viernes, 19 de septiembre de 2014

NOVELAR LA HISTORIA


Durante el verano que ahora acaba, he repartido mi tiempo entre la búsqueda del sosiego frente al mar, en ver y hablar con buenos amigos, en tratar de llevar una vida sana,  en tomar notas de ideas para una próxima historia que he de escribir y en la lectura.

Han ido pasando por mis manos Las tres bodas de Manolita , de Almudena Grandes; La Pirámide Inmortal de Javier Sierra y me he puesto al día con Ken Follet tras leer Un lugar llamado Libertad (2006) y he comprado  El Umbral de la eternidad, la última pieza de la trilogía The Century de este gran narrador galés.

Y para tomar mayor conciencia de mi condición de escritor tengo sobre la mesa –y voy leyendo sin prisas pero con feliz detenimiento- Aquellos años del boom, del periodista de “la Vanguardia”  y reciente Premio Gaziel, Xavier Ayen, en el que desentraña aquella eclosión de ingenio literario hispanoamericano que desembarcó en Barcelona en el último decenio del franquismo de la mano la superagente literaria Carmen Balcells, tal y como se la nombra en algunos momentos de la obra. Se la recomiendo a aquellos que no pueden resistirse al empuje de la curiosidad y quieren hurgar en las biografías de García Márquez o Vargas Llosa, entre otros. Es un gran libro.

Cuando repaso el conjunto veo que voy bien servido. Pero me detengo especialmente en La Pirámide Inmortal, en la que Javier Sierra nos hace viajar por lo más profundo de las divinidades y espiritualidades del Viejo Egipto, de la mano de un Napoleón Bonaparte que además de su afán por construir un imperio francés en el mundo, escondía sueños de inmortalidad. Sierra ofrece al lector los paralelismos de la muerte y resurrección –a los tres días- de Osiris y Jesucristo, siendo la de este último muy posterior a la del marido de Isis y padre de Horus.

Napoleón se aproximó a esa inmortalidad que buscaba tras una noche de éxtasis erótico que formaba parte de un ritual para caminar hacia la muerte y la eternidad….no les contaré más porque la obra acaba de llegar a las librerías, pero sí quiero compartir con ustedes mi convicción de que el libro de Sierra, que de alguna manera coloca al  cristianismo bajo la sombra de los faraones –Jesús vivió casi treinta años en Egipto- no hubiera pasado el Nihil Obstat de la censura eclesiástica de la postguerra española y posiblemente hubiera llevado al autor a la pira de Santo Oficio hace cuatro o cinco siglos.  

Es también un buen libro que también les recomiendo porque tiene miga y te acerca, desde el formato de la novela histórica, a realidades que poco tienen que ver las de los moldes educativos  con los que crecimos los que nacimos y crecimos desde los años cincuenta. Lo pensaba a medida avanzaba: ¿Hasta qué punto los colegiales de antes y buena parte de los actuales dejan espacio y dan por sentados hitos de la historia  que no lo son?

Esta misma duda vino a mi cabeza hace años cuando leí Inés del alma mía de Isabel Allende. Aquel gran libro me animó a escribir, hace ya siete años Cambiar la historia. Pinchen si les interesan estos asuntos.

“Corría por la historia de la conquista de Chile –escribí en agosto de 2007- a través de las páginas de “Inés del alma mía”, de Isabel Allende, que, con las licencias literarias necesarias, lleva al lector a volandas hasta los orígenes de ese gran país transandino como parte del Reino de España. Las crueldades cometidas bajo la solapa de una política de mestizaje obligado -porque los varones nativos desaparecían de forma cruel – y el fariseísmo de justificar todo aquello en la extensión de la fe cristiana hasta los confines de la tierra, producen una cierta desazón por pertenecer a ese país que en la enseñanza de su historia sólo ha asumido, con la boca pequeña, algunos excesos de la colonización.

Entendí mejor, al cerrar las tapas del libro, la petición de perdón público de algunos presidentes suramericanos con ocasión del reciente viaje de Benedicto XVI y el reconocimiento final del Vaticano de que lo que pasó en aquellas tierras no pertenece, precisamente, a lo más granado de la historia de la Iglesia Católica”
.

Está claro  que lo de Javier Sierra y su inmersión en la magia egipcia, no tienen nada que ver argumental e históricamente con la obra de la escritora chilena afincada en California, pero sí que invita a pensar que habría que cambiar los moldes de lo que se enseña e introducir los elementos de lo que se va sabiendo gracias a quienes rebuscan en la historia con mayor curiosidad. De la misma manera que habría que corregir los capítulos electrizantes de la colonización americana, tampoco estaría mal que se enseñara, desde una cierta distancia, sin manías y descabalgados de los lomos dogmáticos, la historia de las religiones.


Javier ZULOAGA

1 comentario:

Quim dijo...

Casualmente estoy leyendo estos días "Blood Meridian" de Cormac McCarthy, en la que a partir de hechos históricos se novela una visión nada romántica (y menos ejemplarizante) de la conquista del Far West.

Sin duda resulta fundamental conocer la historia, pero a la vista de la última ronda de bombardeos en Siria, cada vez me cuesta más pensar que los seres humanos tengamos la capacidad de aprender de los errores cometidos en el pasado, por lo menos desde que comenzamos a convivir "civilizadamente" hace unos 12.000 años.