miércoles, 27 de agosto de 2008

LOS NUEVOS "JASP"

El diario Público ofrecía hace pocos días a sus lectores dos páginas en torno a la juventud y el trabajo. El motivo era la celebración, el 12 de agosto, del día mundial de quienes aún no han entrado en el tercer estadio de la vida de las personas. ”Los nuevos JASP, (Jóvenes aunque sobradamente preparados) añaden la I de infravalorados” era el título del texto principal en el que se describía la paradoja de que quienes han tenido que competir más para obtener ahora un buen expediente, encuentran menos compensación económica, estabilidad laboral y conciliación con su vida personal, que los de unas generaciones atrás.

El número de contratos laborales eventuales para jóvenes se ha duplicado en España en una década hasta llegar al 42,7%. En sentido contrario, el porcentaje total de contratos indefinidos ha pasado del 80% al 70% entre 1998 y 2005.

El diario ofrecía, como posible explicación a este fenómeno, los resultados de una encuesta de la consultora Proudfoot entre 1.500 ejecutivos, que arroja unos resultados poco esperanzadores, ya que al estar hecho el estudio entre quienes deciden en el mundo empresarial, podría afirmarse que piensan que los jóvenes que llaman a la puerta del mundo laboral, son poco productivos. Vamos, que valen cada día menos, si es que la encuesta no miente.

El director del Observatorio Joven Empleo del Consejo de la Juventud apunta a una posible causa: “Es normal que una persona que se vea obligada a ser autónoma, en lugar de tener un contrato indefinido, se sienta menos identificada con la empresa y por tanto produzca menos”.

“Precariedad, temporalidad y sobrecualificación, son los listones que deben superar los JASPI (Jóvenes aunque sobradamente preparados e infravalorados)”, concluye el artículo.

¿Es un fenómeno pasajero?, ¿un ciclo? o ¿tal vez nos hallamos ante cambios muy profundos en las reglas del juego?, ¿hemos comenzado a dejar que las cosas funcionen definitivamente sin corsés y de acuerdo con lo que el mercado dicte?.

Muy posiblemente el desarrollo de las nuevas tecnologías ha entrado de lleno en los fundamentos del mundo del trabajo, como lo ha hecho también en el ocio y los hábitos de la sociedad. Mírense, si no, lo que circulaba por la Red la semana pasada acerca de un casco que lee los impulsos cerebrales y que, aplicado al ocio electrónico, hará que nuestros hijos, en mi caso mis nietos, no tengan siquiera que mover un dedo para interactuar con el último videojuego.

Martín Carnoy es un brillante profesor de la Universidad de Stanford, California y autor de un estudio que abre los ojos, “El Trabajo en la era de la Información”. Uno de sus capítulos se titula “la Nuevas Tecnologías y los mercados laborales”.

Dice Carnoy que es socialmente simplista y contumazmente equivocado culpar a la tecnología del elevado desempleo, de la descualificación laboral y de la disminución de los salarios de las personas menos formadas. La tecnología, defiende, cambia los modos del trabajo, pero la situación en el empleo ha de ser analizada teniendo en cuenta otras variables, principalmente la política económica y la laboral, o los sistemas de organización.

Dice el autor que el dilema no es el fin del empleo, sino su transformación.

De lo que plantea el profesor norteamericano puede deducirse que el proceso es imparable y que es impensable la reedición del llamado ludismo, un movimiento que en Inglaterra trató de poner puertas al campo de la Revolución Industrial. No pudieron los artesanos del textil contra los grandes telares y no parece lógico que ocurre ahora algo parecido en un mundo en el que sería complejo poner ahora frenos a la globalización.

Carnoy es lapidario ante a los escépticos. Frente a las teorías acerca de la destrucción y la degradación del trabajo originado por las nuevas tecnologías, este profesor de Stanford abre la ventana del futuro e invita a mirar la influencia que éstas tienen en la mejora de la producción, en el consumo, en la demanda de otros bienes en otras industrias y finalmente en el conjunto de la economía, incluida la creación de empleo.

Entiendo que nos dice que no seamos miopes y que graduemos bien nuestra capacidad para mirar un poco más allá..

Desde un punto de vista global y apoyándose en estudios de la OIT, el capítulo nos traslada el convencimiento de que los ordenadores, el software y sobre todo las telecomunicaciones aumentan la productividad y consecuentemente pueden influir también en la competitividad. Compara el dinamismo que las Tic está teniendo en las sociedades más avanzadas, con el cambio social, económico y de hábitos que supuso la extensión mundial de la industria del automóvil.

En el mundo faltan más de 400.000 técnicos informáticos, recuerda el autor entre otras mucha cosas, al tiempo que pone en evidencia, en sus cuadros, las diferencias que existen entre la Vieja Europa, atrapada por sus envidiados corsés del Estado del Bienestar y Estados Unidos, en donde el paro descendió, durante las dos presidencias de Bill Clinton, y a causa de la gran eclosión social y económica de Internet, hasta los mismos niveles de los años 60, un 4,6%.

“Los analistas antitecnológicos - sostiene Carnoy- deberían de examinar de forma realista qué es lo que está pasando y poner su talento al servicio de la creación de mejores y nuevos empleos.”

Entiendo, por intentar simplificar su comprensión, que lo que el de Stanford quiere decirnos es que si se hubieran aplicado parecidos inmovilismos en el pasado, tal vez los barcos seguirían surcando los mares a vela o la industria permanecería en su estado gremial.

Creo que tiene bastante razón y, en cualquier caso, podremos comprobarlo en poco tiempo, aunque seguramente en otros campus universitarios diferentes a Stanford, o incluso allí mismo, alguien estará estudiando de qué manera la nueva realidad tecnológica están abriendo aún más la horquilla que separa la prosperidad y la miseria. Y para solucionar este problemón, hace falta algo más que I+D+I+D+I…. Javier Zuloaga

1 comentario:

Anónimo dijo...

Javier, en mi opinion lo que no estas teniendo en cuenta es que estos JASP tienen una P (preparacion) muy técnica, de mucho renombre (una señal), y normalmente basada en la competitividad y no en la aportación de valor. Si la preparacion fuera de otro tipo: toma de decisiones, proactividad, velocidad, honestidad, trabajo en grupo, negociación, globalidad, consciencia de los intangibles... creo que estos JASPI serian de nuevo JASP, y seguro que entonces el dinero vendría por sí mismo... Es más, los que ven el dinero como papelitos y cosas metálicas redondas y no como un fin en sí mismo, seguramente podrian incluso llegar a ser felices con sus vidas!