asunto no es una cuestión menor, que irrita profundamente y comprobé, al navegar por Internet horas después, que en Méjico la cosa está que arde.

Resulta que chinos y japoneses, pero especialmente los primeros, han decidido competir en el mercado de los productos derivados del nopal (textiles, alimenticios y medicinales) y que tienen ya más de 5.000 hectáreas en producción dirigida a la posterior exportación al mismo Méjico y el vecino Estados Unidos.

El asunto no tendría mayor trascendencia –no olvidemos que cultivos tan universales como la patata o el maíz tienen su origen en América- a no ser por la decisión de los empresarios chinos de registrar, en la oficina de patentes y marcas de la Unión Europea, la marca “Nopal” como de propiedad y derecho chinos. Dicho de otra manera, es como si algún espabilado hispano, cuando los barcos españoles trajeron a Europa el tubérculo de la patata o la mazorca de maíz, se hubiera hecho propios los nombres con que, en las lenguas indígenas americanas y en las diferentes acepciones hispanas, se conoce a esta materia prima alimenticia tan universal.

Por ello parece razonable que los mejicanos, con lo del nopal, sientan que el zorro se les ha colado en el corral y se ha ido llevando las gallinas delante de sus mismas narices. Tal vez por ello arrecian las críticas contra el gobierno de Felipe Calderón y en los comentarios que los lectores envían a las ediciones “on line” de los diarios, se le acusa de pasividad y no haber evitado que los audaces empresarios chinos se hayan llevado a su país incluso la tierra necesaria para que el nopal arraigue sin problemas en el lejano Oriente.

En esas líneas de espontaneidad de los lectores se leen cosas que, si son ciertas producen algo de espanto, como por ejemplo que la imagen de la Virgen de Guadalupe está patentada por un chino, aunque no faltan tampoco desparpajo y humor en otros lectores que proponen contraatacar y patentar, como productos mejicanos, los palillos chinos o el ginseng.

Hace días leí en “El País” un interesante artículo sobre este tipo de conflictos de propiedad intelectual, que lamentablemente no son nuevos. El Neem es un arbol originario de Birmania y la India que, entre otras virtudes, tiene la de actuar como insecticida biológico. Pues bien, la Oficina Europea de Patentes, (EPO) concedió en 1994 la exclusividad de un derivado del Neem al Departamento de Agricultura de los Estados Unidos y a la multinacional WR Grace, decisión que tuvo que se anulada siete años más tarde por las presiones de organizaciones sociales, que consiguieron poner fin a uno de los casos más emblemáticos de lo que bien podríamos llamar “biopiratería”.

Hay más casos. El Hoodia es una planta utilizada como adelgazante porque inhibe el apetito. Su uso es centenario entre el pueblo San, que habita en el desierto del Kalahari. Fue tratado por los laboratorios del Consejo Surafricano para la Investigación Científica y los derechos vendidos posteriormente en Pfizzer. La presión internacional obligó al Consejo Surafricano a ceder parte de los beneficios de la venta de la patente al pueblo San, pero El País estima que sólo el 0,003% ha retornado a los descendientes de quienes, mucho tiempo atrás, descubrieron las propiedades del Hoodia.

La información dice que estos casos son la parte visible del iceberg de un negocio basado en el desarrollo de fármacos desde plantas originarias de una parte concreta de la tierra y que los investigadores occidentales han desarrollado desde la constancia de unos poderes curativos tan reales, como de antigua y demostrada tradición.

Información de “El País”:
http://www.comfia.info/noticias/38192.html

El aprovechamiento de las riquezas naturales propias de zonas concretas del mundo ha ido despertado las conciencias aunque al parecer con escaso éxito. Así, en 1992, un total de 187 países firmaron el Convenio sobre la Biodiversidad Biológica, que no es más, para organizaciones como Greenpeace, que una pantalla de la falta de interés de las multinacionales para actuar con justicia y equidad. Pura galería.

Pero hay quienes andan más despiertos. Brasil ha publicado y enviado a la WIPO (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) una lista de 5000 términos generales referidos a plantas con posibles efectos y aprovechamiento medicinales. Se intenta evitar lo que ahora puede afectar a México, conocido en la jerga de las patentes como “lingo-privacy”, el aprovechamiento y uso como marca de las palabras usadas popularmente para referirse a plantas o remedios.

La cuestión, pese a parecer formal, no logra esconder un problema de mucho mayor calado, el de la compensación a los países subdesarrollados o menos desarrollados, por los beneficios que sus materias primas vegetales y sus tradiciones generan, una vez son procesadas por las empresas de los países avanzados.

En 1971, el economista James Tobin, premio Nobel de Economía en 1981, propuso una suerte de tasa o impuesto, que lleva su nombre y que proponía que pesara sobre el flujo de capitales en el mundo a favor de la reducción de la pobreza. Muchos movimientos antisistema hicieron suya la idea y -tal vez por ello- no prosperó entre quienes regulan y deciden en el mundo las cosas importantes.

Al leer lo de Nopal mejicano he pensado, tal vez con simpleza, que sería una buena vía para reducir las distancias económicas en el mundo aplicar algo parecido, una suerte de royalty por el origen de las cosas que acaban generando grandes beneficios.

Dejaría así de ser tan chocante que en países tan paupérrimos como Sierra Leona no haya que rascar mucho en el suelo para que aparezcan diamantes o que el Congo de Joseph Conrad, el 90% de los beneficios del petróleo, las piedras preciosas, el cobre, el estaño, el zinc o el coltán (materia básica en la aeronaútica, la telefonía móvil y la física nuclear) se vaya a otros continentes sin dejar apenas rasgo fiscal, mientras el 60% de la población está mal alimentada, vive con menos de un dólar al día y con una esperanza de vida de apenas 43 años.

El relato sería tan interminable como decepcionantes las expectativas de solución, tal y como escribí en este mismo blog al hablar de los biocombustibles y la oportunidad que su desarrollo suponía para paliar la miseria mundial. Para el que quiera recordar, basta con pinchar en la siguiente línea.

http://javierzuloaga.blogspot.com/2007/09/el-oro-verde.html

Javier Zuloaga

viernes, 23 de noviembre de 2007

LAS LEYENDAS PELIGROSAS

Muchas veces he pensado que la tabla de multiplicar la inventaron, de forma compinche, la imaginación y el calendario. Sólo así se explica que, en la madurez de la vida, se descubra, al encontrar una foto olvidada, que aquella bella niña que imaginabas flotando entre gasas y tules era, realmente, una fondoncilla quinceañera asediada por el acné. Los recuerdos, especialmente los gratos, crecen a lo largo del tiempo, mientras que los malos tragos van difuminándose o quedan cada día más agazapados, según el talante de la persona, en los rincones de la memoria

A mi me ha ocurrido , en mis incursiones en escenarios del pasado, que no coincidían las dimensiones de la plaza de aquel pueblo del verano; o que los caudales de agua en los que creía haber visto cascadas, apenas había un arroyo cantarín; o que aquel colega monaguillo de mi infancia, que repicaba las campanas con gran destreza, dejó, hace ya muchos años, de convocar a los creyentes para que adoraran a Dios, y decidió buscarse una válvula de escape, hacia una paz imposible, con una jeringa con heroína pinchada en el antebrazo.

Los pensamientos no tienen registro digital y la memoria “ram” o los “gigas” nunca podrán con esa gran corriente de ideas que fluye entre las personas, cada minuto, en los lugares más comunes y lejanos del planeta. Todo eso se escapa del Gran Hermano de las nuevas tecnologías, de los grandes buscadores de Internet y seguirá vivo mientras el conjunto de la humanidad no saque una bandera blanca de rendición. Mientras haya tres o cuatro individuos o individuas que decidan contarse las cosas, como en “El Planeta de los Simios”, las “Tic” (Nuevas Tecnologías), no podrán con las cosas que mi abuelo le decía a mi padre y que mi padre nos contó a sus cinco hijos.

Era frecuente que le pidiéramos que nos volviera a relatar la historia del desembarco de Carlos V en España. Nos decía mi padre –y yo lo he repetido en múltiples ocasiones a lo largo de cuarenta años- que cuando Carlos V fue llamado a gobernar España tras la muerte de su abuela Isabel la Católica y su padre, Felipe el Hermoso, la nave en la que el nuevo monarca venía desde Flandes, intentó desembarcar en la guipuzcoana Zarauz y que unos hombres medio vestidos, o tal vez medio desnudos, bajaban emitiendo gritos desde las montañas cercanas, “¡era el euskera hijos, era el euskera!”, nos decía nuestro padre, que ilustraba la escena con detalles del espanto que aquellos lugareños causaron en quienes se acercaban a la playa en las barcazas, hasta el punto de que decidieron volver a la nave y poner rumbo a Santander, hoy Cantabria.

La anécdota causaba jolgorio cuando mi padre, vasco de nacimiento, tradición y apariencia inconfundible, lo contaba de forma desgarrada e irónica. Pero parece que no fue así y que lo que pasó en realidad fue que una galerna cantábrica hizo que el barco se desviara desde Laredo, punto de destino previsto y no Zarauz, a la asturiana de Tazones, cerca de Villaviciosa.

