miércoles, 21 de mayo de 2008

UN PAÍS IMPOPULAR

Estados Unidos tiene en la vida real, como en el cine, una presencia avasalladora. Creo que en esto coinciden los defensores y los detractores de Norteamérica, un país al que, nos guste o no, los europeos le debemos la libertad, imposible sin su participación en el gran desembarco de Normandía en 1944, clave para el final del nazismo.

Puede que aquellas gestas grandiosas que los de la generación del 50 escuchábamos y la visita a Madrid del general y después presidente Einsenhower para acordar con Franco las bases de Morón, Torrejón y Zaragoza, hicieron que naciera una suerte de admiración general hacia lo que ocurría al otro lado del Atlántico, desde Nuevo Méjico a Massachussets. América era popular y caía bien. Por agradecimiento y porque fueron apareciendo personajes que se rodeaban de halos casi míticos y sobre todo exportables al Viejo ContineNte.

USA daba para todos los gustos, Bob Dylan, Joan Baéz, Gary Cooper, Elvis Presley, Marilyn Monroe son algunos nombres que aún alimentan a los nostálgicos y John Kennedy y Ronald Reagan auparon sentimientos patrióticos aunque con matices bien distintos. Son sólo algunos ejemplos, porque la lista podría ser mucho más larga y con tantas variantes como lectores, incluyendo la marcha de Charles Chaplin a Inglaterra, perseguido por los seguidores del senador McCarthy, que le consideraban un "rojo".

Los politólogos recurren a los índices de popularidad a pesar de su vulnerabilidad en la proyección electoral, ya que los votantes lo que buscan en ocasiones es al candidato más bronco, con menos manías a la hora de atajar los grandes problemas con medidas efectivas aunque sean impopulares. Cuentan que en el caso francés fue precisamente con el índice de popularidad más alto que se recuerda, el de Valery Giscard d´Estaign, cuando el socialismo llegó al palacio del Eliseo de la mano de Francois Mitterrand.

Pero en Estados Unidos ahora todo es más complejo y deliberadamente misterioso, dando la impresión al pagano en estas cuestiones de que una cosa es lo que circula por la superficie y otra lo que cuece en las bodegas del poder real, ese que no tiene cara.

Hace pocos días George Bush, en su último viaje a Israel con motivo de su 60 aniversario como estado, no tuvo empacho de entrar en la campaña de las presidenciales que le harán pasar a la reserva de la historia en el capítulo que le corresponda. Dijo lisa y llanamente, en su calidad de Presidente y ante su par hebreo, que Barack Obama tiene una actitud ingenua frente al terrorismo y que por ello ofrece poca fiabilidad para la seguridad de Israel.El mensaje era a los politicos que allí estaban y a los lobbyes judios que imponen su orden en no pocas cuestiones trascendentales de la vida norteamericana.

No habían pasado dos días cuando podíamos leer a Mario Vargas Llosa en “El País”, en un artículo en el que el peruano no podía ocultar su inquietud ante el trauma sociológico que el ascenso del candidato de color y profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Illinois, Barack Obama, está suponiendo para el conjunto de la sociedad norteamericana. "Obama en los infiernos", así se titula el artículo, recordaba cómo Hillary Clinton invocó su condición de “blanca” para atraer a los electores de Virginia Occidental, de mayoría blanca, en donde la candidata arrolló a pesar de las críticas del New York Times hacia la candidata por su sutil y destructivo racismo.

¿Conseguirá Obama enfrentar exitosamente las guerras sucias lanzadas contra él?, se preguntaba Vargas Llosa, que cerraba su magnífico artículo con más deseo que convicción al escribir que espera que “Por una vez, que el idealismo y los principios derroten a las maniobras de los políticos” . Realmente, el índice de popularidad, tal vez sea mejor hablar de confianza en el conjunto de un país, los Estados Unidos, no está pasando por sus mejores momentos.

Hace un par de semanas fui al cine a ver la película "Expediente Anwar", en la que se describe con crudeza como funcionan las cloacas de la seguridad norteamericana. Con un papel de notable y gélida crueldad de Meryl Streep, al argumento presenta el drama de Anwar El-Ibrahimi, un ingeniero químico egipcio-americano cuya familia emigró a Estados Unidos cuando él era un niño y que sospechoso de participar en un atentado, es torturado hasta hacerle confesar quienes eran los compinches –da los nombres de varios futbolistas para librarse del dolor- en una trama en la que nunca había participado.

Si, es cine, pero tanto como podrían ser las dos noticias que publicaba el New York Times los pasados 13 y 14 de mayo y que ilustran bien de qué manera la realidad iguala o supera a la ficción sin necesidad de pasar por la taquilla. Domenico Salerno, un joven italiano perdidamente enamorado de la americana Caitlin Cooper, a la que conoció en un supermercado de Roma, despertó las sospechas de los aduaneros del aeropuerto de Washington por sus numerosos viajes y le rechazaron la entrada… y la salida cuando dijo que lo que quería a volver a su casa. Resultados: diez días, sin cargos, en la prisión de Virginia.

Casi el tiempo aparecían publicadas las pesadillas de estudiantes del MIT
(Massachussets Institute of Technologies) de Boston, que tras gestionar la renovación de su carta de identidad, habían recibido una lacónica carta en la que se decía "I have determined that you pose a security threat” (He descubierto que usted plantea una amenaza para la seguridad).

Hubo excusas públicas, pero como bien indicaba una de las afectadas, esas dos palabras amenazantes “security threat”, están ahora en los poderosos sistemas de seguridad informática de los Estados Unidos.

Aunque yo no he llegado a esos niveles, lo cierto es que acabo de tener una experiencia que no tiene desperdicio. El milagro de Google, por el que siempre sentiré un agradecimiento infinito, me llevó a saber que la policía nacional de Colombia anda tras un tal Francisco Javier Zuluaga, alias "Gordo Lindo", cuya extradición ha sido solicitada por el gobierno de los Estados Unidos.

“Gordo Lindo”, que casi se llama como yo (Soy Francisco Javier Zuloaga y no Francisco Javier Zuluaga) está acusado de ser el organizador de envíos de alijos de cocaína desde Colombia hacia México junto con unos tales Rebellón, Villafane y Alejandro Bernal Madrigal, los tres narcotraficantes confesos.

El asunto no tendría mayor relevancia a no ser porque tenía proyectado acompañar a mi mujer a Boston el próximo septiembre. Hablé con gente que entiende de asuntos policiales, fui atendido excelentemente en el Consulado de EE.UU. en Barcelona y en la embajada en Madrid me dieron la larga lista de documentos para obtener un visado que, sin embargo, no haría imposible la humana confusión de un aduanero que no leyera toda y cada una de las letras de mi primer apellido y viera que yo no soy “Gordo Lindo”.

No viajaré porque el miedo es libre, pero mi historia, la película de Meryl Streep y los recortes del New York Times me ha llevado a preguntarme por el índice de impopularidad de un país en su conjunto –que desde luego no se lo merece- por una política que asusta al mundo libre.

Que se lo hagan mirar, pero me da la impresión de que no les preocupa demasiado.

Javier Zuloaga

1 comentario:

Anónimo dijo...

La derrota frente al nazismo se la debemos al gigantesco sacrificio del pueblo ruso que combatió hasta la muerte en primera línea... y la ayuda estadounidense a la URSS fue ridícula al igual la operación Overlord.