Seguramente ha sido uno de los primeros refranes que casi
todos hemos oído cuando éramos niños. “Las tomas o las dejas, como las
lentejas”. Claro está que el significado del refrán que indicaba a quien lo
escuchaba que no había, para comer, otra alternativa a aquel plato de legumbre
que bien cocinada era una auténtica maravilla, es hoy, en el arranque del siglo
XXI, algo poco más que folclórico, una suerte de souvenir gastronómico.
Vivimos en un mundo a la carta y ¡ojo! además, a que los
alimentos tengan o no tengan gluten, cuídense mucho si pudiera ser celiaco y
alerta a ese embutido de morcilla y
chorizo que le puede colocar el colesterol en niveles poco recomendables.
Lo de los refranes queda para el recuerdo y para ilustrar situaciones a las que esos
dichos les viene como anillo al dedo. “Agua que no has de beber”, “A buen
hambre no hay pan duro”, “A falta de pan buenas son tortas”, “A falta de pollo,
pan y cebolla”.
Yo me he quedado hoy con lo de las lentejas porque ilustran
bien el gran desaguisado de Cataluña en donde, a quienes aquí vivimos y
tributamos, nos han colocado frente a una gran ración. Independentista, sí o
si, como plato único. Las tenemos que tomar y si no queremos hacerlo, allá
nosotros, porque la fiesta continuará por derroteros desconocidos y muy
inquietantes.
Ayer escuche en TVE a Xavier Vidal Folch diciendo, palabra
más, palabra menos, que es insuficiente y parcial hablar sólo del problema
Cataluña/España, sin duda peliagudo y muy grave, ya que hay otro, el de
Cataluña/Cataluña que es el que divide, separa y enfrenta a quienes vivimos en
esta tierra.
No es victimismo sino realidad auténtica. Entre quienes el 1
de octubre no acudan a votar al referéndum –o como se haya de llamar a lo que
ocurra- hay una buena parte que no quiere pronunciarse sobre una separación de
España porque cree que los problemas, que los hay, se han de solucionar de otra
manera y en otro lugar, además de votando.
Pero buena parte de esa buena parte, valga la redundancia, tuerce
el gesto también cuando frente a la evidencia de lo que se avecinaba desde
2012, quienes podían buscar soluciones, o bien han provocado el enfrentamiento
y azuzado el mal rollo hacia España, o
se han acorazado tras el cumplimiento de las leyes, que es cierto que han de
ser cumplidas, pero que tienen establecidos mecanismos para su propia reforma
si así hiciera falta…como el Estatuto o la misma Constitución.
Y así nos han dejado, compuestos y sin novia, con nuestra
propia libertad echándose a temblar y preguntándonos qué pasara después de la
fecha histórica del proceso independentista.
Cuando ayer veía las noticias de la concentración de
alcaldes en el Palacio de Sant Jaume, pensaba que la estampa tenía tintes y
escenografía algo revolucionarios, una
suerte de 2 de mayo catalán o –ya les gustaría a algunos- una toma de la Bastilla en el que el canto de Els
Segadors sustituía a la música de los Miserables. Sí, muy épico pero
profundamente preocupante.
En mis últimos blogs he escrito que esta es una “guerra” en
la que la munición son las emociones y los sentimientos y que se debería haber
tenido mucho ojo, ¡algo!, con la repercusión que todo lo que ha venido
ocurriendo está teniendo y va a tener entre, repito, ENTRE los ciudadanos.
Pero ya estamos aquí. Los milagros, si existen, seguro que
no ocurren en la política, aunque ésta nos hará pagar una buena penitencia a
quienes no hemos cometido mayor pecado
que asistir al espectáculo como oyentes.
Exacto…nosotros nos comeremos las lentejas.
Javier ZULOAGA
1 comentario:
Razón tienes Javier, pero el sol seguirá despuntando todas las mañanas para poder medir bien las resistencias
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