Google me ha llevado a las fuentes de estas puntualizaciones más rigurosas acerca de la llegada del único emperador que ha tenido España.

El asunto me ha llevado a preguntarme donde está la frontera entre el mito –incluso de la leyenda- y la intencionada manipulación de la historia. Y parece que hay motivos para preocuparse, especialmente con el auge de los nacionalismos, que idealizan los perfiles de sus personajes, cuando no los inventan directamente, como hizo Sabino Arana, fundador del PNV, al crear a su propia Juana de Arco, la mítica Libe.

No estoy muy seguro, pero no creo que lo de Carlos V de mi padre y mi abuelo, que se lo contó a él, venga de la misma cosecha creativa y nacionalista, sino que es simplemente una cuestión de exceso de imaginación, o lo que ahora los sicólogos llaman “orgullo de pertenencia”, en el caso que me ocupa de carácter tribal.

El suplemento El Cultural de “El Mundo” publicó en marzo pasado una entrevista con el historiador británico Eric Hobsbawm. Miembro de la British Academy y la American Academy of Arts and Sciences, enseñó en el Birkbeck College de la Universidad de Londres y desde su jubilación dicta clases en la New School for Social Research en Nueva York. Vivió en Viena tras la I Guerra Mundial, en el Berlín prehitleriano y su juventud en Londres y Cambridge.

“Vivimos –afirmaba Hobsbawn en la entrevista- en una época dorada de creación de mitos históricos, diseñada para reforzar identidades de grupo de toda índole, en especial en una gran cantidad de nuevas naciones y movimientos regionales y étnicos”

http://www.elcultural.es/historico_articulo.asp?c=19995

En la misma línea y refiriédose al nacionalismo vasco, Fernando García Cortazar decía, al presentar su libro “Los mitos de la Historia” (Planeta), que la capacidad de persuasión de un mito es muy fuerte, sobre todo en las gentes más ingenuas y poco críticas y que muchas naciones “penden” de ficciones históricas creadas principalmente en el siglo XIX y que basan su aceptación en la felicidad que estos mitos producen en las gentes.

No puedo evitar la oportunidad de mirarme en el espejo que Sabino Arana, el caudillo del nacionalismo de los vizcainos, creó para que nos miráramos en él los que allí habíamos nacido. Yo lo hice en Bilbao en 1952 y no me reconozco, aunque lo cierto es que, desde los autocomplacientes enunciados de Arana hasta ahora, ha pasado ya un siglo.

Por fisonomía –postulaba Arana- los vascos somos inteligentes, nobles, apuestos, varoniles, sabemos andar mejor que los españoles, emprendedores, no valemos para servir sino para ser servidos, somos capaces de morir antes que pedir limosna, bailamos mejor que los maketos (españoles), éramos, ¿somos?, más aseados porque nos cambiábamos de muda una vez a la semana, mientras que el maketos lo hacían una vez al año; no éramos adúlteros y solo cinco de cada cien crímenes que se tenían lugar en la Vizcaya de Arana, los cometían vascos descarriados. El restante 95% eran obra, evidentemente, de los maketos.

Son anécdotas, algo más que chascarrillos, pero en todo caso menores en importancia que la animadversión hacia España que aquel político, hijo de carlistas, consideraba necesaria, por encima de cualquier otra cuestión, en un buen vizcaino. Puede que esa sea la raíz del carácter introspectivo que ha acompañado al nacionalismo vasco desde su creación, lo que le hace muy diferente al talante abierto de otros, como el catalán, cuyos seguidores defienden sus ideas sobre la identidad buscada mirando hacia fuera sin manías. Hablo en términos generales.

Sé que el PNV de hoy no tiene nada que ver con estas cosas que decía el fundador del partido y que entre sus filas tiene, aunque agazapado y añorado sobre todo por los no nacionalistas, a personajes de gran talla humana y política, como Josu Jon Imaz. Pero los orígenes están ahí escritos, no se ha hecho una revisión pública de los errores del fundador del PNV, que es intocable y lo cierto es que sus ideas germinaron entre las clases rurales y capas sociales menos y más adineradas, aunque sus descendientes, afortunadamente, no deben pensar así, porque sería horroroso que más que piezas de historia, esos planteamientos estuvieran simplemente aletargados.

Les recomiendo que lean el siguiente artículo de Antonio Elorza, Catedrático de Historia del Pensamiento Político, de la Facultad de Ciencias Políticas de Madrid, “Sabino Arana: Cien Años de Euzkadi”, “El País”, 23/11/2003
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Sabino/Arana/cien/anos/Euzkadi/elpepusocdmg/20031123elpdmgrep_5/Tes


Javier Zuloaga

viernes, 16 de noviembre de 2007

SARKOZY Y EL ESPEJO DE LA THATCHER

De Francia nos llegaba casi todo en 1968, aunque aquel año ocurrieron multitud de cosas más. Los estudiantes parisinos pusieron en jaque a la V República y el héroe nacional De Gaulle quedaba tocado y dimitía tras un rechazo en las urnas, que un año más tarde le llevó a la tumba. Aquel año los tanques rusos aplastaron la libertad de los checos de Dubcek; los norteamericanos bombardearon por primera vez Hanoi; un blanco mató a tiros a Martin Luther King; España echó el cerrojo a la verja de Gibraltar; el Vaticano condenaba el uso de anticonceptivos en la encíclica Humanae Vital; nació el Príncipe Felipe; Serrat hizo una butifarra al Festival Eurovisión que luego ganó Massiel; el Real Madrid ganó la Liga; el Barça la Copa del Generalísmo y muchas minucias más, entre ellas la llegada a Mallorca del turista 19 millones.

Pero los jóvenes de entonces, que hoy tenemos dificultades para reconocernos en la calle, mirábamos sobre todo a Francia y a Praga, aunque la fuerza parisina y el auge contestatario de las izquierdas, dejaron a los de la capital checa en un segundo plano. Tal vez, pienso casi cuarenta años después, la aceptación casi obligada de que más allá de Berlín Este la libertad se podía interpretar de otra manera, hizo que la contundencia con la que los estudiantes del Barrio Latino de París derrumbaron la “grandeur” de uno de los grandes símbolos de la Francia de la postguerra mundial pareciera mayor. Y posiblemente también porque a Europa Occidental no pudieron llegar, desde una Praga amordazada y silenciosa, los mismos ecos gráficos y crónicas que se generaban en una París, a cuyo carácter nunca nadie le ha podido tapar la boca, salvo los alemanes del III Reich.

Y puede que también pesara esa evidencia de que París es París, la cuna del Estado Moderno, la nación en la que una burguesía cada día más poderosa plantó cara a la aristocracia y el totalitarismo, dándole el poder al pueblo y aupando al rango de emperador a un general corso que quiso crear una gran Europa por la vía de las grandes decisiones militares. Francia es uno de los países del mundo con una historia más rica y sobre todo más trascendente.

Que no se inquiete el lector porque no iremos recorriendo los grandes capítulos de nuestros vecinos del norte y seguro que acierta si piensa que todo este preámbulo viene a cuento de Nicolás Sarkozy, ese hijo de emigrantes que llegó al Elíseo a pesar de su mentor Chirac, tras anunciar las líneas de un programa que rompía con los sobrentendidos estilos de hacer política de los Presidentes de V República, fundada por De Gaulle tras la independencia de Argelia.

Acabar con el desencanto y los malos presagios de los galos que no quisieron votar, o que dijeron que “no” a la constitución europea, e inyectar un nuevo estilo basado en la ausencia de complejos, podrían valer –aunque su programa es mucho más extenso- para definir rápidamente la forma de hacer política del Presidente Sarkozy. Para ello, propuso medidas liberales desde el punto de vista económico –flexibilidad laboral, menores impuestos y regulación del derecho a la huelga- un control estrecho de la migración por la vía del ADN para el reagrupamiento y rechazo a las regularizaciones de ilegales; penalización de la reincidencia delictiva; imposición de un documento “Light” que sustituya a la fracasada constitución de la UE; creación de un estatuto de la Oposición y sobre todo recortes en el lastre de los gastos públicos de un país que dedica el 40% de su presupuesto a dar de comer a los trabajadores públicos y mantener “status” especiales en determinados colectivos.

Nicolás Sarkozy ha dicho estos días que está llevando la política que anunció en su campaña, lo que es cierto, pero mirando la historia reciente de su país vemos que antes hubo otros que creyeron hacer lo mismo y que los conflictos del ferrocarril y el de los estudiantes universitarios, son el primer “test” de resistencia que se le presenta para medir su audacia política. De momento ha conseguido que los sindicatos del rail se sienten a hablar con empresas y el Estado para hablar de los cortes de las pensiones propuestos, en lo que, a la vista de lo que ocurrió en 1995 cuando Chirac tuvo que cesar a Juppé, puede entenderse como cierta debilidad de los poderosos sindicatos franceses.

