sábado, 13 de junio de 2020

HERALDO DE ARAGÓN: JAVIER ZULOAGA O LA CAIDA HACIA LA NADA DE UN JOVEN ECONOMISTA


El escritor y periodista bilbaíno, afincado en Cataluña, publica su quinta novela, ‘Los palos que da la vida’, un libro de amor, fracaso y revelación

·       ANTÓN CASTRO 

Javier Zuloaga (Bilbao, 1952) ha recorrido medio mundo, con la literatura y con el periodismo y ahora, a sus 68 años, reside en San Cugat. Intenta dar salida un montón de curiosidades: acudía hasta la pandemia a las clases de la Universidad Autónoma, donde se ha matriculado en Historia Contemporánea, estudia idiomas, desea aprender a tocar la guitarra de la mano de algunas canciones de Joaquín Sabina, al que califica como “un poeta que cuenta historias”, y practica la independencia personal. “Los partidos políticos son importantes para la democracia, pero a mí me gusta ser libre, decidir por mi cuenta”, dice.

A la par dice que a veces se deja convencer por las recomendaciones de Amazon en algunas lecturas; habla maravillas y no para de la novela policíaca ‘La suerte de los idiotas’ de Roberto Martínez Guzmán, aunque su nómina de lecturas va más allá: ha vivido como si fuera una película ‘La madre de Frankestein’ de Almudena Grandes, “qué gran escritora, tiene un poder narrativo deslumbrante. Me encanta”, es entusiasta de los libros de Miguel Delibes -“viví en Valladolid varios años, allí mi padre dirigió ‘El diario regional’ y lo conocí”, dice-, y cita otras pasiones: Ignacio Aldecoa, Mario Vargas Llosa e Isabel Allende...

Había publicado cuatro novelas en el desaparecido sello El Aleph y ahora aparece la quinta, en Caligrama: ‘Los palos que da la vida”, donde cuenta la historia de un hombre, bien situado y que distrufa de distintos niveles de éxito, al que de golpe le empiezan a salir mal las cosas. “¿Que qué tipo de novelista soy? No es fácil decirlo. Me gusta contar. Todos mis libros son un poco distintos. Empecé en 2005 con ‘El hombre que pudo ser libre’, y allí la materia narrativa nacía de mi fantasía, de muchas cosas que había oído en mi infancia en Bilbao y que me había acompañado desde entonces. En ‘La isla de los Rebeldes’, de 2009, transcurría en la isla de San Gregorio, perdida en un lugar inconcreto del Caribe y abordaba, entre otros asuntos, algo que me interesa mucho: el populismo, un movimiento que surge cuando las cosas van peor, que hemos visto en Venezuela, en Cuba o en otros lugares. 

En ‘Librería Libertad’, 2011, que transcurre en el Raval, aparecía una joven Laia, de la burguesía catalana, con ideas propias. Y ese personaje reaparece en mi nueva novela”, explica. Cuando apareció este libro confesó: "Mi vida ha sido leer y escribir".


Juan García es el protagonista de ‘Los palos que da la vida’. Es un joven bien formado que trabaja en un banco de Madrid y que triunfa social y laboralmente “sin darse cuenta de todo lo que tiene a su alrededor. De la vertiente humana. De repente, por varias circunstancias, todo le empieza a ir mal, comete errores, y en ese viaje hacia la nada descubre la manipulación de las emociones colectivas, la soberbia, la venganza, y descubre la reacción de tribus urbanas o de colectivos sociales que no podía esperar.

