jueves, 21 de febrero de 2008

¿ES DIFERENTE KOSOVO?

La semana que acaba, plena de noticias de precampaña, ha dejado buenos espacios a uno de los capítulos más controvertidos de los últimos tiempos en el escenario internacional: la proclamación de independencia del enclave de Kosovo. Es un territorio ubicado en los Balcanes, con una superficie algo mayor a los 10.000 km² y habitado por cerca de 2,2 millones de personas, de los que un 90% son de origen albanés.

Para muchos historiadores, Kosovo es el “corazón” de la Gran Serbia, tanto históricamente como por los símbolos cristiano-ortodoxos que siguen en pie en aquel territorio y sitúan en el siglo X el comienzo de una inmigración albanesa que, por el efecto generoso del crecimiento demográfico, hizo que, por lo que a sus habitantes se refiere, lo serbio acabara siendo minoritario

Lo del puente de Mitrovica, ciudad kosovar que divide a las comunidades serbia y albanesa, es el relato de la incertidumbre que planea ahora sobre una comunidad minoritaria –hay 100.000 serbios en Kosovo- en que ahora teme la llegada del frío plato de la venganza albano-kosovar.

Crónica sobre Mitrovica:

http://www.elpais.com/articulo/internacional/puente/divide/mundos/elpepiint/20080217elpepiint_3/Tes

La independencia de Kosovo guarda una relación directa con el genocidio que el gobierno de Slobodan Milosevic llevó a cabo para corregir la minoría demográfica serbia por la vía del asesinato indiscriminado y que desembocó con la intervención de la OTAN en 1999 para frenar los enfrentamientos y desmanes entre serbios y guerrilleros separatistas. Desde entonces, tropas internacionales, entre ellas las españolas, se mantienen atentas ante posibles estallidos de violencia.

Se ha escrito mucho estos días sobre el futuro de Kosovo, tanto en lo que se refiere a su viabilidad sin el apoyo serbio, de la que depende económicamente, como del reconocimiento internacional del nuevo estado.

España, paradójicamente, se ha visto colocada en el mismo bando que Moscú y frente a los principales países de de la Unión Europea, aunque las razones de Rusia sean bien distintas a las esgrimidas en Madrid, ya que mientras en el Kremlin se intenta evitar que los norteamericanos - ¡vitoreados! en Kosovo el día de la proclamación- acaben instalando una nueva base militar en el histórico radio geoestratégico soviético, en España preocupa el asunto por las distintas lecturas que de lo de Kosovo puedan hacer los diferentes nacionalismos ibéricos.

Y –como ocurre en botica- ha habido de todo. El Gobierno, en esta ocasión con el apoyo del Partido Popular, sostiene que España no pueda reconocer una declaración unilateral de independencia que no sea el resultado de un acuerdo entre dos partes y que no tenga el soporte de una resolución de las Naciones Unidas. Moratinos, en una de sus intervenciones menos criticadas, ha colocado la decisión española en el tejado de Naciones Unidas, en donde el veto ruso, bien lo saben todos, haría inviable una resolución que abriera las puertas de la independencia de Kosovo.

Y aquí, en España, hemos asistido a declaraciones de todo tono. Desde las peculiares conclusiones de la ejecutiva de ERC, que ha aplaudido festivamente lo ocurrido en Pristina, capital de Kosovo y ha lamentado que España no se haya alineado con los principales países del mundo ¡ERC aplaudiendo a los Estados Unidos de Bush! y la acusa de haber hecho alarde de un espíritu jacobino, imagino que refiriéndose a la concepción centralista de la democracia que tenía aquella sociedad que presidió y decidió sobre las cosas más importantes de la Francia revolucionaria, hasta que murió su principal presidente, Maximilien Robespierre.

Carod y su plana mayor se apuntan a un bombardeo, da igual que sea en Flandes, Escocia, Québec y ahora Kosovo. No se puede desperdiciar ningún tipo de carnaza, cuando se circula por la vida como si ésta fuera un pasillo y sólo se quiere ver el final del camino.