Y en las universidades los estudiantes levantiscos se miden con los otros, los que piden que se vote en secreto la adhesión, o no, a la huelga contra la ley que aumenta la autonomía de las universidades y que se acabe con el movimiento asambleario, que hoy ya se puede denostar sin miedo a que a uno le tilden de retrógrado o fascista.

Recuerdo, de mis tiempos de estudiante debutante, que coincidieron con el primer consejo de guerra de Burgos, cómo la asamblea de Periodismo que decidió finalmente nuestro paro académico estaba presidida por unos señores de verbo fácil, buena parte de los cuales no volví a ver durante el resto de la carrera.

Éstos son los dos primeros pulsos que mantiene el presidente francés y al menos de momento, ofrecen mejor aspecto que los que se llevaron por delante a de De Gaulle y en menor medida a Jacques Chirac.

Cuando Margaret Thatcher llegó al gobierno británico y se encaró con los poderosos sindicatos mineros, no faltaron cronistas que dijeron que la primera ministra había “roto el espinazo” de los “trade unions”. Aquella victoria social y la manera con que se impuso poco después a los argentinos en las islas Malvinas en 1982, la convirtieron, con Winston Churchill, en la pareja de ases más inolvidable de la historia reciente del Reino Unido.

Me parece que Sarkozy se está mirando en el espejo la Dama de Hierro y respondiendo políticamente a lo que la mayoría de los franceses venían reclamando desde mucho tiempo atrás, todo ello sin abandonar nunca esa necesaria y envidiable dosis de orgullo nacional que los franceses, sea cual sea su tendencia ideológica, llevarán siempre e su corazón.

Tal vez la sociedad, como la vida misma, no para de cambiar y es muy posible que el marketing político sea hoy uno de los ejes para triunfar en el ejercicio del poder. Dicho de otra manera, ya no corren aquellos aires paternalistas que envolvían a los líderes carismáticos como si fueran una suerte de regalo con que Dios nos obsequiaba a los ciudadanos, sino que éstos últimos esperan a que alguien solucione sus problemas con algo más que palabras, largas y buenas intenciones.

Creo que Sarkozy ha llegado a la Presidencia de Francia en tiempos de hartazgo pesimista, el mejor campo abonado para el pragmatismo y las ideas claras. Pero esperemos y veamos. Todo es cuestión de una o dos semanas que podrán indicarnos que es lo que va a pasar en Francia, y en el fondo en toda la Unión Europea, en los próximos años.

Javier Zuloaga

viernes, 9 de noviembre de 2007

¡SI CERDÁ LEVANTARA LA CABEZA!

Cuando la audacia de quien escribe decide hacer una incursión en el pasado para encontrar soluciones a problemas de hoy, se corre el peligro de herir susceptibilidades, levantar ampollas emocionales y caer en la desfachatez. Pero de la misma manera que pienso lo arriba escrito, tengo la convicción de que la historia no tiene dueños ni puertas, que cierren o abran el paso según quien llame y que debe ser, por ello, un lugar de libre tránsito con la condición de que quienes circulen por ella la traten con cariño, cosa que yo me cuidaré mucho de hacer.

¡Caray!, pues si que mi artículo de hoy tiene un comienzo trascendental.

Viene esta reflexión a cuento de una comida que ayer compartí con un colega inconformista, en un sabroso restaurante familiar de la calle Cerdeña de Barcelona. En el encuentro, además de buenos guisos y caldos acordes, salió la salsa de lo que pasa en el mundo oficial, ese que ocupa tantos espacios mediáticos como rangos inferiores entre la gente corriente, más ocupada en la solución de sus problemas más inmediatos.

Pero pese a las lecturas más generosas de lo que ocurre en la cosa pública, no quita que sea cada vez más preocupante el descontrol dialéctico de nuestros dirigentes, cosa que si para los estrategas de la política es algo lógico en el engranaje del tiempo prelectoral, a los más paganos en marketing político nos acaba sobrecogiendo porque la brida y la fusta, si se usan al tiempo, acaban descabalgando al jinete y desbocando al caballo. Me refiero a la convivencia.

A mi, lo del “alejamiento irreversible” o el “adeu a España” en boca del Presidente de la Generalitat me produjo desasosiego. Es más, creo que va a traer mal fario. Mi compañero de mesa me decía que soy alarmista y que la cosa iba de órdago para conseguir meter presión a la olla del Gobierno, que todo esto de las declaraciones forma parte del juego y que de aquí a pocas semanas sólo se acodarán los estudiosos.

Puede que mi amigo tenga razón y tendré que aceptar, además de su buena capacidad de análisis, que el significado de lo que se dice públicamente es una cuestión menor y que está en muchas ocasiones supeditada a las triquiñuelas de la lucha por ganar o mantener el poder.

De vuelta a casa pensé que todo esto viene abonado por los desastres infraestructurales que se dan, desde el pasado verano, en la ciudad de Barcelona, especialmente los últimos de las comunicaciones ferroviarias de cercanías. También me dije que tal vez los políticos no estén comportándose a la altura de los ciudadanos que van y vienen de mala manera a Barcelona y que están dando un ejemplo de civismo tal vez inimaginable en otros parajes y paisanajes. En un informativo de televisión catalán, un conductor de autobús, venido desde Andalucía a la Ciudad Condal cuando los de Fomento tocaron a rebato, explicaba hace pocos días cómo sus pasajeros se volcaron en su trato amable y ayuda cuando andaba perdido en la jungla urbana Barcelona.

Y fue entonces cuando pensé en IldefonsoCerdá, el padre del Ensanche, aquel ingeniero de caminos que diseñó la extensión de una ciudad más allá de sus murallas y que todavía hoy, cuando casi se han cumplido doscientos años de su nacimiento, es objeto de exposiciones, ensayos y conferencias. ¿Qué hubiera hecho él?.

Pensé entonces que si Cerdá hubiera vivido dos siglos se habría echado las manos a la cabeza al ver que su ciudad se ahoga cada día más entre el mar y la montaña y que de la misma manera que Gracia y Sarriá acabaron integrándose en la capital catalana, este prohombre habría propuesto, tal vez, comunicarla con el Vallés por algo más que un embudo de pago a tocateja y descentralizar de verdad la vida administrativa de Barcelona.

Aquel urbanista que murió de viejo en Santander y cuyo proyecto fue una imposición de Gobierno de Madrid al ayuntamiento de Barcelona, que había elegido la opción del arquitecto Rovira y Trías–así lo cuenta la página “web” municipal- hubiera mirado a cincuenta, cien o más años vista, como cuando pensó en el paseo de Gracia, en tiempos en los que sólo circulaban, por las calles de la ciudad, algunos carros de tiro.

Lo de 1992 y los JJ.OO. fue un golpe de aire fresco que se ha quedado ahí, como muestra de lo que fue y no siguió y en la Cataluña de después del hito olímpico tenemos, como inaudito, haber inaugurado, en los tiempos de las autopistas de seis carriles, el único un eje viario a la vieja usanza, de dos direcciones, para que adelantar a un camión haya vuelto a ser una operación sesuda y emocionante.

¿Hay alguien que esté pensando en la Barcelona de 2100?, ¿tenemos soñadores que se rijan por espacios de tiempo superiores a los cuatrienios electorales?. Si los hay y no son escuchados deben sentir una gran frustración al ver de qué manera y con qué cerrilidad caminamos hacia lo más difícil todavía.

Y si no los hay, pues tenemos tiempo más que sobrado para preguntarnos cada mañana sobre nuestra propia identidad, para mirarnos en el espejo de un centralismo buscando culpables a quienes apuntar nuestras desgracias, para fijar fechas quiméricas y para pensar, cada vez menos, en los rincones más olvidados de Cataluña.

Javier Zuloaga

viernes, 2 de noviembre de 2007

NUESTROS VECINOS DEL SUR

Cuando he leído, a lo largo de la semana que ahora acaba, las informaciones acerca de Marruecos que interesan a España, he buscado en mis propios recuerdos de corresponsal de Efe en Rabat, 1982-84. Llegué al Magreb desde Buenos Aires, en un auténtico choque cultural dentro de mí y de alguna manera alarde de vocación de diversidad que para si mismo quisiera nuestro Presidente del Gobierno.

Creo, lo digo hoy sinceramente, que además de la curiosidad de periodista, no llevaba mayor bagaje para un cargo como aquel, del que tuve que documentarme urgentemente en los archivos de mi empresa en Madrid para poder empezar a escribir, como un entendido, acerca de lo que me encontraría a mi llegada a Rabat. Y como casi todos los corresponsales, me integré en “el otro Marruecos”, ese mundo en francés, desde el que conseguía saber muy poco acerca de lo que ocurría en la vida del reino y absolutamente nada de las inquietudes que se vivían, en lengua árabe, en las medinas y en los barrios populares.

La actualidad hispano-marroquí de los últimos días me ha parecido una reencarnación de lo mismo que viví aquellos dos años cortos. Creo que los editoriales, los titulares y las encendidas tertulias de hace 25 años sería prácticamente válidas para todo lo que envuelve a la estelar acción judicial de Baltasar Garzón para investigar desaparecidos en aquel Sahara que los españoles nos quitamos de encima con uno de los mayores alardes de irresponsabilidad que se recuerdan en la historia colonial y el próximo viaje de los Reyes de España a Ceuta y Melilla, esas ciudades de las que exministra Ana Palacio dijo que son tan españolas como Huesca, pocos días después de que lo hicieran a Marraquech los Principes de Asturias.

Puede que el viaje real a “las plazas españolas en el norte de Africa” tense más de lo ya tradicional la frágil cuerda política que une geográficamente a España y Marruecos y que la iniciativa del magistrado de la Audiencia Nacional irrite a un gobierno de Rabat que no acaba de entender que un juez pueda andar hurgando en los trapos sucios ocurridos en unos territorios, los del Sahara, sobre los que recientemente Zapatero se manifestó - con consecuencias económicas negativas en las relaciones de España con Argelia- a favor de las tesis autonomistas de Rabat y en contra del derecho de autodeterminación de los Saharauis, que la ONU marcó para 1992 y que fue aceptado sin fisuras desde Adolfo Suárez hasta el mismo Aznar, el defensor de la españolidad de la isla Perejil.

Lo fácil, es dejarse llevar por el gen patriótico y soberanista que suele llevar a la confrontación. Lo inteligente, mantener la cabeza fría y dar un paso atrás para mirar qué es lo que se cuece al otro lado del Estrecho y, sobre todo, preguntarse si la tensión que puede generar el viaje de los Reyes es tan aparente en las calles y electrizante en boca de los nacionalistas del Partido Istiqlal, el que “gobierna” en la actualidad, como inexistente en los pasillos del Palacio Real, que es donde se decide todo en Marruecos.

Marruecos obtuvo su independencia en 1956 de la mano de Mohamed V, miembro de la dinastía alaui y por ello descendiente del Profeta. Hablamos, por lo tanto, de una monarquía tocada por el dedo de Dios, que genera devociones y temor – ¿no nos decían también a los cristianos que había que ser temerosos de Dios? – y que ha articulado un sistema político fuertemente autoritario, pese a que algunos en Marruecos, con bastante audacia, lo comparen con la monarquía parlamentaria española.

Este reino y los tres reyes que ha tenido, nunca ha reconocido como héroe propio a Abdel Krim, al látigo de la batalla de Anual, humillante para España y que murió en el olvido y en el desagradecimiento de los suyos en el Cairo en 1963.

Nuestro Rey se parece a Mohamed VI lo que el “premier” Abbas el Fasi a José Luis Rodríguez Zapatero. Es decir, en nada. Y así es evidente que nuestro primer ministro lleva sobre sus espaldas unas responsabilidades que en Marruecos recaen en el monarca, que disuelve el parlamento y convoca elecciones, que nombra al jefe de gobierno que no tiene que ser necesariamente el líder del partido más votado, que elige a todos los ministros y que, por supuesto, dirige personalmente la política exterior y manda operativamente en el ejército.

Y los marroquíes lo aceptan y juegan la partida electoral sin distinciones, desde los nacionalistas hasta los comunistas. Nadie discute ni cuestiona a un rey que, como ya hacía su padre Hassan II proclama públicamente que Juan Carlos de Borbón es su hermano y que castiga con una añeja indiferencia y algo de desprecio a la clase política española cuando, en los viajes oficiales, la recepción en el despacho real es incógnita hasta el último momento.

Recuerdo que, en 1983, Marruecos se sacó de la manga una resolución de una unión interparlamentaria árabe que pedía que nos fuéramos de Ceuta y Melilla. Se armó el alboroto, en los periódicos nacionalistas marroquíes, en Al Alam, L´Opinion y en el oficialista Le Matin, al tiempo que al norte de Gibraltar la sangre hervía en las venas de los patriotas españoles y los periódicos y las ondas lanzaban vitriolo contra el rey moro.

¿Qué pasó?. Pues absolutamente nada, porque al cabo de unas semanas habían ocurrido cosas más importantes y en Marruecos andaban con ocupaciones menos trascendentales. Cuando esto pasaba era cuando los periodistas que allí estábamos, no muchos, veíamos que desde el Palacio Real se decidía el tempo del irredentismo con una óptica propagandística que rozaba la dieta “goebelsiana”.

Y en estas artes, desde que Hassan II invadió y ocupó el Sahara Occidental cuando Franco agonizaba, los dirigentes marroquíes son unos auténticos maestros. Cuando tocan la corneta desde cualquiera de los palacios reales, el pueblo se pone emocionalmente en marcha. Pasó con lo de Perejil y pasará durante unas semanas con el viaje de los Reyes a Ceuta y Melilla.

Pero toda esta perpleja manera de gobernar un país, que a veces parece detenida en tiempos rancios europeos, es la que hay. Y es además la que más conviene a los intereses del mundo libre. Sí, como suena. Por eso en París se libran mucho de desairar al Rey de Marruecos, aunque en la ciudad del Sena den cobijo a disidentes –lo cual en el fondo es más un favor que un agravio- en Washington respaldan económica y militarmente al régimen de Rabat y en España nuestros gobernantes, lo primero que hacen tras ser elegidos, es viajar a Rabat para brindar, con té verde, por las tradicionales relaciones de hermandad que existen entre los dos reinos.

Esto lo saben ellos y lo sabemos nosotros, ya que la alternativa sería mucho peor y para imaginarla basta con mirar a los regímenes teocráticos que quitan el sueño a Occidente.

Javier Zuloaga

sábado, 27 de octubre de 2007

LA MODERNIDAD

Disponer de tiempo para uno mismo puede que sea una de las mayores fortunas que una persona puede llegar a alcanzar. ¿Qué haré mañana? resulta un privilegio, de la misma manera que lo es mirar a la mesa de trabajo, en tu casa y ver que han ido cayendo, una detrás de otra, esas lecturas que te habías propuesto hacer. Y de ellas, en mi caso, las de los diarios son siempre las primeras y más importantes, ya que consigo, con perspectiva y sin la presión de otros tiempos, ver algunos rasgos de cosas inquietantes que ocurren a nuestro alrededor.

Cuando comencé a escribir este artículo, ayer viernes, la justicia seguía siendo titular común de los periódicos. Dos noticias: la puesta en libertad, con restricciones mediante control policial, del joven catalán agresor de una ecuatoriana y el pulso que libran el partido del Gobierno y el del principal partido de la oposición por conservar o conseguir mayorías en una justicia que nos enseñaron que debía ser independiente de los poderes ejecutivo y legislativo, ocupaban lugares destacados. Como complemento, la rebelión de los jueces decanos que defienden una justicia profesional regulada desde el CGPJ y los ecos de la propuesta del Ministro de Justicia para que la judicatura se nutra de los licenciados en derecho con mejor nota.

Me parece que es difícil encontrar, en los tiempos recientes, momentos en los que la justicia haya ocupado, por si misma y como institución, espacios de tanto relumbrón en los medios de comunicación.

Todo este alboroto me ha llevado a buscar, en Internet, un artículo que escribió el magistrado mallorquín Guillem Vidal, encuadrado en lo que se dio por llamar ala progresista de los jueces. Su título es “Jueces sobradamente preparados” y fue publicado en El País, 16 de enero de 2006, un año antes de que el autor muriera. Para el lector interesado, en las líneas siguientes transcribo las direcciones digitales del artículo y de la información que “La Vanguardia” publicó con motivo de la desaparición de Vidal.
http://www.elpais.com/articulo/cataluna/Jueces/sobradamente/preparados/elpepuespcat/20060116elpcat_8/Tes

http://www.lavanguardia.es/lv24h/20070323/51315868750.html

Vidal situaba al lector en los diferentes sistemas de acceso a la judicatura en Europa: el británico, condicionado al ejercicio previo de 25 años de la abogacía; el francés, en donde ni siquiera es necesario ser abogado para opositar al acceso a la Escuela Nacional de la Magistratura; el holandés, que prima el estudio sicológico y nivel intelectual del candidato; o el italiano, del mismo corte que el español.

En estos dos últimos, el opositor “lucha contra el coaspirante y contra si mismo”, escribía Guillem Vidal, que en su artículo citaba también a un compañero suyo y antiguo director de la Escuela Judicial de Barcelona, Carlos Gómez: “Los aspirantes acceden a la carrera judicial con un déficit del conocimiento de la realidad, derivado de su juventud y de la intensa dedicación a la preparación judicial”.

He rescatado estas frases del artículo del mallorquín, al que conocí en 1987 cuando presidía la Audiencia Provincial de Baleares, cuando leí el pasado martes que el Ministro de Justicia proyecta paliar el creciente desinterés para ejercer en la judicatura, reclutando en las facultades de Derecho a los licenciados académicamente más brillantes. Lo cierto es que torcí el gesto y no pude evitar pensar que Guillem Vidal, progresista pero hombre de leyes potente, seguramente se hubiera echado las manos a la cabeza imaginando a “sus señorías” aún más jóvenes y por ello menos rodados en la vida que los que hoy salen de la Escuela Judicial y sin el importante bagaje, además, que supone haber dedicado tres o cuatro años al estudio minucioso de las leyes.

