¿Realmente sabemos en la que nos hemos metido?. Esta mañana
me he hecho esta pregunta al pensar que, tal vez, debería escribir unas líneas
acerca de lo que pienso sobre lo que está pasando alrededor de mí. Y he estado a
punto de desistir, de dejarlo para más adelante…pero me he dicho que entonces
será aún más peliagudo y aquí me tienen. Así que si les apetece…sigan leyendo
porque me propongo no andarme con circunloquios.
Sí, vivimos en una atmósfera electrizada que nos atosiga,
abruma, inquieta y nos hace temer por lo que nos va a venir en un futuro. Y
creo que esa atmósfera es irrespirable para todos, para los independentistas
que sobreponen la legitimidad a la legalidad
y a los que, como muchos ciudadanos de Cataluña que no vamos hacia ninguna separación, no
queremos que nos desamparen vulnerando las leyes que democráticamente nos hemos
dado.
A esa división nos han llevado quienes no han sabido
adelantarse a los acontecimientos, renunciando a las manipulaciones populistas
y quienes han hecho de la falta de cintura política una virtud en lugar de una
tara, que es lo que realmente es. Dan ganas de llorar porque nos han traído
hasta aquí y ahora no tienen ni repajolera idea de cómo sacarnos. Esta
historia, la del problema catalán, encaja como anillo al dedo en nuestra convulsa historia…y cuando hablo
de convulsiones y de historias me refiero a las de toda España, incluida, claro
está, a la catalana.
¿Pero es que no se dan cuenta?. ¿No ven que aquí abajo- ¡sí,
aquí abajo!- estamos siete millones de personas esperando una salida a tanto
desastre?
El futuro no se construye sublimando la legitimidad al
tiempo que se pasa por encima de la legalidad, ni haciendo de esta última el
denominador común para quedarse quieto al tiempo que se traza una raya en el
suelo que no se ha de pisar. Sí, ya sé que me repito.
Ni tampoco deformando la historia y concediendo carnets de
demócratas o antidemócratas…ni tildando de franquistas a quienes hicieron
posible una Constitución en la que tanto
su letra como el apoyo que recibió de millones de ciudadanos –en Cataluña uno
de los mayores- no merecen que ahora se hable del Régimen del 78. ¡Qué poco
decoro!, ¡Cuánta falsedad!.
Lo de “El Imperio de la Ley”, a fuerza de ser oído por tanto
político , comienza a estar algo manido. Debería ser –si fuésemos una sociedad
madura y bien cultivada- algo sobrentendido. Es un concepto, sí, me refiero al
Imperio de la Ley, que debería estar interiorizado desde la escuela para que
después no lo tuviéramos que escuchar tanto en las trincheras políticas. Las
leyes, todas, tienen siempre abierta la puerta a los cambios que los escenarios
hagan recomendables.
Pero cuando se vulnera la ley aprobando iniciativas
traumáticas que aplastan al Estatuto de Cataluña y la Constitución, el
resultado no es más que el comienzo de una pesadilla. Como la que ahora vivimos
Divididos, separados, desesperados, enfrentados y
emocionalmente hechos unos zorros. Así estamos, con matices propios, los de un
lado y los del otro. Todos, los mismos que hace quince o veinte años, pese a
tener posiciones políticas bien distintas, sabíamos convivir. ¡Dios!, cuanta
nostalgia la de aquellos tiempos.
Javier ZULOAGA