lunes, 7 de mayo de 2012

DOS Y DOS NO SON CUATRO


Conformarse con la superficialidad y la apariencia de las cosas realmente difíciles; sentar cátedra y doctrina sobre hechos irrelevantes; atrapar cualquier oportunidad, no dar respiro y zumbar al contrario que ocupa la poltrona que tú mismo dejaste ayer caliente. Son tres de las patas, seguro que hay más, sobre las que se sostiene el ejercicio irresponsable de la política. Me refiero, claro está, al ejercicio de la función pública en su más amplio sentido cronológico: la de hoy, la de hace cuatro años y la que en un futuro seguirá marcando el paso.

Y debe ser así porque dos y dos no son cuatro, de la misma manera que la traslación a la vida política de los más importantes teoremas y principios de la geometría o la física tendrían una validez relativa, una vez sucumbieran a la demagogia y el oportunismo.

No se asuste el lector, ya que estas líneas no son una soflama escéptica sino la compensación que me he concedido al ver algunos pequeños detalles de las cosas más próximas que nos rodean.  En este caso, se trata del disparatado desajuste que existe entre las radiografías universitaria y económica de España, que ayer domingo era tratado por algunos medios a raíz de un estudio realizado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas  y la Fundación BBVA.

Algunas de sus conclusiones hacen pensar: España es el país europeo con más población universitaria en empleos que requieren menos cualificación y está a la cola en el porcentaje de ocupaciones cualificadas.
Nuestro país ha perdido universitarios de forma ininterrumpida desde 2008, al tiempo que crecía el número de universidades públicas y titulaciones: en las 79 universidades existentes se imparten 2.413 estudios de grado. En el primer año de 500 de esos estudios de grado, se han matriculado menos de 50 alumnos, en 228 estudios  los candidatos no llegaban a 30 y en 117 los jóvenes que comenzaban no llegaban a la veintena.

El informe no descubre nada sobre una de las evidencias tradicionales de la demanda universitaria española. Hay más candidatos que plazas para quienes quieren ser médico, arquitecto o ingeniero, aunque el nivel de desencanto de quienes quedan fuera no es homogéneo, sino que depende de que universidad estemos hablando.

“El mundo de la empresa –dice el estudio- debe orientarse”. Y aquí es donde he sentido que aumentaba mi perplejidad. Pertenezco a una generación en la que no superar la licenciatura tenía mala venta, en la que un médico, un arquitecto o un ingeniero tenían mucho más “caché” y en la que optar por materias poco prácticas como la Filología, las Ciencias Políticas o el Periodismo era considerado como una formación insuficiente.

Pero todos, ya fuéramos de ciencias o letras, sabíamos que, con el título en la mano, tendríamos que buscarnos un lugar en el que trabajar y lo conseguíamos, más o menos, en una proporción que hoy parecería un milagro. El abogado podía acabar en el departamento de contabilidad de una empresa, el químico en un colegio o el ingeniero naval en una empresa de materiales. Pasados tantos años, aquello podríamos encuadrarlo en lo que hoy se conoce como “sostenible”. La cosa iba tirando.

Pero volviendo a ese giro que debe dar la empresa, ¿no debería ser al revés y que el gobernante y el legislador estuvieran siempre atentos a las tendencias de oferta de empleo  (público y privado) al diseñar una política universitaria válida para el medio plazo?

Alemania está importando mano de obra cualificada, buena parte de ella española y ya comienza a ser normal que en nuestras familias uno, o más de uno de sus miembros, estén construyendo su futuro en países a los que España les está regalando el valor añadido de una formación universitaria.

Somos un país generoso, rumboso, en el que de la misma manera que discutimos para pagar una ronda en la barra de un bar, ofrecemos asistencia quirúrgica de alto standing a británicos que planifican magistralmente sus baños de sol y las operaciones que en su país demorarían demasiado para su paciencia. O las facturas que pagamos a Rumania –ahí es nada- por la asistencia a nacidos en aquel país, que un día emigraron a España de cualquier manera, obtuvieron una tarjeta sanitaria  tras empadronarse y regresaron a Transilvania con el carnet de desplazado “español”.

Y además exportamos alto talento a bajo costo para quien lo pone en valor.

Quijotes…

Javier ZULOAGA

2 comentarios:

Quim dijo...

Sin ánimo de enmienda, se me ocurre que la última palabra del post también pudiera ser “Lazarillos …”

Ferran ampurda dijo...

A los mandamases de este país nunca les ha interesado la cultura, pues los frutos se recogen muy, pero que muy tarde, interesa más las soluciones a corto plazo, (chapuzas) para así afianzar el voto.
Desde la llegada de la democracia se han cambiado tres veces el sistema escolar y universitario, y reajustado otras tantas, entonces ¡Que se puede esperar!

El que no se atreve a ser inteligente se hace político.