Para interesados: noticia sobre la iniciativa de Fernández Bermejo:
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=452376&idseccio_PK=1021


Mis reflexiones, como ciudadano, que no abogado, sobre la polémica iniciativa de Fernández Bermejo y mis artículos rescatados, me han sugerido bajar a la tierra de los contribuyentes de a pie y hacerme, una vez más, alguna preguntas simples.

¿Tenemos una justicia moderna?, ¿Es verdad que vivimos en la Sociedad de la Información?, ¿No es cierto que el Ministerio de Hacienda ya nos dice cuanto hemos ganado el año anterior antes de hacer la declaración del IRPF?, ¿No hay miles de ayuntamientos que han sido capaces de sacudirse la modorra de la burocracia mediante la ventanilla virtual?, ¿Cuántos equipos de investigadores trabajan en red en el mundo?...

Hay muchas más, que el lector puede añadir. Lo que yo me pregunto es si, con criterios de mayor modernidad, habría tenido solución el calvario que pasó un buen amigo mío que presentó, cuando comenzaba el curso escolar, una demanda ejecutiva por incumplimiento de régimen de visitas, que finalmente ganó, pero cuando ya era demasiado tarde porque la compleja mecánica del exhorto y el cumplimiento pulcro de lo que está reglamentado desde tiempos inmemoriales, zanjó el asunto cuando el curso había acabado y su hijo comenzaba ya a verle como un ser cada vez más lejano.

En tiempos en los que se perfeccionan los sistemas de encriptación para el envió de documentos por Internet, cuando la firma digital ya funciona, o con herramientas de gestión que se aplican con éxito en el mundo de la empresa, ¿no deberíamos modernizar la organización de nuestra justicia para salvarla de sus problemas crónicos?. Y con ello, no sugiero cambiar sus cimientos, esas leyes que nos hemos dado a nosotros mismos y que son una garantía para todos frente a todos, sino de mirar si su maquinaria necesita una puesta a punto, por lo menos.

Javier Zuloaga

sábado, 20 de octubre de 2007

PAYASOS PELIGROSOS

Las crónicas de los corresponsales periodísticos que llegan a publicarse son sólo una pequeña parte de las cosas realmente interesantes que ocurren en el mundo que les rodea. Trabajé como periodista unos años fuera de España y resultaba desalentador, a menudo, ver la escasa o diminuta relevancia que tenía lo que habías escrito el día anterior y de qué manera mis líneas se habían diluido en esa inmensidad de informaciones radiadas, televisadas o escritas, que iban y venían desde -y -a todas las esquinas del mundo.

Sin embargo pienso que los corresponsales de hoy, o tal vez el mundo en el que viven, se han espabilado mucho más que aquellos que trabajábamos lejos de España hace 25 o 30 años. Y debe ser así porque la competencia es hoy mayor y la menudencia informativa interesa mucho más que el gran evento a un lector que puede llegar a la información casi al tiempo en que ésta se produce. La curiosidad ha ganado así terreno, aunque a veces esconda, como comentaré más adelante, buena sustancia para reflexionar.

Antes, ¡yo que sé cuanto tiempo ha pasado!, los peatones reconocían al quiosquero como uno de los personajes de su entorno más inmediatos, junto con el farmacéutico, el panadero, el practicante o el fontanero que también hacía las veces de electricista. El diario era su producto estrella, deportivo o no, y los que leían periódicos tenían parada obligada antes de enfilar a la entrada del metro o la parada del autobús. Hoy, en ese bárbaro adelanto de los tiempos que vivimos, los “Smint” o las “chuches” –y hasta hace poco el tabaco- han superado con mucho a los cromos y acaban dejando ganancias nada despreciables a estos personajes tan emblemátios de la vida urbana española.

¿Lo compro o no lo compro?, piensan no pocos urbanitas cuando pasan por el quiosco viendo que, unos metros más adelante, hay un/a chval/a que, con atuendos de McDonalds que te regalan píldoras de actualidad local, nacional, internacional…incluso de deportes, en apenas 24 o 32 páginas, gracias a las cuales ya no tienes que poner cara de póker si no has tenido tiempo para escuchar a los predicadores radiofónicos al despertar.

Pero este artículo viene a cuento de las menudencias informativas que nos han llegado de Italia acerca de Beppe Grillo, (Pepito Grillo), un personaje de biografía peculiar, cuya historia ha circulado con vértigo por los “blogs” desde que, lo que era ya sabido en Italia, se ha convertido en universal.

B.P. llamémosle así sin que se ofenda Bristish Petroleum, acaba de vender su Ferrari y su yate para desprenderse de las últimas señas de identidad que le vinculaban con el mundo del que ha sido cómplice toda su vida. Pidió el voto para Berlusconi en 1994, pero ha articulado un slogan político que todos entienden y que le ha llevado a los tabloides de medio mundo, “Vaffanculo day” (El día de a tomar por el culo), que ofrece un mensaje elocuente a quienes dicen estar desencantados con todo o casi todo, porque nada merece la pena, o que simplemente esconden su ignorancia en el escepticismo drástico.

B.P. convocó un mitin en Bolonia al que acudieron 50.000 personas y otras 300.000 plasmaron su firma en un documento de apoyo a sus iniciativas, con las que propone limitar los mandatos de los legisladores, imponer las listas abiertas y la inhabilitación de imputados en causas judiciales. Cada día 100.000 cibernautas pasan por su “blog”, infinitamente más que el que usted está leyendo en este momento, para compartir con Beppe Grillo su simpleza de que todo es una mierda.

En el currículum del personaje figuran hitos hilarantes pero peligrosos, tales como haber sacado los colores a Mássimo D,Alema, ministro italiano de Asuntos Exteriores, en una fiesta del diario L´Unita, organo periodístico del Partido Comunista, ante 9.000 conmilitones que acabaron riendo las gracias en las que BP ponía en ridículo al anfitrión; o la de haber contado un chiste en la RAI, tiempo atrás, en el que él mismo encarnaba a un ministro de Bettino Craxi que le preguntaba, al desaparecido jefe de gobierno de PSI, que si en China todos eran socialistas, ¿a quiénes podrían robar?.

Beppe Grillo es conocido en la plaza italiana pero parece que ahora, con el poderío de las nuevas tecnologías y el desgaste del sistema político, sube como la espuma. Y esto es preocupante por la tendencia al mimetismo y porque hay que aceptar que es de humanos ir al derrotismo y refugiarse en la reducción al absurdo, cuando aparecen problemas de difícil solución. Pero hacerlo dejándose llevar por las habilidades del oportunista es algo muy distinto y a veces peligroso y de ello hay precedentes dramáticos , no muy lejanos, en la historia del mundo.

Yo, cuando era chico, decidí no volver al circo cuando mi madre me llevó al Price de Madrid, porque me parecía contradictorio que hubiera personas que tuvieran que pintarse la cara con trazos de maquillaje tristes y deshumanizarse para hacer sonreír a la gente. Hoy, que ya podría ser abuelo y tras haber vivido, leído y estudiado algo, estos otros histriones que reúnen a multitudes para decirles que el sistema no vale un euro, no me hacen la menor gracia y me producen cierto escalofrío, porque no sé que es lo que esconden tras esa apariencia tan divertida.

Javier Zuloaga

viernes, 12 de octubre de 2007

LOS BACHES DE LA MEMORIA

El calendario está pleno de celebraciones y los diarios tienen, en la evocación de lo que ya no volverá a ocurrir ni de quienes se fueron para siempre, una rica fuente de inspiración, más potente, si cabe, que lo que ocurrió en la víspera.

El pasado miércoles, John Lennon, si no le hubiera matado un admirador, habría celebrado su 67 aniversario, más o menos los mismos que tendrían los fundadores de la banda terrorista alemana Baader-Meinhof si, treinta años atrás, no hubieran decidido quitarse la vida tras ser juzgados y condenados por “ajusticiar”, con tres tiros en la nuca, al presidente de la patronal alemana, Hanns-Martin Schleier. Fue poco días después de que un grupo de terroristas de la OLP de Yasser Arafat –hoy ala moderada de la política palestina- secuestraran un avión de Lufthansa entre Palma de Mallorca y Munich, para pedir la liberación de sus compañeros revolucionarios germanos.

También por estas fechas, pero hace cuarenta años, el Che Guevara se lanzó a los montes del Altiplano boliviano para repetir sus hazañas, sin la mística revolucionaria del asalto al Cuartel de Moncada y la guerrilla de Sierra Maestra. Se fue a pelo, alejándose de la ortodoxia comunista soviética que su compañero Fidel implantó en Cuba tras entrar en la Habana con un rosario colgado del cuello. Cuba le venía pequeña y quería que el mundo fuera tan revolucionario como él. Murió fusilado en Bolivia y la propaganda comunista hizo de él un mito.

Son aniversarios deteriorados, no pocas veces, por el paso del tiempo y de las idealizaciones intencionadas, que sacan buen partido de la vulnerabilidad de la memoria, esa que permite que los perfiles de los recordados se desdibujen y así el villano acabe siendo un hombre ejemplar, o este último un malvado. Ocurre, principalmente, cuando el rigor de los historiadores no ha podido entrar a trabajar porque la historia del protagonista recordado, tiene compañeros de reparto que aún andan coleando por el mundo y no tienen interés en que las cosas se cuenten tal cual fueron, porque el hechizo del mito vende más.

