miércoles, 23 de abril de 2008

LOS CURAS ROJOS

Nunca Paraguay había despertado tanta atención como desde el pasado domingo, cuando supimos que Fernando Lugo, al frente de una coalición de nueve partidos, Alianza Patriótica para el Cambio, había obtenido la mayoría en las elecciones presidenciales frente al oligarca Partido Colorado, en el poder durante 61 años.

Lugo pone a Paraguay en el mapa titulaba el pasado lunes El País, que posiblemente por primera vez en su existencia, abría sus páginas de internacional con dos planas dedicadas a este país arrinconado entre Argentina, Brasil y Uruguay

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Lugo/pone/Paraguay/mapa/elpepiint/20080422elpepiint_1/Tes


Más de un experto ha fruncido el ceño al ver como en América Latina se puede estar encendiendo una segunda mecha de cambios políticos explosivos. Con cincuenta y seis años, Fernando Lugo, el nuevo inquilino del Muburuvicha Róga (El palacio presidencial en lengua guarani), tiene una biografía personal ligada, casi al completo, con la religión católica. Sacerdote a los 25 años, fue ungido obispo en 1994 por Juan Pablo II, el mismo Papa que once años después le retiró la mitra, una vez vio que el joven prelado había asumido el liderazgo de las protestas contra el presidente Duarte.

Benedicto XVI le suspendió a divinis hace un año, justo cuando inició su carrera hacia la presidencia paraguaya. Pero pese a haber perdido la confianza de Roma, el nuevo presidente acepta seguir siendo llamado Monseñor y recibe a los periodistas en su hasta ahora pequeño despacho bajo dos cuadros, uno de San Pedro, primer Papa y otro de él mismo, en un encendido mitin de la campaña.

Es considerado como defensor de la opción pastoral de los pobres y se define a si mismo como un obispo rebelde. Para los periodistas que han viajado hasta Asunción para cubrir las elecciones presidenciales, Fernando Lugo tiene hilo directo con la Teología de la Liberación, uno de cuyos representantes más conocido, Fray Beto, ya ha situado al nuevo presidente en la línea populista de Chávez o Evo Morales.

La Teología de la Liberación nació al comienzo de los años setenta por iniciativa de sacerdotes socialmente inquietos y cercanos a los partidos de izquierda y revolucionarios. Sus precursores fueron el peruano Gustavo Gutiérrez Merino y el brasileño Leonardo Boff. Y entre quienes preguntaron al mundo ¿Cómo conseguir que nuestra fe no sea alienante sino liberadora? ,destacan sobre todo dos religiosos, el obispo salvadoreño Oscar Romero, asesinado por las camadas negras de su país y el español Ignacio Ellacuría, jesuita, que predicaba una teología que hacía una lectura más rotunda de los postulados evangélicos respecto a los pobres que la institucional del Vaticano.También fue asesinado.

¿Fueron unos martires? , me he preguntado en alguna ocasión y ahora lo hago de nuevo.

Por díscolos, rebeldes, inconformistas y –tal vez- por poco pragmaticos, los defensores de la Teología de la Liberación fueron castigados duramente desde Roma a través de documentos elaborados desde la Congregación de la Doctrina de la Fe, que desde 1981 y hasta su elección como Papa, presidió el cardenal Joseph Ratzinger.

Pere Casaldáliga, Jon Sobrino, Ernesto Cardenal o Helder Cámara, son algunos de los nombres de una forma de pensar que para unos era la auténtica y más próxima a los orígenes del cristianismo, mientras que para otros despertaba sospechas por su inclinación e implicación con las revoluciones latinoamericanas. Al lector con memoria le remito a aquella imagen en la que el ministro sandinista y sacerdote suspendido, Ernesto Cardenal, hincaba la rodilla ante un Juan Pablo II cuyos reproches al nicaragüense nunca llegaron a trascender.

No voy a seguir por los complejos y difíciles caminos de lo teológico simplemente porque no estoy preparado para ello, pero sí que me parece legítimo preguntarme qué hay en el fondo de lo que está pasando en América Latina desde hace cinco o seis años. Da la impresión de que se han quemado etapas y de que se inventan nuevas fórmulas, una suerte de alquimia que despierta la ilusión de los pueblos desencantados por los fiascos de sus gobernantes electos.

Los venezolanos se han echado en los brazos de un golpista cuyo pedigree retrataba El Mundo el pasado domingo en un valioso reportaje que explicaba de qué manera Hugo Chávez ha colocado a su padre, a su madre y a todos sus hermanos en apetitosos puestos de su administración.

http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2008/653/1208642401.html

Los bolivianos han hecho renacer el indigenismo con un presidente que juró ante sus dioses desde las cumbres más altas de Altiplano antes que en el Parlamento. Evo Morales tiene hoy algo más que dividido a su país. Lo tiene enfrentado, geográfica y socialmente, con un horizonte económicamente incierto al haber roto las reglas del Derecho Internacional.

Y Correa, en Ecuador, cerrando el círculo amenazante sobre la democrática y castigada Colombia que sobrevive por el apoyo internacional con que todavía cuenta el Presidente Uribe en Europa y los Estados Unidos.

Y ahora la Iglesia de la Liberación se apalanca en Paraguay, despertando sentimientos mixtos de patriotismo y justicia social. Si señor, un obispo se ha colado de rondón en la política del Cono Sur y no creo que exagere si afirmo que lo del pasado domingo va a ser un revulsivo o un buen argumento para quienes quieren movilizar a los socialmente menos afortunados.

¿Se alineará Fernando Lugo con Chávez, Morales, Correa y Ortega? ¿Intentará mirar a Argentina y Chile, y Uruguay? ¿Se acercará al pragmatismo de Lula?...

O tal vez asistamos a un nuevo estilo de mezclar avemarías y proclamas políticas, de hacer de la tribuna parlamentaria un púlpito o al contrario, que es casi peor. Creo que la religión, entendida en clave liberadora, se ha marcado un órdago en Paraguay.

Si al padre Llanos, confesor de los pecados de Franco y defensor de los desarrapados del Pozo del Tío Raimundo de Madrid o al Cura Paco, diputado comunista Francisco García Salve, les hubieran dibujado en el horizonte de la historia lo que ahora ha ocurrido en Paraguay, seguro que no se lo hubieran creído, posiblemente porque no imaginaban que la miseria puede generar también mucho poder.

Javier Zuloaga