Pena, aflicción, pesadumbre,
melancolía, infelicidad, amargor, pesar, desaliento, desánimo, infortunio, desgracia, desconsuelo, sinsabor,
trance, depresión….
Desasosiego, tribulación,
tormento, intranquilidad, preocupación, inquietud, desesperación, perturbación, consternación, agitación…
Esta
mañana he conectado el ordenador y he entrado en Google para buscar sinónimos
de tristeza y angustia, dos palabras que
han venido a mi cabeza de la mano del desánimo que me acompaña desde hace ya un
tiempo.
Hay
muchas más, ¡seguro!, para ilustrar interiormente lo que cada uno de los que
nos sentimos tanto españoles como catalanes y vivimos aquí, en Cataluña –y en el resto de
España también pero con matices algo distintos- llevamos como mochila
emocional.
De la
misma manera que es intensa la de quienes miran y desean la independencia de
estos territorios . Me atrevo a hurgar en sus emociones y pienso que –unidas a
sus sentimientos, convicciones y pensamientos- andan de la mano la ilusión y la fe en que llegarán
a alcanzarla.
Pero la
zozobra es común, a unos y a otros, porque todos sabemos que lo que ocurra esta
tarde (escribo a las 10 horas), no va a tener buenas consecuencias para el ninguno.
Sí, hablo claro: de ésta, de lo que se diga o decida esta tarde y del enorme
resacón que arrancará justo después, no se va a librar casi nadie.
Ni
quienes vivimos aquí y también quienes desde fuera nos llaman una y otra vez
para preguntarnos como lo llevamos.
El
domingo bajé desde Sant Cugat del Vallés a Barcelona para participar en la
manifestación que convocó la Sociedad Civil Catalana, que desbordó las
previsiones de los organizadores y en la que pudimos escuchar de qué manera
Mario Vargas Llosa hablaba con el corazón, para algunos perversamente y para
otros, yo entre ellos, con una gran bocanada de libertad. https://youtu.be/j4-9QpWXLo4
Aguante
casi un par de horas, las mismas que mi espalda fue capaz, y me detuve en mirar
a quienes me rodeaban. No soy experto en las movilizaciones populares y pensé
que otros me explicarían después la
dimensión de aquel éxito.
Buscaba
a mi alrededor y encontré a una pareja de unos cincuenta años, bien vestidos,
que compartían una senyera catalana.
Miraban al frente, a ningún lugar y no coreaban consignas, ninguna. Estaban
allí. Como aquel hombre con muletas, al que todos le abrían paso, ¡faltaría
más!, que no ocultaba un gesto de fatalidad y que, también sin articular
palabra ni gritar como hacían casi todos, parecía estar diciéndose a si mismo
que todo esto se va a ir al carajo. Y unos cántabros que no hacían más que
preguntarnos cómo lo llevábamos… a los que mi amigo de Sant Cugat, el que
aparece en mis últimos artículos, les decía y me decía a mi también que habrá
un antes y un después de aquella manifestación que demostró tanto que la
sociedad catalana está dividida y bastante rota, como que la gente ha perdido
el miedo a mostrarse públicamente en contra de aquello que no comparten.
Y que
sea por mucho tiempo y que el talante liberal, abierto y de cultura rica de los
catalanes, puedan más que la dilución de esos rasgos en las movilizaciones que
algunos utilizan peligrosamente como argumento político. Ningún catalán, ni los
unos, ni los otros ni los que andan por el medio, se lo merecen…ni tampoco el
resto de los españoles.
Javier
ZULOAGA
3 comentarios:
De la misma manera que es intensa la de quienes miran y desean la independencia de estos territorios . Me atrevo a hurgar en sus emociones y pienso que –unidas a sus sentimientos, convicciones y pensamientos- andan de la mano la ilusión y la fe en que llegarán a alcanzarla.
"the only thing we have to fear is fearitself"
Efectivamente, desconsuelo porque acabaron con el prodigio.
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