No pongamos ejemplos cercanos ni recientes, que no vienen al caso en este artículo, con el que simplemente quiero viajar al otro lado del Atlántico, en donde el populismo ha recibido, con los brazos abiertos, el 40 aniversario de la muerte de aquel argentino de Rosario que un día decidió hacer la revolución.

Creo que el Che Guevara, se merece un respeto y con ello no quiero decir que haya que rendirle un homenaje, ni situarle en la orla de las personas que hicieron cambiar el mundo con gestas, porque personalmente pienso que no le corresponde. Simplemente digo que será bueno ver qué dice la historia de él, cuando desaparezca todo el “merchandising” que gira desde hace cuarenta años en torno a su figura y que ha dado de comer a fabricantes de carteles y camisetas impresas, producidas en ocasiones por mercahifles que poco saben de lo que hizo el personaje, o nada de las libertades que, desde el triunfo de la Revolución de Castro y el Che, no han disfrutado quienes le han homenajeado estos días en el monumento erigido en su memoria por la dictadura cubana.

El Che cuelga entre cuatro chinchetas sobre millones de camas y tapa incontables dorsos de revolucionarios de salón, como crucifijo alternativo y contestatario, de la misma manera que lo hizo la cara de Mao, líder comunista con el que ideológicamente sintonizaba mejor el guerrillero argentino que llegó a ministro en la Habana.

Hay versiones para todos los gustos, con puro o sin puro, con estrella de comandante o con boina pelada, con diferentes opciones de cabello y barba al viento, con más o menos carisma y vida en sus pupilas gracias a la pericia de los retocadores de fotografía o a la magia del Photoshop de Windows. Se puede comprar, bien enrollado y plastificado, en la planta de discos de El Corte Inglés, en donde hay que buscarlo entre los posters de una lata de sopa Campbell, un retrato de Mandela saludando a la libertad, o de Marlon Brando sentado a horcajadas sobre una Harley.

Pero, marketing aparte, lo del Che ha despertado tics entre esos caudillos que están reinventando la América postcolonial. Evo Morales, Rafael Correa y sobre todo Hugo Chavez han sentido la alegría en su cuerpo revolucionario y se han sumado a la efemérides. Les viene al pelo, cuando los tres se han armado de audacia política y han decidido cambiar las reglas del juego político de sus países por sus bemoles.

“Lo tomas o lo dejas” se ha convertido en una sutil imposición en buena parte de la américa bolivariana, la socialmente menos desarrollada, la más sensible a las emociones epidérmicas y a la idolatría popular. Los nuevos caudillos han unido el manejo de los sentimientos a la fuerza de la aritmética y les han dicho a los menos afortunados que ellos son más numerosos que los de las clases profesionales y dirigentes, las que les han dirigido durante decenios, sin sacarles de la pobreza crónica. Y han arrasado.

“El poder reside en el pueblo” ha tenido, así, un uso perverso, especialmente en Venezuela, en donde se tapa la boca a la libertad de expresión; se somete a un tormento bufón a los ciudadanos con el presidente ocupando las pantallas más tiempo del que Castro hablaba - cuando aún estaba en condiciones- en las grandes fechas revolucionarias; se prepara el aislamiento internacional del país con su salida del Fondo Monetario Internacional; o se anuncia - al menos el zambo (*) Chavez tiene algún arrebato divertido- que la hora venezolana se retrasará treinta minutos. Más o menos el mismo disparate que cometería el alcalde de Bilbao si, en una pérdida súbita de papeles, decidiera que junto al Nervión el día se acaba a las 11,30 de la noche.

Los petrodólares del lago Maracaibo han ido extendiendo poco a poco la mancha populista de la que, al menos de momento, se ha salvado Colombia y parece improbable que llegue a afectar al Brasil de Lula, un país que tiene ideas propias y un talante democrático que ha digerido sin dificultades el acceso al poder del Partido de los Trabajadores.

“En Europa hay alguna simpatías por movimientos como las FARC. Se tiene una visión romántica del guerrillero que no tiene nada que ver con la realidad. En Colombia, donde sufrimos sus acciones, se ve de otra manera. El asesinato de 11 diputados demuestra que son unos desalmados”. Son palabras de Fernando Araujo, ministro de asuntos exteriores de Colombia, que ha estado secuestrado seis años por la guerrilla colombiana, con la que ahora se propone negociar el presidente Hugo Chávez, extendiendo su influencia más allá de las fronteras venezolanas y queriendo emular épicamente a Bolívar, con cuyo nombre ha bautizado la revolución con la que quiere pasar a la historia.

Por ello y por responder literariamente a la demagogia, no me he resistido a sacar de mi biblioteca la magistral novela de Gabriel García Márquez, “El General en su Laberinto”, en la que describe, con crudo realismo y sin los espejismos del mito, los últimos meses de vida de Simón Bolivar, un hombre que murió, en la amargura, al ver la ruina de sus sueños.

“Había hecho todas sus guerras en la línea de peligro-escribía el Nóbel colombiano- sin sufrir un rasguño y se movía en medio del fuego contrario con una serenidad tan insensata que hasta sus oficiales se conformaron con la explicación fácil de que se creía invulnerable. Había salido ileso de cuantos atentados se urdieron contra él, y en varios salvó la vida porque no estaba durmiendo en su cama. Andaba sin escolta y comía y bebía sin ningún cuidado de lo que le ofrecían donde fuera. Sólo Manuela sabía que su desinterés no era ni inconciencia ni fatalismo, sino la certidumbre melancólica de que había de morir en su cama, pobre y desnudo y sin el consuelo de la gratitud pública”.

(*).-Mestizaje de aborigen y negro

Javier Zuloaga

sábado, 6 de octubre de 2007

HABLAR EN "SUCEDÁNEO"

Seguramente todos guardamos, en la recámara de nuestra memoria, recuerdos de palabras descubiertas que deslumbraron nuestra ignorancia acerca de alguna cuestión. He de reconocer mi vulgaridad, pero lo cierto es que nunca he podido olvidar cuando, recién comenzados los años sesenta, mis padres recibían a unos invitados a cenar y la empleada doméstica, una segoviana que casi me vio nacer, me dijo que aquellos canapés cuadrados, con bolitas negras deslumbrantes y un pequeño ornamento de pulpa de limón encima, no era caviar ruso, las famosas huevas de esturión.

-No Javi, no. Esto es sólo un sucedáneo.

-¡Ah!- respondí con aplomo propio de señorito de la casa, al tiempo que me iba hasta las estanterías del pasillo, en donde mi padre había situado lo más granado de lo que había leído en su vida, con la segura intención de que, al ser de paso obligado, aquel lugar se convirtiera en recordatorio permanente a sus hijos de la gran importancia de la lectura.

Junto al teléfono estaban los diccionarios y, en el Larousse, encontré la definición de sucedáneo “ Dícese de una sustancia que puede reemplazar o sustituir a otra y que generalmente es de menor calidad”.

A raiz de aquel descubrimiento pasé una buena temporada buscando, en torno a mí, productos que fueran- pero que no fueran- lo que nos decían en las letras grandes de las etiquetas. Un día, Adela, que así se llamaba aquella segoviana, amplió mis conocimientos en la materia mostrándome una bolsa al tiempo que decía “Javi, esto es achicoria, no café” y mi madre, ante mi creciente curiosidad por el asunto, me dijo que el Pelargón de mi hermana la menor era también un sucedáneo de la leche de la madre, aunque, en aquel caso, se recomendaba su uso cuando la original no alcanzaba la calidad nutritiva necesaria, lo que no me extrañó ya que se trataba de la quinta y última en nacer.

Vienen al caso mis descubrimientos de la vida compleja que me rodeaba, porque creo que los sucedáneos de lo material pueden ser también extensibles a lo inmaterial e, incluso más, a las actitudes de las personas y sobre todo a sus palabras y sus silencios. Me refiero a lo fácil que resulta no decir nada comprometedor mediante el uso de palabras calculadamente escogidas y así “no mojarse” en temas en los que, precisamente, todos deberíamos hacerlo.

Y no es por presión, ni porque nadie nos persiga para que seamos ambiguos, sino porque se ha instalado entre nosotros, de forma desbocada, la cultura de lo políticamente correcto y no resulta fácil saber hasta qué punto hay que serlo, o cuando hemos de cerrar bajo llave esos modos cortesanos de hablar y comenzar a llamar a las cosas por su nombre. Y por ello, para darme ejemplo a mi mismo, voy a dejar de serlo en alguna cuestión frágil, aunque lo haré con cuidado.

Los ataques a la figura del Jefe del Estado, el Rey, a través de la quema de imágenes suyas, han generado reacciones preocupantemente ambiguas, auténticos sucedáneos. Se ha dicho que lo mejor ante estas situaciones, es entenderlas como casos aislados, lo cual podemos aceptar por pura obviedad y porque las turbas, a Dios gracias, todavía no van por las calles catalanas quemando millones de estampitas reales.

