viernes, 9 de noviembre de 2007

¡SI CERDÁ LEVANTARA LA CABEZA!

Cuando la audacia de quien escribe decide hacer una incursión en el pasado para encontrar soluciones a problemas de hoy, se corre el peligro de herir susceptibilidades, levantar ampollas emocionales y caer en la desfachatez. Pero de la misma manera que pienso lo arriba escrito, tengo la convicción de que la historia no tiene dueños ni puertas, que cierren o abran el paso según quien llame y que debe ser, por ello, un lugar de libre tránsito con la condición de que quienes circulen por ella la traten con cariño, cosa que yo me cuidaré mucho de hacer.

¡Caray!, pues si que mi artículo de hoy tiene un comienzo trascendental.

Viene esta reflexión a cuento de una comida que ayer compartí con un colega inconformista, en un sabroso restaurante familiar de la calle Cerdeña de Barcelona. En el encuentro, además de buenos guisos y caldos acordes, salió la salsa de lo que pasa en el mundo oficial, ese que ocupa tantos espacios mediáticos como rangos inferiores entre la gente corriente, más ocupada en la solución de sus problemas más inmediatos.

Pero pese a las lecturas más generosas de lo que ocurre en la cosa pública, no quita que sea cada vez más preocupante el descontrol dialéctico de nuestros dirigentes, cosa que si para los estrategas de la política es algo lógico en el engranaje del tiempo prelectoral, a los más paganos en marketing político nos acaba sobrecogiendo porque la brida y la fusta, si se usan al tiempo, acaban descabalgando al jinete y desbocando al caballo. Me refiero a la convivencia.

A mi, lo del “alejamiento irreversible” o el “adeu a España” en boca del Presidente de la Generalitat me produjo desasosiego. Es más, creo que va a traer mal fario. Mi compañero de mesa me decía que soy alarmista y que la cosa iba de órdago para conseguir meter presión a la olla del Gobierno, que todo esto de las declaraciones forma parte del juego y que de aquí a pocas semanas sólo se acodarán los estudiosos.

Puede que mi amigo tenga razón y tendré que aceptar, además de su buena capacidad de análisis, que el significado de lo que se dice públicamente es una cuestión menor y que está en muchas ocasiones supeditada a las triquiñuelas de la lucha por ganar o mantener el poder.

De vuelta a casa pensé que todo esto viene abonado por los desastres infraestructurales que se dan, desde el pasado verano, en la ciudad de Barcelona, especialmente los últimos de las comunicaciones ferroviarias de cercanías. También me dije que tal vez los políticos no estén comportándose a la altura de los ciudadanos que van y vienen de mala manera a Barcelona y que están dando un ejemplo de civismo tal vez inimaginable en otros parajes y paisanajes. En un informativo de televisión catalán, un conductor de autobús, venido desde Andalucía a la Ciudad Condal cuando los de Fomento tocaron a rebato, explicaba hace pocos días cómo sus pasajeros se volcaron en su trato amable y ayuda cuando andaba perdido en la jungla urbana Barcelona.

Y fue entonces cuando pensé en IldefonsoCerdá, el padre del Ensanche, aquel ingeniero de caminos que diseñó la extensión de una ciudad más allá de sus murallas y que todavía hoy, cuando casi se han cumplido doscientos años de su nacimiento, es objeto de exposiciones, ensayos y conferencias. ¿Qué hubiera hecho él?.

Pensé entonces que si Cerdá hubiera vivido dos siglos se habría echado las manos a la cabeza al ver que su ciudad se ahoga cada día más entre el mar y la montaña y que de la misma manera que Gracia y Sarriá acabaron integrándose en la capital catalana, este prohombre habría propuesto, tal vez, comunicarla con el Vallés por algo más que un embudo de pago a tocateja y descentralizar de verdad la vida administrativa de Barcelona.

Aquel urbanista que murió de viejo en Santander y cuyo proyecto fue una imposición de Gobierno de Madrid al ayuntamiento de Barcelona, que había elegido la opción del arquitecto Rovira y Trías–así lo cuenta la página “web” municipal- hubiera mirado a cincuenta, cien o más años vista, como cuando pensó en el paseo de Gracia, en tiempos en los que sólo circulaban, por las calles de la ciudad, algunos carros de tiro.

Lo de 1992 y los JJ.OO. fue un golpe de aire fresco que se ha quedado ahí, como muestra de lo que fue y no siguió y en la Cataluña de después del hito olímpico tenemos, como inaudito, haber inaugurado, en los tiempos de las autopistas de seis carriles, el único un eje viario a la vieja usanza, de dos direcciones, para que adelantar a un camión haya vuelto a ser una operación sesuda y emocionante.

¿Hay alguien que esté pensando en la Barcelona de 2100?, ¿tenemos soñadores que se rijan por espacios de tiempo superiores a los cuatrienios electorales?. Si los hay y no son escuchados deben sentir una gran frustración al ver de qué manera y con qué cerrilidad caminamos hacia lo más difícil todavía.

Y si no los hay, pues tenemos tiempo más que sobrado para preguntarnos cada mañana sobre nuestra propia identidad, para mirarnos en el espejo de un centralismo buscando culpables a quienes apuntar nuestras desgracias, para fijar fechas quiméricas y para pensar, cada vez menos, en los rincones más olvidados de Cataluña.

Javier Zuloaga

2 comentarios:

B.Alvarez dijo...

Apreciado Javier,

Vaya por adelantado que hoy tengo un día especialmente negativo y crítico, por en nada en particular y por todo en general.

Empiezo a estar realmente cansada, por no decir agotada, de tanto gobernante "idealista" y de tanta crítica infantil gobierno-oposición. Mientras teorizamos sobre Catalunya-España y/o nos comportamos como niños a la hora del recreo, considero que la casa sigue sin barrer.

No quiero quitarle relevancia a las ideas, al teorizar o al filosofar pero considero que destinarle todas las energías implica que otros aspectos quedan desatendidos. ¿Qué está sucediendo a nivel económico? ¿Cuales son las soluciones a las empresas que se trasladan? ¿Qué pasa con la subida de intereses?,etc,etc...

Lo de las infraestructuras (AVE, carreteras,etc,etc...) siempre lo he visto como un "caramelito" con finalidades electorales. Como si el resto de problemas quedaran "encubiertos" con solo decir "En esta legislatura hemos hecho xxxx kilómetros de vías rápidas,hemos inaugurado xxx, etc,etc...". Recuerdo que en un pueblecito gallego hubo un cambio de alcalde porque le prometió al pueblo arreglarles el campanario y ponerles una cruz iluminada en lo alto. Aquello fue fruto de mofa durante mucho tiempo, porque por las noches si uno no sabía que aquello era una Iglesia podía tener la tentación de pararse a comprar condones. Que me imagino que el buen señor no se paró a pensar en las consecuencias de poner una cruz verde, sino que con las prisas por recabar votos adquirió la primera que encontró.

Que desde luego las cosas en este país se hacen pensando en las próximas elecciones y sin mirar más allá, es innegable. Tenemos una amplia experiencia en ir parcheando todas las situaciones fruto de las prisas y del "no me quiten la butaca" de los gobiernos anteriores.

Anónimo dijo...

Creo,querido Javier,y al hilo del sentir de tu articulo,que las conclusiones publicadas hoy en los diarios, no solo catalanes sino de ambito nacional,del encuentro de ayer en el Circulo de Economia por su presidente,el Sr.Lara,son de lo mas elocuentes.
Parece que refugiarse en el victimismo parece agotado.Es hora de empezar a pensar en grande,como Cerdá.
Un abrazo
MM