 Era como si hubiera pasado por la vida como si darse cuenta. Hasta entonces había sido un cándido, había pecado de ingenuidad. Y esa falta de picardía social es la que le empuja a cometer equivocaciones y recibir inesperadas bofetadas de la realidad, y se convierte en una suerte de antihéroe que debe buscar el camino hacia la madurez”, matiza
Javier Zuloaga parece refractario a avanzar algo más del argumento de su novela, que también es una novela de amor y desamor. “En la trama también es importante un asunto de faldas. Juan García entabla una relación con una mujer vinculada a su profesión: ella trabaja en un banco de su familia y esa relación marcará mucho al protagonista”, desvela. “Hasta ahí puedo decir”, subraya. Hay otras cosas: una mirada social, una reflexión sobre los medios de comunicación y las redes sociales y esa especie de obsesión de varias de sus ficciones: el populismo.
“Piense por ejemplo en Venezuela. Tengo familiares que fueron a trabajar allí en pleno apogeo del petróleo, en los tiempos de Rafael Caldera. Era el paraíso de la economía; de repente todo se vino abajo y surgieron esos movimientos que tan bien descritos están en ‘La hija de la española’ de Karina Sainz Borgo, que revela algo que nos invita a pensar: los populismos se abren paso en medio de la miseria y las grandes crisis de la sociedad”, señala. Mira hacia España. “Piense en Podemos, también. Ahora ya se institucionalizado e incluso gobierna, pero es un movimiento o un colectivo que nació en la calle, del descontento social”.
También defiende el buen periodismo y advierte contra las ‘fake news’ que llenan el móvil “de fantasías y noticias delirantes que parecen inventadas por mentes diabólicas que ven una conspiración universal por todas partes”.








lunes, 8 de junio de 2020

EL IMPARCIAL: "ESTAMOS EN UNO DE LOS MOMENTOS DE MAYOR Y PEOR POPULISMO"

Lunes 08 de junio de 202013:17h
Javier Zuloaga ha publicado su quinta novela, "Los palos que da la vida"(Caligrama, 2020), un libro que reflexiona sobre la libertad del ser humano y los movimientos sociales a través de su protagonista, Juan García, quien tiene que adaptarse continuamente a los cambios o palos que se presentan en su vida personal y profesional.

Juan es un hombre normal impulsado por la inercia social. Siempre camina sin mirar a su alrededor hasta que un día todo su mundo se desmorona y descubre la realidad de las calles. Desde entonces, se sucederán una serie de acontecimientos imparables que le obligarán a readaptarse una y otra vez.

Preguntado sobre la coincidencia del título de su novela con el momento actual, Zuloaga reconoce a este diario que, "aunque todo el mundo está recibiendo bastantes palos" con la pandemia del coronavirus, este tema "no guarda relación con el argumento". Sin embargo, defiende que en sus páginas se habla sobre lo que estamos viendo y lo que aún nos queda por ver.

En este sentido, recuerda que escribe sobre el populismo, "uno de los grandes problemas que tiene la sociedad actual". "La manipulación y sacar partido a las desgracias sociales es algo que, desgraciadamente, está a la orden del día", opina. De hecho, se atreve a decir que "actualmente estamos en uno de los momentos de mayor y peor populismo que nos podíamos imaginar". 

"A mí lo de la nueva normalidad me sobrecoge un poco. Es un término que no me acaba de convencer", asegura. "La gente lo repite y los medios lo utilizan como si existiera desde hace mucho tiempo: es una suerte de slogan que camina a convertirse en una realidad y cuyo contenido no está claro que sea ni bueno, ni esperanzador…ni mucho menos atractivo", profundiza. Así, considera que esta nueva expresión "debería servir para corregir todos aquellos aspectos que pueden ser mejorables respecto a lo que antes teníamos" y no para el "borrón y cuenta nueva" que, desde su punto de vista, se está asumiendo.

Zuloaga aborda también en su novela el error relativizar los problemas cuando uno está en su zona de confort. Sobre este aspecto piensa que "en la vida hay que aspirar y trabajar para triunfar, pero sin dejar de mirar a los lados": "Juan nunca mira hacia abajo desde la ventana de su despacho y hay que tener en cuenta que el mundo es mucho más grande". De este modo, insiste en que "mientras tú vas subiendo no puedes dejar de mirar lo que ocurre a tu alrededor porque, como el protagonista, puede ocurrir que caigas por el plano inclinado de la vida y descubras cosas que ya existían pero en las que antes nunca te habías fijado".

"A partir de esos errores, Juan García empieza a descubrir cómo es la vida", explica el autor, que señala que el personaje principal de su quinta novela, a pesar de triunfar como economista, no se libra de "los palos que da la vida, porque a todos nos puede sacudir una mala racha".