Pero creo que resulta tanto o más preocupante que la quema misma – al fin y al cabo los informativos de televisión nos ofrecen frecuentemente imágenes de muñecos en llamas en manifestaciones de fanáticos fundamentalistas- la tibieza y la ausencia de concreción en las reacciones políticas. En el Parlamento de Cataluña, el Presidente Montilla invocó la conveniencia de que se actúe con respeto a las ”instituciones”. Al referirse al tema, no se habló en detalle de lo ocurrido, sino de forma etérea, impersonal, para no ofender. Y desde los restantes partidos de coalición gubernamental catalana se le quitó hierro al asunto situándolo en una interpretación excelsa de lo que es la libertad de expresión. De igual manera, algún destacado dirigente socialista, para arreglarlo, ha llegado diluir al Rey en la gloria compartida de “los hombres que hicieron posible la transición democrática en España”. Así, sin matices ni galones.

¿Es esto lo que esperaban oir los ciudadanos? o simplemente no se podía hablar de otra manera porque el confuso diccionario de lo políticamente correcto no lo permite. La verdad es que sé lo que yo esperaba, pero no me atrevo a hacérselo extensivo a nadie.

Hablar en “sucedáneo”, escuchar a los que se refugian en esta manera de comunicarse, resulta desalentador, tanto en el caso de las fotos reales, como en la antagónica costumbre, desde algunos sectores de la derecha mesetaria, de situar a todos los nacionalistas en una misma bolsa de “basura política”, sin distingos . Llevo en Barcelona 18 años, he conocido a sus gentes y he seguido, como ciudadano, el comportamiento de aquellos para los que ser de aquí, sentirse catalán, es lo más importante de sus vidas y además lo defienden sin hostilidad hacia nadie. Están en su derecho.

Tengo la impresión –o tal vez sea consecuencia de la humana idealización del pasado- de que las cosas van a peor en este terreno político y para ello y porque son buenos ejemplos, remito al lector a dos excelentes artículos publicados en Barcelona.

El primero es de Juan José López Burniol, “Rectificación de Manuel Azaña” en El Periódico del martes 2 de octubre, http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=446464&idseccio_PK=1006

El segundo, “Agáchate hijo, que viene la patria” del periodista Lluis Foix. http://foixblog.blogspot.com/


Javier Zuloaga

sábado, 29 de septiembre de 2007

LOS CAMARADAS DEL MIEDO

“Para que las verdaderas ideas se conviertan en fuerzas históricas capaces de influir a las masas en general, se han de simplificar primero hasta el punto de que las pueda comprender un niño”. Subrayé esta frase poco después de comenzar la lectura de “Historia de un Alemán”, tal vez la obra más conocida de Sebastián Haffner, publicada en 1999, sesenta años después de ser escrita por aquel abogado y periodista berlinés que huyó a tiempo de la locura nazi y que, ya en Londres, fue biógrafo de Churchill y autor de la obra “De Bismarck a Hitler”.

Un hombre de leyes y articulista periodístico bien reconocido, me recomendó, hace poco en Barcelona, a este autor y este libro en particular, cuando hablábamos de las cosas que pasan en política y nos detuvimos en la pérdida de libertades. Pienso que sugirió su lectura cuando no le oculté mis temores por lo que, esta cuestión, ocurre en mi tierra, el País Vasco.

Cuando acabé de leer “Historia de un alemán” había subrayado algunas ideas más de Haffner en las que explica qué era lo que estaba pasando en Alemania cuando Hitler se aproximaba y tomaba finalmente el poder. La narración es muy viva; no en balde su autor escribió su propia historia nada más salir de Alemania, aunque parece que decidió dejarla para siempre en un cajón, seguramente porque ya tenía suficiente con no poder olvidar el horror de aquellos años.

“La gente comenzó a participar, primero sólo por miedo. Si embargo, tras haber tomado parte una primera vez, ya no quisieron hacerlo por miedo, así que acabaron incorporando el convencimiento político necesario. Este es el mecanismo emocional básico del triunfo de la revolución nacionalsocialsta (….) bastaba un pequeño pacto con el diablo para dejar de pertenecer al equipo de prisioneros y perseguidos y pasar a formar parte del grupo de los vencedores y perseguidores (….) más adelante se puso de manifiesto que gran parte de ellos había subestimado el precio de su alma y no estaba a la altura de lo que suponía ser un verdadero nazi. Hoy son miles los que pululan por Alemania, los nazis con mala conciencia”

Recomiendo al lector de mi artículo que compre el libro y lo lea de principio a fin, ya que es estremecedor por muchos más detalles y por la fuerza y finura descriptiva que puede llegar a provocar el horror sobre la pluma de una persona como Haffner, que en su obra sentenció –esta es la penúltima cita- que “el gran señuelo, el gran cebo de los nazis fue atragantar a los alemanes con el alcohol de la camaradería.”

El asunto es delicado, frágil. Pero yo me pregunto de qué manera se dan, no lejos de nosotros, situaciones parecidas que, casi seguro, no nos llevarán nunca a la locura colectiva de los nazis y alemanes en los años 40. Y no me refiero a las bárbaras masacres de Centroáfrica o Etiopía, a las luchas interétnicas, o al crónico fanatismo religioso.

Hablo de lo más cercano, de una sociedad equivalente a aquella Alemania industrial, hablo de la Vieja Europa y, claro está, de España. Me refiero a las personas y al miedo que, como ocurrió en 1934 en la Alemania de Haffner, padecen los individuos y las individuas que guardan silencio para sobrevivir en un entorno en el que pensar de forma distinta es sencillamente peligroso e incluso letal. Aquellos que están cada día más solos, porque la claudicación de los que antes eran como ellos, o incluso amigos, se ha ido extendiendo hasta creer que los que se mantienen firmes a los principios con los que crecieron, lo que tiene que hacer es callar o marcharse. Y para que así sea, siempre están, silenciosos pero atentos, los guardianes de la intolerancia violenta, nazi o de cualquier otro signo.

Y estos pensamientos me han llevado a otro libro, “Los peces de la amargura”, del donostiarra Fernando Aramburu, profesor de español en la universidad de Lippstadt, Alemania. Es un conjunto de relatos que encojen el corazón de quienes los leen y tienen un concepto sano de lo que es la libertad de las personas. Todas sus historias se refieren a familias vascas que se han visto acorraladas por la intolerancia y cuyos dramas son desconocidos, porque no son gente de relumbrón, sino personas corrientes y sus historias muy parecidas a las que, desde hace ya treinta o cuarenta años se repiten especial y silenciosamente en las localidades de dimensión mediana del País Vasco.

Vale cualquiera de ellas, pero me he detenido en una titulada “Madres”, en la que Aramburu cuenta la lucha de Toñi, la mujer de un policía municipal, vasco él y gallega ella, al que mataron de un disparo en la nuca en un pueblo inconcreto de la costa vasca.

Hacía pocos días había muerto un radical en un forcejeo con la Guardia Civil y el ayuntamiento había decidido que ninguna bandera ondeara en los mástiles de la casa consistorial durante las fiestas locales, decisión que aquel policía local cumplió al retirar la solitaria ikurriña frente a la algarabía, los insultos y las pedradas de buena parte de los vecinos, a muchos de los cuales conocía y servía desde siempre. Aquella ola de ira acabó sobrecogiendo al agente cuando, de vuelta a casa, un compañero de trabajo , policía como él, se le encaró de forma inquietante.

Toñi, la mujer del protagonista de esta historia, le propuso que pidiera la excedencia para irse a vivir a Galicia, cuando su nombre apareció en la lista de un comando de ETA. Accedió, pero ya era demasiado tarde, porque el mismo día, cuando volvía hacia su casa, descerrajaron una bala en su cabeza.

Lo que Aramburu relata a continuación es, en cierta manera, más estremecedor, terrorífico y socialmente repulsivo. El Ayuntamiento no declaró ningún tipo de duelo por la muerte de su agente, los de las pedradas y los humanos ladridos debieron “mojar” con unos buenos vinos la muerte de aquel “españolista” y los más cercanos a la viuda se excusaron de no organizar ningún tipo de manifestación porque aquel pueblo era demasiado pequeño y quedarían marcados. Una mesa, un tapete negro y un libro de firmas en el portal, fue la única expresión solidaria, aunque alguien, aún no contento con el drama, escribió en una de sus páginas de pésame: “Un enemigo menos de Euskal Herria ke se joda”.

El aislamiento posterior fue matando día a día a aquella mujer, hasta que decidió ir a Corcubión con sus padres, no sin antes sufrir los reproches de su hijo de once años, que ya estaba dentro del sistema y que le dijo que él no se iba y reprochó a su madre que no le quería porque era de allí, porque era un vasco.

Es real como la vida misma y forma parte de la rutina de la vida de muchas familias de pequeños y no tan pequeños pueblos vascos, que se cruzan con el terror cada día en la calle. En las ciudades más grandes todo se diluye un poco, aunque la extorsión sustituye a la amenaza verbal, pero no siempre y uno contempla cómo en las tabernas de los cascos antiguos se habla de futbol y poco más.

En una de las reflexiones de “Historia de un alemán”, Haffner interpretaba los pensamientos de los alemanes de los años 30 que eran incapaces de reaccionar frente a lo que estaba pasando. “Pero, ¿cómo evitar el odio y el sufrimiento si un día tras otro nos acosa constantemente una fuente de odio y sufrimiento?. La única solución es ignorarla, desviar la mirada, taparse los oídos y aislarse”.

No he querido hablar ni de nacionalismos, ni de separatismos ni de españolismos, porque las ideologías –sentimientos al fin y al cabo- no son ni buenas ni malas por si mismas, al margen de las excepciones que aparecen en estas historias que pasaron en Alemania y aún pasan en el País Vasco. Los patriotas de estas últimas no dejarán pasar por alto la oportunidad de “legitimación” institucional que les ha brindado, hace sólo dos días, la peligrosa “hoja de ruta” del lehendakari Ibarretxe.

A partir de ahora, la soledad será aún mayor.


Javier Zuloaga

domingo, 23 de septiembre de 2007

EL LABERINTO INQUIETANTE

He rescatado un artículo de Carlos Solchaga, publicado hace poco más de un año en el diario “Cinco Días”, acerca de las migraciones. Decía el político navarro que ese principio de la Teoría del Comercio Internacional que sienta que los intercambios de un país rico y uno pobre llevan obligadamente a la convergencia económica de ambos con el transcurso de los años, tiene ya poco fundamento en los tiempos que corren.

Sin negar que así haya sido entre países poco distantes en su nivel de vida, el autor decía, líneas abajo, que la paciencia no suele acompañar, ni a las personas ni a los pueblos, cuando se demuestra que la teórica convergencia económica no es más que una utopía por los frenos reales al intercambio comercial, a través del proteccionismo arancelario de los más fuertes frente a los más débiles.

La vieja teoría, recordaba Solchaga, yace por lo tanto oculta bajo la evidencia de que han sido los movimientos migratorios los que finalmente han mejorado el nivel de vida, tanto en los países de destino, por la mejora de su economía, como en los de origen, por el retorno del ahorro en forma de divisa.

La transmisión oral de los esplendores de “Eldorado”, que llevó a tantos españoles de los siglos XV y XVI a hacer las Américas, ha sido sustituido hoy por la difusión mágica del progreso y mayor calidad de vida que las parabólicas llevan desde los estudios de la CNN en Atlanta a la vecina y hambrienta Méjico, o desde Madrid a Tánger y Dakar. Abierta la puerta de la comunicación y elevadas cada día más las diferencias sociales entre el Tercer Mundo y los países más avanzados, no ha hecho falta que nadie empuje a millones de personas a intentarlo, sabiendo que, en algunos casos como el español, el Estado del Bienestar (educación, asistencia sanitaria, subsidio de desempleo) les hará sentirse más personas casi el mismo día de su llegada.

En torno a esta realidad han corrido muchas líneas de información y opinión, algunas de ellas especialmente espinosas, me refiero a la desaparecida Oriana Fallaci, que en sus escritos antes de su muerte radicalizó aún más su discurso ante lo que consideraba sordera y la ceguera de Occidente frente a la extensión desbocada, por la vía de la inmigración, de la balsa de aceite fundamentalista y teocrática.

El aire apocalíptico de la italiana - en algún artículo se la llegó a comparar con Bertol Brecht y sus prédicas en el desierto de las conciencias alemanas al comienzo de los años 30- provocó más desacuerdos que adhesiones, no tanto por la evidencia de que Europa no es capaz de distinguir cómo piensan y qué intenciones traen los que entran por sus puertas traseras, sino por la peligrosa generalización de la sospecha.

Con las cartas de la inmigración sobre la mesa, he dedicado los últimos días a leer informaciones que, directa o tangencialmente, tienen que ver con el asunto y he llegado a la conclusión de que una suerte de laberinto inquietante, no sólo social y económico, sino también político, rodea al problema, incluso he pensado que casi todo lo que ocurre o pueda ocurrir en el futuro se proyectará con gravedad en la cuestión migratoria.

Europa estornuda económicamente por el gripazo hipotecario-inmobiliario de los Estados Unidos, debido a que hoy el mundo está globalizado, tanto para lo bueno como para lo malo y si son ciertos los presagios, la clase pasiva y subsidiada de la economía europea, la española especialmente, se verá incrementada en la misma medida que se destruya empleo, tanto en la construcción misma como en las industrias que de ella dependen.

Desaparecerán entonces las alegrías del gasto y el consumo se volverá prudente. Todo ello ocurrirá, casualmente, en un escenario en el que el mundo occidental examina, en el espejo de las economías del Este asiático, su propia competitividad. Hay que ser mejores en calidad y reducir gastos para poder estar en el mercado.

Las crónicas de los corresponsales comunitarios han informado de un reciente estudio de la Unión Europea sobre la necesidad de una inmigración cualificada. La población de la Unión de hoy, de 490 millones de ciudadanos –de ellos 18 millones inmigrantes-comenzará a descender a partir del año 2025. Hoy, uno de de cada cinco europeos tiene más de sesenta años y en el año 2050, uno de cada tres, Es decir, cada día más viejos y fuera del circuito laboral productivo.

La economía alemana buscaba el año pasado a más de 23.000 ingenieros para situarlos en su motor económico y el conjunto de la UE necesita hoy a más de 300.000 expertos en nuevas tecnologías. Por ello se trabaja en Bruselas en la creación de una suerte de inmigración de primera división, hablan de una “tarjeta azul”, para atraer a trabajadores especializados que disfrutarían de un tratamiento exclusivo en relación a los demás. Objetivo: 20 millones de inmigrantes “vip” durante los próximos 20 años, un millón por año..

Pero las proyecciones a largo plazo son simples remaches en los engranajes de la maquinaria del mundo, de sus países y de sus gobiernos. La Asamblea Francesa aprobó la semana pasada la iniciativa de Sarkozy de exigir pruebas de ADN para el reagrupamiento familiar de los inmigrantes en situación legal. “Fui elegido para encontrar soluciones a los problemas de Francia, no para comentarlos”, ha dicho el político en una frase que, seguramente, pasará al glosario de la transparencia política por su sencillez y elocuencia.

En Francia, además de lo del código genético, se apretará a quienes quieran trabajar y vivir allí, para que el inmigrante hable suficientemente el francés y demuestre que cuenta con medios suficientes para mantener a la familia que espera tras el estrecho de Gibraltar o en la lejana China, si no es que ya está, ilegalmente, en las “banlieu” de las viejas Galias. Sarkozy se propone, además, establecer unos topes anuales según profesión y zona de origen, adaptando así a los inmigrantes a las necesidades de Francia y no al contrario.

La vecina Inglaterra, con un primer ministro nuevo, ha enseñado ya las uñas y anunciado que tendrán prioridad en el empleo los parados que sean ciudadanos del Reino Unido, aunque los sindicatos ingleses no han tardado en decir que la burbuja del desempleo nativo, de carácter crónico, se debe fundamentalmente a la falta de una buena formación profesional.

Da la impresión de que ya es políticamente correcto, o no es incorrecto, decir aquello de “primero nosotros” y que en Europa son cada vez menos aquellos a quienes se les caen los anillos al ver los mayores niveles de exigencia que Estados Unidos impone a quienes quieren vivir allí. Justo ahora arranca el complejo sistema electoral norteamericano y, cuentan los cronistas, que las propuestas de Hillary Clinton, Barak Obama y John Edwards sobre la inmigración ilegal, tendrán un peso importante en los resultados de los Caucus de Iowa, el primer test del Partido Demócrata para buscar un candidato que intente ser el sucesor/a de George Bush. El próximo presidente deberá decidir sobre ese muro de 1.500 kilometros que la administración y el congreso norteamericano han decidido construir en su frontera con México, medida sobre la que los tribunales internacionales deberán pronunciarse, con inciertas garantías cumplimiento si el veredicto es contrario a Washington.

Pero este laberinto tiene rincones oscuros, hablo de hace uno, dos o tres días, que sobrecogen y que, mucho me temo, tendrán su resonancia en la cuestión de la inmigración. Suiza, que no es miembro de la UE pero sí el corazón de Europa, elegirá a los miembros de su cámara baja el próximo 21 de octubre y el Partido Popular de Suiza, liderado por Christoph Blocher, un magnate de Zürich, aparece como favorito en unas encuestas que parecen no reflejar el previsible rechazo de los suizos a una campaña basada en una historia en la que unas ovejas blancas, echan a patadas de su territorio –marcado con la cruz blanca de la bandera suiza- a una oveja negra que personaliza, así lo reconocen sus líderes, a los “delincuentes extranjeros”.

El caso estremece por los recuerdos que nos ofrece la historia reciente de Europa, de la misma manera que ocurrirá si damos carta de crédito a la última intervención pública del número dos de Bin Laden, Ayman Al Zawahiri, en el que se llama a sus seguidores a “limpiar el Magreb islámico de los hijos de España y Francia”.

¿Sabremos salir del laberinto?