Artur Mas, presidente de CiU, marcó diferencias entre lo catalán y lo kosovar y dijo que lo ocurrido en el país de los Balcanes no es exportable a España, pero sembró la semilla de la discordia al tildar de poco democrático y sintomático de “mieditis” que Rodríguez Zapatero haya desperdiciado una ocasión para reconocer el “derecho a decidir”.

Pero yo me he quedado con las declaraciones tensas, con su ¡Por Dios! como expresión tensa, que pronunció Ramón Jáuregui, cabeza de lista del los socialistas vascos por Alava.

“Euskadi –dijo- nunca será como Kosovo, los vascos nunca querremos ser como Kosovo porque nunca querremos ser una nación étnica”. El histórico, que no viejo, socialista vasco lo decía con vehemencia, invocando a Dios, en unas palabras que eran respuesta a la declaración de la portavoz del Gobierno vasco, Miren Azkarate, que afirmó antes que lo de Kosovo supone una "lección sobre el modo de resolver de manera pacífica y democrática conflictos de identidad y pertenencia".

Ramón Jáuregui tiene un blog en el que el lector curioso puede empaparse de sus potentes argumentos y convicciones personales, que yo comparto en buena parte.

http://elblogdejauregui.blogspot.es/i2008-02/

Dedica dos artículos a Kosovo, pero han llamado mi atención las dudas, ¿no serán temores?, que Jáuregui expresa en el titulado “Kosovo y Nosotros”

¿Qué pasará con la minoría serbia en Kosovo, cuando se declare la independencia? Recuérdese que son 350.000 personas aproximadamente y que casi doscientas mil han abandonado sus hogares y no parecen dispuestos a volver. ¿Qué harán los cien mil serbios que todavía viven allí?

¿Es que hay que hacer un estado en cada una de las comunidades étnicas o lingüísticas del mundo? ¿Es que no podemos convivir los diferentes en estructuras políticas más amplias?

El político vasco conoce bien su tierra, ha sido Vicelehendakari con José Antonio Ardanza y llegó a tener la mayor representación en el parlamento de Vitoria aunque no pudo formar mayoría y presidir el Gobierno. Próximo a los 60 años, pocos más que yo, es uno de los vascos más respetados por su dedicación íntegra a la política y conoce bien, por ello, el carácter étnico del nacionalismo de Sabino Arana. Por ello, pienso, su horror ante la comparación con Kosovo le delata.

Seguro que ha leído el libro de su paisano donostiarra Fernando Aramburu “Los peces de la amargura” sobre el que pude escribir, en septiembre en este mismo blog, algunos comentarios encadenándolos con las reflexiones que me produjo la lectura de “Historia de un alemán”, de Sebastián Haffner.

http://javierzuloaga.blogspot.com/2007/09/los-camaradas-del-miedo.htmlç

Es cierto que por historia y evolución, Kosovo es diferente al País Vasco o Cataluña, pero no lo es menos que el miedo, el amedrentamiento general, la indiferencia insolidaria y la tolerancia frente a lo inaceptable hacen que, como bien explicaba Haffner y fantásticamente lo narra Aramburu en sus historias, quienes mantienen su dignidad frente a los violentos, acaben cada día más solos y arrinconados, precisamente, por sus propios compañeros de viaje, cansados ya de luchas estériles por defender sus principios.

Por eso, cuando he leído lo que pasaba en Kosovo y lo que ha dicho Jáuregui, no he podido evitar reflexionar sobre nosotros mismos, en esas ciudades y pueblos vascos en los que sólo hay una manera de pensar políticamente y no se puede hablar libremente; en esas universidades de Madrid o Barcelona en donde la intolerancia extremista impide que las aulas mantengan su espíritu de espacio abierto a las ideas de todas las tendencias; en esas ciudades en las que las turbas deciden si una reunión o conferencia es o no posible; o en esos acuerdos políticos cuya principal sustancia es que los abajo firmantes se comprometen a no pactar jamás con un determinado partido.

De acuerdo Jáuregui, lo de Kosovo es diferente, pero todo tiene su germen.


Javier Zuloaga