La Isla de los rebeldes es la segunda novela del periodista y escritor Javier Zuloaga. Nacido en Bilbao en 1952, pertenece a una familia de larga tradición periodística e intensa actividad en el mundo de la comunicación.
En 2005, debutó en novela con El hombre que pudo ser libre, publicada también dentro de la colección Modernos y Clásicos de El Aleph Editores.
En La isla de los rebeldes, Zuloaga nos sumerge en la vida de San Gregorio, una isla imaginaria situada en un lugar inconcreto del Caribe, rica en petróleo, un nuevo topos literario nuevo que habrá que añadir al archipiélago de lugares ilustres de la literatura.
Entramos en la novela de la mano del periodista Julián Rasilla i de Don Lucas, un personaje singular, viejo profesor por cuya aula han pasado a lo largo de los años los alumnos más distinguidos de la isla, hoy miembros de la élite del país. El narrador nos presenta a Don Lucas en la fiesta de homenaje de su jubilación, y allí, ante un auditorio cautivo, repleto de exalumnos, sorprende a propios y extraños con un discurso subversivo.
Don Lucas ha llegado a aquel punto de sabiduría que le lleva a comprender que todos sus esfuerzos para educar a sus compatriotas no ha dado ningún resultado digno ni palpable, y asume con todas las consecuencias que ya no tiene nada que perder y que puede cantar la verdad, decir sin miedo lo que piensa sobre el establishment de su país.
Javier Zuloaga no cae en la tentación de la política ficción, que suele reducir los personajes a caricaturas al servicio de un esquematismo psicológico o a una farsa argumental.
La isla de los rebeldes es una novela que tiene alma, una novela de personajes masculinos que se resisten a caer en la marginalidad o a ser barridos por el sistema; hombres mayores –pero también maduros-, que luchan con camaradería por defender sus ideales pero también su nostalgia, mientras van consumando (es cierto) el aprendizaje de la decepción.
Pero no crean que La isla de los rebeldes sea una simple sátira de la miseria política. Zuloaga nos seduce con la épica del desencanto, muestra hasta donde nos lleva la tentación del fracaso, pero su mundo no es oscuro, sino un mundo lleno de luz, un mundo rebosante de claridad, la luz tropical, radiante y calurosa.
Zuloaga nos habla de la amistad y la camaradería, valores que siempre estarán por encima del resentimiento.
Es un motivo de satisfacción para los que trabajamos en El Aleph publicar La isla de los rebeldes, una novela que aúna con gran equilibrio anécdota y reflexión, diálogo y descripción, y que por encima de todo rebosa humor y alegría. El antídoto a nuestra gravedad que casi siempre es nuestra salvación.
Bernat Puigtobella Barcelona, junio de 2009
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