Otra de las cuestiones en la que se detiene son las redes sociales. Como escritor y periodista, cree que lo importante aquí es "saber separar el grano de la paja". A pesar de aceptar que son "una vía comunicación", al mismo tiempo dice que han sido "una fuente de intoxicación muy preocupante". Reitera que por las redes sociales "va todo" y, por ello, reivindica la marca de los medios de comunicación como garantía de verdad en estos tiempos: "Que Efe sea Efe, El Imparcial sea El Imparcial, La Vanguardia sea La Vanguardia, como garantía de que la noticia es verdad, para no dejarse infectar".

Javier Zuloaga trabajó ocho años en la Agencia Efe y dirigió diarios como La Voz de Castilla o El Día de Baleares y al dar su visión acerca de estos cambios tecnológicos en la profesión, pone el foco en la importancia del periodismo ante las informaciones falsas que circulan en las redes: "El periodismo tiene que seguir existiendo por encima de todo, ya que la maldad puede sacarle provecho a esto", afirma.

Por ello, ante una situación de crisis sanitaria como la de ahora, advierte de que el populismo es "uno de los defectos que más afectan a la sociedad en la que vivimos en estos momentos".

No obstante, cree que todos los gobiernos deberían sacar una lección de este virus: "El coronavirus debería ser un aviso para todos los gobiernos que se han visto con los dedos pillados". Así, señala que, a partir de ahora, "gobiernos como Estados Unidos, Reino Unido o España deben echarle imaginación y trabajar para tener siempre en un cajón planes de emergencia: deben pensar en qué es lo peor que nos puede pasar y elaborar un protocolo de actuación".

https://www.elimparcial.es/movil/noticia/213873/cultura/zuloaga:-estamos-en-uno-de-los-momentos-de-mayor-y-peor-populismo.html

jueves, 28 de mayo de 2020

¿LA NUEVA NORMALIDAD?…MEJOR VOLVER A LA NORMALIDAD




Este es un término, “la nueva normalidad”, que nos han acuñado cuando ha llegado la pandemia, el Covid 19, y que se ha convertido en algo sobrentendido. La gente lo repite y los medios lo utilizan como si existiera desde hace mucho tiempo. La “nueva normalidad” ha ido sustituyendo sutilmente, en el lenguaje político, mediático y en la comunicación coloquial, a la normalidad en la que vivíamos antes de la pandemia. Es una suerte de  slogan que camina  a convertirse en una realidad y cuyo contenido no está claro que sea ni bueno, ni esperanzador…ni mucho menos atractivo.

Todos hemos de aceptar, claro está, que el poder destructivo de esta pandemia pasará factura a nuestro bienestar. Faltaría más. Como la han pasado otras situaciones difíciles o muy difíciles en nuestra historia reciente.

Lo que estamos viviendo es sobrecogedor y por ello hemos de afrontar lo que nos vendrá encima desde nuestras fortalezas, sin bajar la guardia ni renunciando a los fundamentos sobre los que hemos construido nuestra “normalidad”- 

Escribo esto porque me preocupa,  me inquieta y me pregunto por ello cómo se quieren definir los perfiles de esa “nueva normalidad”. De qué manera van a hacerlo.

Me asusta pensar que se defina y se dibuje en un marco de miedo y de indefensión general en el que se tomen decisiones invocando, de manera trascendental, el “bien general” … o que todos saldremos reforzados. Me asusta porque pudiera ser, ¡ojala me equivoque!, que sean decisiones de emergencia  que nos vengan impuestas de forma arrolladora y que nos la anuncien una y otra vez, desde una gran asamblea popular

Yo, como ciudadano, pienso que lo que debemos hacer es sencillamente aferrarnos a recuperar la normalidad

¿Por qué?

Pues porque nuestra normalidad, esa que a veces parece que es agua pasada, es la suma de muchas cosas importantes, de conquistas, de libertades y sobre todo de derechos individuales y colectivos en todos los órdenes, en el civil como ciudadanos, en el profesional y laboral, en el empresarial, en el cultural…..

