sábado, 27 de octubre de 2007

LA MODERNIDAD

Disponer de tiempo para uno mismo puede que sea una de las mayores fortunas que una persona puede llegar a alcanzar. ¿Qué haré mañana? resulta un privilegio, de la misma manera que lo es mirar a la mesa de trabajo, en tu casa y ver que han ido cayendo, una detrás de otra, esas lecturas que te habías propuesto hacer. Y de ellas, en mi caso, las de los diarios son siempre las primeras y más importantes, ya que consigo, con perspectiva y sin la presión de otros tiempos, ver algunos rasgos de cosas inquietantes que ocurren a nuestro alrededor.

Cuando comencé a escribir este artículo, ayer viernes, la justicia seguía siendo titular común de los periódicos. Dos noticias: la puesta en libertad, con restricciones mediante control policial, del joven catalán agresor de una ecuatoriana y el pulso que libran el partido del Gobierno y el del principal partido de la oposición por conservar o conseguir mayorías en una justicia que nos enseñaron que debía ser independiente de los poderes ejecutivo y legislativo, ocupaban lugares destacados. Como complemento, la rebelión de los jueces decanos que defienden una justicia profesional regulada desde el CGPJ y los ecos de la propuesta del Ministro de Justicia para que la judicatura se nutra de los licenciados en derecho con mejor nota.

Me parece que es difícil encontrar, en los tiempos recientes, momentos en los que la justicia haya ocupado, por si misma y como institución, espacios de tanto relumbrón en los medios de comunicación.

Todo este alboroto me ha llevado a buscar, en Internet, un artículo que escribió el magistrado mallorquín Guillem Vidal, encuadrado en lo que se dio por llamar ala progresista de los jueces. Su título es “Jueces sobradamente preparados” y fue publicado en El País, 16 de enero de 2006, un año antes de que el autor muriera. Para el lector interesado, en las líneas siguientes transcribo las direcciones digitales del artículo y de la información que “La Vanguardia” publicó con motivo de la desaparición de Vidal.
http://www.elpais.com/articulo/cataluna/Jueces/sobradamente/preparados/elpepuespcat/20060116elpcat_8/Tes

http://www.lavanguardia.es/lv24h/20070323/51315868750.html

Vidal situaba al lector en los diferentes sistemas de acceso a la judicatura en Europa: el británico, condicionado al ejercicio previo de 25 años de la abogacía; el francés, en donde ni siquiera es necesario ser abogado para opositar al acceso a la Escuela Nacional de la Magistratura; el holandés, que prima el estudio sicológico y nivel intelectual del candidato; o el italiano, del mismo corte que el español.

En estos dos últimos, el opositor “lucha contra el coaspirante y contra si mismo”, escribía Guillem Vidal, que en su artículo citaba también a un compañero suyo y antiguo director de la Escuela Judicial de Barcelona, Carlos Gómez: “Los aspirantes acceden a la carrera judicial con un déficit del conocimiento de la realidad, derivado de su juventud y de la intensa dedicación a la preparación judicial”.

He rescatado estas frases del artículo del mallorquín, al que conocí en 1987 cuando presidía la Audiencia Provincial de Baleares, cuando leí el pasado martes que el Ministro de Justicia proyecta paliar el creciente desinterés para ejercer en la judicatura, reclutando en las facultades de Derecho a los licenciados académicamente más brillantes. Lo cierto es que torcí el gesto y no pude evitar pensar que Guillem Vidal, progresista pero hombre de leyes potente, seguramente se hubiera echado las manos a la cabeza imaginando a “sus señorías” aún más jóvenes y por ello menos rodados en la vida que los que hoy salen de la Escuela Judicial y sin el importante bagaje, además, que supone haber dedicado tres o cuatro años al estudio minucioso de las leyes.

Para interesados: noticia sobre la iniciativa de Fernández Bermejo:
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=452376&idseccio_PK=1021


Mis reflexiones, como ciudadano, que no abogado, sobre la polémica iniciativa de Fernández Bermejo y mis artículos rescatados, me han sugerido bajar a la tierra de los contribuyentes de a pie y hacerme, una vez más, alguna preguntas simples.

¿Tenemos una justicia moderna?, ¿Es verdad que vivimos en la Sociedad de la Información?, ¿No es cierto que el Ministerio de Hacienda ya nos dice cuanto hemos ganado el año anterior antes de hacer la declaración del IRPF?, ¿No hay miles de ayuntamientos que han sido capaces de sacudirse la modorra de la burocracia mediante la ventanilla virtual?, ¿Cuántos equipos de investigadores trabajan en red en el mundo?...

Hay muchas más, que el lector puede añadir. Lo que yo me pregunto es si, con criterios de mayor modernidad, habría tenido solución el calvario que pasó un buen amigo mío que presentó, cuando comenzaba el curso escolar, una demanda ejecutiva por incumplimiento de régimen de visitas, que finalmente ganó, pero cuando ya era demasiado tarde porque la compleja mecánica del exhorto y el cumplimiento pulcro de lo que está reglamentado desde tiempos inmemoriales, zanjó el asunto cuando el curso había acabado y su hijo comenzaba ya a verle como un ser cada vez más lejano.

En tiempos en los que se perfeccionan los sistemas de encriptación para el envió de documentos por Internet, cuando la firma digital ya funciona, o con herramientas de gestión que se aplican con éxito en el mundo de la empresa, ¿no deberíamos modernizar la organización de nuestra justicia para salvarla de sus problemas crónicos?. Y con ello, no sugiero cambiar sus cimientos, esas leyes que nos hemos dado a nosotros mismos y que son una garantía para todos frente a todos, sino de mirar si su maquinaria necesita una puesta a punto, por lo menos.

Javier Zuloaga