viernes, 30 de noviembre de 2007

¿LADRONES DE PALABRAS?

No se trata de un interrogante esnob, ni mucho menos. La duda me ha asaltado cuando he visto el rifirrafe que se traen entre manos los chinos y los mejicanos a cuenta del nopal, un cactus emblemático para los segundos, casi un símbolo nacional mejicano, que los primeros tratan de registrar como marca china en las altísimas instancias internacionales que regulan la propiedad intelectual.

Comenté el asunto en una clase del master de comunicación de EAE en Barcelona, en el que estoy colaborando y en la que, entre quienes me escuchaban, existe una nutrida representación de graduados mejicanos. Vi que el asunto no es una cuestión menor, que irrita profundamente y comprobé, al navegar por Internet horas después, que en Méjico la cosa está que arde.

Resulta que chinos y japoneses, pero especialmente los primeros, han decidido competir en el mercado de los productos derivados del nopal (textiles, alimenticios y medicinales) y que tienen ya más de 5.000 hectáreas en producción dirigida a la posterior exportación al mismo Méjico y el vecino Estados Unidos.

El asunto no tendría mayor trascendencia –no olvidemos que cultivos tan universales como la patata o el maíz tienen su origen en América- a no ser por la decisión de los empresarios chinos de registrar, en la oficina de patentes y marcas de la Unión Europea, la marca “Nopal” como de propiedad y derecho chinos. Dicho de otra manera, es como si algún espabilado hispano, cuando los barcos españoles trajeron a Europa el tubérculo de la patata o la mazorca de maíz, se hubiera hecho propios los nombres con que, en las lenguas indígenas americanas y en las diferentes acepciones hispanas, se conoce a esta materia prima alimenticia tan universal.

Por ello parece razonable que los mejicanos, con lo del nopal, sientan que el zorro se les ha colado en el corral y se ha ido llevando las gallinas delante de sus mismas narices. Tal vez por ello arrecian las críticas contra el gobierno de Felipe Calderón y en los comentarios que los lectores envían a las ediciones “on line” de los diarios, se le acusa de pasividad y no haber evitado que los audaces empresarios chinos se hayan llevado a su país incluso la tierra necesaria para que el nopal arraigue sin problemas en el lejano Oriente.

En esas líneas de espontaneidad de los lectores se leen cosas que, si son ciertas producen algo de espanto, como por ejemplo que la imagen de la Virgen de Guadalupe está patentada por un chino, aunque no faltan tampoco desparpajo y humor en otros lectores que proponen contraatacar y patentar, como productos mejicanos, los palillos chinos o el ginseng.

Hace días leí en “El País” un interesante artículo sobre este tipo de conflictos de propiedad intelectual, que lamentablemente no son nuevos. El Neem es un arbol originario de Birmania y la India que, entre otras virtudes, tiene la de actuar como insecticida biológico. Pues bien, la Oficina Europea de Patentes, (EPO) concedió en 1994 la exclusividad de un derivado del Neem al Departamento de Agricultura de los Estados Unidos y a la multinacional WR Grace, decisión que tuvo que se anulada siete años más tarde por las presiones de organizaciones sociales, que consiguieron poner fin a uno de los casos más emblemáticos de lo que bien podríamos llamar “biopiratería”.

Hay más casos. El Hoodia es una planta utilizada como adelgazante porque inhibe el apetito. Su uso es centenario entre el pueblo San, que habita en el desierto del Kalahari. Fue tratado por los laboratorios del Consejo Surafricano para la Investigación Científica y los derechos vendidos posteriormente en Pfizzer. La presión internacional obligó al Consejo Surafricano a ceder parte de los beneficios de la venta de la patente al pueblo San, pero El País estima que sólo el 0,003% ha retornado a los descendientes de quienes, mucho tiempo atrás, descubrieron las propiedades del Hoodia.

La información dice que estos casos son la parte visible del iceberg de un negocio basado en el desarrollo de fármacos desde plantas originarias de una parte concreta de la tierra y que los investigadores occidentales han desarrollado desde la constancia de unos poderes curativos tan reales, como de antigua y demostrada tradición.

Información de “El País”:
http://www.comfia.info/noticias/38192.html

El aprovechamiento de las riquezas naturales propias de zonas concretas del mundo ha ido despertado las conciencias aunque al parecer con escaso éxito. Así, en 1992, un total de 187 países firmaron el Convenio sobre la Biodiversidad Biológica, que no es más, para organizaciones como Greenpeace, que una pantalla de la falta de interés de las multinacionales para actuar con justicia y equidad. Pura galería.

Pero hay quienes andan más despiertos. Brasil ha publicado y enviado a la WIPO (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) una lista de 5000 términos generales referidos a plantas con posibles efectos y aprovechamiento medicinales. Se intenta evitar lo que ahora puede afectar a México, conocido en la jerga de las patentes como “lingo-privacy”, el aprovechamiento y uso como marca de las palabras usadas popularmente para referirse a plantas o remedios.

La cuestión, pese a parecer formal, no logra esconder un problema de mucho mayor calado, el de la compensación a los países subdesarrollados o menos desarrollados, por los beneficios que sus materias primas vegetales y sus tradiciones generan, una vez son procesadas por las empresas de los países avanzados.

En 1971, el economista James Tobin, premio Nobel de Economía en 1981, propuso una suerte de tasa o impuesto, que lleva su nombre y que proponía que pesara sobre el flujo de capitales en el mundo a favor de la reducción de la pobreza. Muchos movimientos antisistema hicieron suya la idea y -tal vez por ello- no prosperó entre quienes regulan y deciden en el mundo las cosas importantes.

Al leer lo de Nopal mejicano he pensado, tal vez con simpleza, que sería una buena vía para reducir las distancias económicas en el mundo aplicar algo parecido, una suerte de royalty por el origen de las cosas que acaban generando grandes beneficios.

Dejaría así de ser tan chocante que en países tan paupérrimos como Sierra Leona no haya que rascar mucho en el suelo para que aparezcan diamantes o que el Congo de Joseph Conrad, el 90% de los beneficios del petróleo, las piedras preciosas, el cobre, el estaño, el zinc o el coltán (materia básica en la aeronaútica, la telefonía móvil y la física nuclear) se vaya a otros continentes sin dejar apenas rasgo fiscal, mientras el 60% de la población está mal alimentada, vive con menos de un dólar al día y con una esperanza de vida de apenas 43 años.

El relato sería tan interminable como decepcionantes las expectativas de solución, tal y como escribí en este mismo blog al hablar de los biocombustibles y la oportunidad que su desarrollo suponía para paliar la miseria mundial. Para el que quiera recordar, basta con pinchar en la siguiente línea.

http://javierzuloaga.blogspot.com/2007/09/el-oro-verde.html

Javier Zuloaga

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