domingo, 9 de septiembre de 2007

EL ORO VERDE

Ha pasado poco más de un siglo desde que los beduinos de Arabia, los kurdos de la actual Irak y los indígenas que habitaban en torno al Orinoco vieron como su vida se veía definitivamente alterada con la aparición de bosques de torres metálicas, chimeneas de inmensas plantas de refino y la aparición de agentes comerciales multinacionales que convertían todo lo que salía de las entrañas de sus tierras, el oro negro, en oro auténtico, en petrodólares.

Aquello fue el lanzamiento definitivo de la revolución industrial, el salvavidas del carbón y el nacimiento de una sociedad que, en muchos más aspectos de aquellos que podemos imaginar, gira en torno al petróleo. No fue necesario que pasaran muchos años para que esta materia prima dejara atrás a otras alternativas y el mundo quedó dividido por la simple pero evidente condición de ser, o no, país productor de petróleo.

El lector estará, con toda seguridad, bien documentado sobre la historia de esta sustancia orgánica que durmió millones de años bajo la corteza terrestre, que ha provocado guerras y cuyo control está entre los objetivos de magnates, emperadores de diminutos reinos en el desierto, populistas poco inquietos por las libertades y, finalmente, de los países más poderosos del mundo.

Pero el petróleo es una materia prima cada vez más escasa y tiene, como ha ocurrido con el carbón, fecha de caducidad, aunque ninguno de nosotros lleguemos a vivir ese momento.

En 1994, la Academia Sueca concedió el Premio Nóbel de Química al húngaro, nacionalizado norteamericano, George A. Olah, por su contribución al descubrimiento de vías alternativas a la energía proveniente del petróleo. Este profesor de la Universidad del Sur de California, ha dirigido recientemente la publicación de un estudio titulado “Más allá de la gasolina y el gas: La economía del metanol”, en el que concreta y avanza sobre los estudios que le valieron su galardón.

El ritmo de consumo y la mayor demanda de las economías del Este, China y la India, sitúan el horizonte del agotamiento del petróleo, según el investigador, no más allá del año 2080 y otro tanto ocurrirá con el gas cuando esté arrancando el siglo XXII.El uso de energías alternativas de todo orden, solar, eólica, la proveniente de las olas y las mareas, actuarán como dilatador de la agonía petrolífera y por ello el Nóbel defiende y propone, como solución a largo plazo, el desarrollo de la economía del metanol.

Olah apunta sus bondades, partiendo de los cultivos, si se aplica una economía de escala, pero pone encima de la mesa una gran dificultad. Para producir 1,5 millones de toneladas de metanol al año, sería necesario recolectar, cada día 2.500 toneladas de biomasa, a cuyos costos de producción habría que añadir los de su transporte hasta las plantas transformadoras.

Aquellas inquietudes de hace ya 13 años se han visto hoy superadas positivamente por la vía de los hechos y vemos como los biocombustibles han dejado de ser una materia exclusiva de sesudos estudiosos, para convertirse en objeto de debate, en inductores de inflación por el aumento del precio de los cereales para el consumo por su desvío a la industria energética e, incluso, en herramienta de contrincantes políticos en la geoestrategia internacional.

En México, uno de los países, junto con Brasil, con mayor esfuerzo en el desarrollo de alternativas al petróleo, el precio del maíz ha subido un 70% en dos años y en Europa la barra de pan, la del bocata, va ganando dignidad económica a pasos agigantados, para desgracia de los bolsillos e indicadores económicos.

No han pasado muchos meses desde que Lula da Silva y Chávez competían en giras simultáneas por Centroamérica y Suramérica, ofreciendo a los gobiernos de la zona acuerdos bioenergéticos, en el caso del primero, o , en el del totalitario venezolano, petróleo a precios de derribo. Tan lejos se ha llegado en este pulso entre el oro negro y el oro verde, que Lula - cuya elección como presidente de Brasil hizo saltar las alarmas del mundo capitalista y estremeció a las bolsas occidentales- cuenta hoy con el apoyo y la amistad coyuntural de Estados Unidos y Rusia, con cuya petrolera Galp, ha firmado recientemente un acuerdo para la producción de 600.000 toneladas de biocombustible al año.

La paradoja política de esta carrera puede ilustrarse con la compra y renovación de deuda externa argentina por parte de Chávez, ¿qué pensarán los venezolanos menos adinerados y más endeudados? y la firma de un acuerdo de Caracas, con el ayuntamiento de Londres para la compra de gasolinas un 20% por debajo de los precios del mercado, ¿acción social bolivariana en el “paupérrimo “ Imperio Británico?.

Pero en este panorama, ya hay quien ha puesto sobre la mesa la cuestión social. Si realmente estamos ante el desarrollo futuro de una industria energética basada en la biomasa vegetal, ¿no nos encontraremos ante la oportunidad histórica para corregir los grandes desequilibrios económicos mundiales?

Jacques Diouf, Director General de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO), publicaba hace unos días en “El País” que los biocombustibles, si se planifican de forma adecuada, permitirían acelerar el crecimiento de muchos de los países más pobres del mundo, posibilitar el renacimiento de la agricultura y suministrar energía moderna a un tercio de la población mundial . Para ello propone que una parte importante de la bioenergía mundial, sea generada por los trabajadores agrícolas del mundo en desarrollo, que representan el 70% de los pobres del planeta.

Pide que se levanten las barreras aduaneras de los países de la OCDE a las importaciones de etanol y se enseñe a los campesinos del Tercer Mundo no solo a producir adecuadamente biomasa, sino también a organizarse en cooperativas. Diouf defiende su propuesta en una evidencia indiscutibles: la de que los ecosistemas más adecuados y las grandes reservas de tierra se encuentran en los países en desarrollo y no en las naciones industrializadas.

El debate parece haber comenzado, el que leeremos en los diarios y el que, sin trascender, se estará produciendo ya en esos despachos en donde lo primero y lo último que se mira es la cuenta de resultados y el logro o el mantenimiento, simple pero deslumbrante, del poder.

No hay comentarios: