martes, 2 de septiembre de 2008

HORMIGAS

Una hormiga (con la voz del también siempre neurótico cineasta y actor Woody Allen), trata de romper el sistema totalitario de su sociedad y ganarse el amor de la princesa del hormiguero (voz de Sharon Stone). Frustrado por siempre trabajar "para la comunidad", se rebela tímidamente contra ella, mientras los altos mandos planean ir a la guerra con otros insectos para garantizar su seguridad.

El párrafo anterior aparece en la pantalla de los ordenadores cuando se piden referencias de la palabra Antz en Wikipedia, referidas a aquella realización de Dream Works, compañía fundada por Spielberg, que plantó el primer pulso a Disney, que rodó Bichos, escogiendo una y otra los mismos protagonistas: las hormigas.

Bichos se inspira en la fábula de la cigarra y la hormiga, de Esopo, y parodia a Los siete Samuráis de Kurosawa. Es el relato de lo que una vez ocurrió en una pacífica colonia de hormigas, que era asediada constantemente por un grupo de inadaptados, en este caso, los saltamontes.

Recuerdo que el público se repartió entre las dos ofertas, ocurriendo lo previsible: que los adultos sumaron una película más a su generoso repertorio paternal-cinematográfico al ir a ver lo que ofrecían los creadores del Pato Donald; mientras que millones de niños, con padres menos afortunados en su elección, se removían de sus asientos cuando no acababan de entender que pintaban las guerras imperiales y la geoestrategia en un mundo de apariencia infantil.

No me atrevo a decir si el mundo del comic cinematográfico vio su “El Dorado” en el mercado de los adultos con aquella película, o si para entonces Los Simpson ya arrasaban en audiencias maduras sobre cuestiones más corrosivas y mundanas. Pero lo cierto es que cuando –en la búsqueda de noticias para esta página- he ido viendo cómo se acumulaban conflictos o situaciones tensas en lugares claves del mundo, he acabado pensando que somos hormigas y que, en parecida proporción, nuestros problemas no trascienden más allá de nuestro hormiguero, del patio de vecindad.

Los tengo delante de mi, extendidos sobre una mesa, para ver si soy capaz de averiguar si la tensión que se ha extendido desde Moscú hacia las antiguas repúblicas de la URSS –¿no hablábamos ya con Kruchev de la Gran Rusia?- tendrá algo que ver con el recambio presidencial en los Estados Unidos, en donde, gane quien gane, se producirá un giro de estrategia internacional, porque ya peor no pueden andar.

¿Será real que Bush ha excluido a Corea del Norte de la relación de países demonizados tras el 11-S?, ¿tendrá algo que ver con la dimisión de Musarraf en Pakistán y el rebrote imprevisible del fundamentalismo en un país con futuro cada vez más incierto?.

¿Imaginábamos hace un año a un presidente francés viajando hasta Kabul para consolar a sus divisiones por la sangrienta emboscada de los talibanes, vencidos y resucitados en sólo cinco años?, ¿Es impensable, o posible, que asistamos a una reedición de la salida de los soviéticos de un Afganistán destruido y novelado, en clave propagandista proamericana, por el escritor Ken Follet en El Valle de los Leones?, ¿Aún se acuerdan de la humillante salida norteamericana de Saigón y de las épicas crónicas de Diego Carcedo para TVE?.

Recuerdo haber oído y leído que los países se inmunizan con las grandes tragedias. Que lo del gas mostaza, lo de Hiroshima, los campos de concentración nazi o las matanzas de los Grandes Lagos actuarían como virus protectores para el futuro. Puede que sea cierto y que todo aquello sea irrepetible. Pero también pienso que la imaginación humana y sobre todo la lucha por el dominio y la perversidad por si misma, despiertan la agudeza, tanto en las hormigas de las películas, como entre las personas que se sienten o quieren ser gigantes sin mirar siquiera a los hormigueros que tratan de sobrevivir a sus pies.

Vivimos momentos de cambio que la lógica de la historia hacía imprevisibles, pero que puede que se estén decidiendo en los despachos silenciosos desde los que no se ve, ni se oye, qué es lo que ocurre en la calle. Irán dice que tiene un misil para atacar a Israel y Rusia afirma que puede saltarse el escudo que la OTAN ha puesto en sus fronteras como muestra de buena voluntad.

Cuba saca pecho y recula en su aperturismo porque no tiene mucho que perder. Newsweek nos descubre que los argumentos de Putin para defender a los rusos de Ossetia serían también válidos en Ukrania, Letonia, Ubekistan, Kazakhistan o Bielorrusia y nos explica cómo los modos de la mítica KGB renacen con el uso de las nuevas tecnologías para aislar a un país en Internet antes de darle el zarpazo. Y esto ocurría cuando enterraban al Nobel Alexandr Solzhenitsin, autor de Archipiélago Gulag, que de haber vivido unos años más con lucidez se estaría tentando las ropas de puro miedo. No se pierdan el artículo que sobre él publicó en “El País” Vargas Llosa

Realmente, la asimilación humana de nuevos sucesos choca con un alud de acontecimientos que a veces son sospechosamente coincidentes. Irak, pese a lo que pasa cada día en sus calles, dicen que va mejor y ya hay fecha para la salida occidental, 2011. China, sobreviviente tras los JJ.OO. está en un brete estratégico-comercial.

Y ante todo esto, la Unión Europea en paños económicos menores, con un Berlusconi que vuelve a jugar con las reglas de juego y unos británicos que , ya van tres veces, extravían sospechosamente sus bases de datos. Mientras, de tapadillo, vemos que Barack Obama está de acuerdo con la industria americana del fusil casero – como Kennedy, Reagan, Bush, Clinton y Carter- pero podemos consolarnos con la ligera caída del precio de los alimentos básicos, para respiro circunstancial del Tercer Mundo.

Y muchas cosas más que debería mencionar también para que el lector se formara una opinión más completa, que yo confieso no tener. He arrancado páginas de diarios y las he doblado dos veces hasta reducirlas al tamaño de un palmo, para guardarlas después es una carpeta que he abierto hoy para escribirles en mi bitácora.

Aquí está pasando algo y no nos enteramos. Y no me conformo con las conclusiones proféticas sobre la presidencia de Bush de Gore Vidal , un catedrático rebelde que ha podido ejercer de antiimperialista en un país que siempre ha sido y quiere seguir siendo un imperio, lo que sin embargo no ocurre en otros parajes en donde se dispara, sin escándalo de sus gobernantes, contra una periodista, Anna Politkóvskaya, tan audaz como ilusa al buscar peligrosamente la verdad.

Si me dijeran que escribiera en 90 líneas qué está pasando en el mundo, tiraría la toalla. Pero tengo la impresión, en todo caso, de que todo se está moviendo demasiado deprisa.

Javier Zuloaga