jueves, 25 de agosto de 2016

EN EL NOMBRE DE DIOS

Al regresar hace pocas semanas de su viaje a Cracovia, el Papa Francisco lanzaba a quienes le siguen con interés por la claridad de sus palabras –cada día más- un mensaje que contenía, así lo vi yo, cierta desesperación. Decía en el vuelo de vuelta a Roma, que no es justo identificar al Islam con la violencia, recordaba a los periodistas que le escuchaban su último encuentro con el gran imán de la universidad islámica de El Cairo, al Azhar Ahmed al Tayeb, con el que compartió idénticas aspiraciones de paz, e ilustró con su elocuencia argentina que las religiones son una suerte de “macedonia”, porque en ellas hay de todo.

Leanse el enlace del comienzo de este artículo, porque merece la pena en un verano en el que hemos podido seguir de cerca de qué manera se desataba una polémica importante por el uso o prohibición  de los atuendos de uso generalizado entre los seguidores del Islam. Sí, el burkini, ese bañador cuya promoción comercial  estamos regalando a más de un fabricante de ropa y que posiblemente no sea ni musulmán ni católico… a lo mejor camboyano…o chino.

Sí, las palabras de Francisco parecen una voz en un desierto en el que todos nos movemos sin  mucho sentido común y demasiadas emociones.

La masacre de Niza, como los atentados de París y Bruselas han encendido las alarmas del mundo libre y despertado, al mismo tiempo, sentimientos de rabia. A mí por lo menos bastante y reconozco que  me he dicho ¡Basta! mientras me situaba del lado de quienes piensan que aquí se ha acabado lo que se daba, que ni chilabas ni burkas y que fuera de las iglesias o las mezquitas todos debemos ir vestidos de ciudadanos o ciudadanas y que, en las escuelas, más de lo mismo.

He tenido tiempo para leer a quienes rascan en la historia desde su propia óptica, en “El Confidencial, a  Ilya Topper:De Algeciras a Estambul, titulado "El burkini, la traición" , una pieza que te sitúa bien en los orígenes del problema de los atuendos musulmanes. Échenle una ojeada, porque es la opinión de muchos y porque, al mencionar a la defensa de los velos en mujeres occidentales convertidas al Islam, el autor describe el  feminismo islámico como una postura que da a la mujer plena libertad de someterse a la doctrina religiosa elaborada por teólogos para proteger al varón contra la perniciosa influencia de la fémina.

Hay ríos de opiniones sobre este asunto y multitud de opinadores más expertos que yo, simple observador del asunto.

Vuelvo a lo que dijo el Papa Francisco en su vuelo desde Cracovia porque me parece finalmente lo más realista. Somos muchos millones de personas de rasgos y convicciones muy diversas. La evolución del mundo, sus guerras y sus miserias ha acabado por globalizarlo todo…como si de una macedonia se tratara y cuyas diferentes frutas, además, ya no se pueden separar. Aquí estamos todos, bien juntos y bien revueltos… nos guste más o nos guste menos.

Pienso que no es bueno trazar líneas en el suelo, ni hacer de la intolerancia el mejor regalo a quienes se han colado por la puerta de atrás de las creencias religiosas. Hay que hacer un esfuerzo.

Por eso me ha llamado la atención lo que la Obra Social de “la Caixa” editó, hace ya dos años y que ahora he venido a parar a mis manos, dentro de su programa de atención a enfermos terminales, que lleva a cabo desde 2008. Atención religiosa al final de la vida, es un canto y un homenaje a la diversidad de las religiones. Una guía para quien quiera saber cuáles son las creencias de quienes están dejando esta vida, ya se trate de un católico, un sunita, un chiita, un hindú o un ateo.

Nunca es tarde, ¿verdad?.

Javier ZULOAGA

  

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