Y esa suma ha de ser intocable, incluso en las emergencias sanitarias en las que, en cualquier caso, se debería hablar de paréntesis, sólo de paréntesis.

AGENCIA EFE: "LA MADUREZ SE TIENE CUANDO TE DAS CUENTA DE TUS ERRORES"

Toni Conde Molina


Barcelona, 27 may (EFE).- El periodista y escritor Javier Zuloaga presenta en su última novela, "Los palos que da la vida", la historia de un economista de éxito social y profesional que "deberá espabilarse para darse cuenta de sus errores" y alcanzar la madurez, ha explicado el autor en una entrevista con Efe.

"La madurez se tiene cuando te das cuenta de tus errores", resume Zuloaga al referirse a la trayectoria del protagonista de su novela, Juan García, un economista con una preparación académica impecable en Estados Unidos que es nombrado directivo de un banco en Madrid: su carrera es una historia de éxito social, profesional y económico.

Sin embargo, una cosa es la preparación académica, y otra "espabilarse en la vida para no cometer errores, y por ahí es por donde Juan García tiene algún que otro problema", apunta Zuloaga.

"A partir de esos errores, Juan García empieza a descubrir cómo es la vida", explica el autor, que señala que el "antihéroe" que protagoniza su quinta novela, a pesar de triunfar como economista, no se libra de "los palos que da la vida, porque a todos nos puede sacudir una mala racha".

Estos errores son los que permiten al protagonista "distinguir lo más sencillo, que a veces es lo más complicado" y descubrir "cómo es la soberbia, cómo se trata a los insumisos, cómo son los falsos movimientos sociales que dicen defender a los más miserables y solo están haciendo lo que les conviene".

Zuloaga cita un dicho para explicar estos aprendizajes vitales: "Esto solo se aprende a palos. Es una gran verdad, aunque no sea una frase demasiado académica, pero es verdad que la vida nos enseña qué es lo que tenemos que hacer en todos los órdenes de nuestra existencia".

"Los palos que da la vida" (Caligrama) también reflexiona acerca de las redes sociales y la velocidad de los cambios a nuestro alrededor: "No critico la sociedad de la información, que nos ha dado una vías de comunicación de valor incalculable, pero nos ha alejado del contacto cara a cara", reflexiona el autor bilbaíno.

En estos tiempos de coronavirus de los que nadie escapa, Zuloaga valora que "las redes sociales han sido una vía comunicación", pero al mismo tiempo han sido "una fuente de intoxicación muy preocupante".

Javier Zuloaga es periodista -trabajó ocho años en la Agencia Efe y dirigió diarios como "La Voz de Castilla" o "El Día de Baleares"- y al dar su visión acerca de estos cambios tecnológicos en la profesión, pone el foco en la "fiabilidad" del periodismo ante las informaciones falsas que circulan en las redes.

"¿De dónde sale esta información que me ha llegado por WhatsApp? Es una pregunta que nos hacemos todos", se cuestiona Zuloaga, que reivindica la marca de los medios de comunicación como garantía de verdad en estos tiempos: "que Efe sea Efe, El País sea El País, La Vanguardia sea La Vanguardia, como garantía de que la noticia es verdad, para no dejarse infectar".

Otra de las reflexiones de este libro -un problema que Zuloaga ya había abordado en su segunda y tercera novela- es el del populismo, puesto que "vivimos en un mundo de populismos, que son unos grandes manipuladores de las emociones y de las desgracias que vive la gente".

"Cuando existen unas emociones no satisfechas de un grupo social, esto es un campo abonado para que el populismo intente buscar esas emociones que les favorezcan políticamente", defiende el periodista, que recuerda que "esto es así desde hace muchísimo tiempo. Las personas somos un poco gregarias".

El populismo surgiría, según Zuloaga, solo cuando las cosas van mal: "Cuando las cosas en un país van bien, no encontrarás populismo. Yo creo que el populismo surge cuando las cosas van mal, soy así de categórico", remarca el autor.

Por ello, ante una situación de crisis sanitaria como la de ahora, el fantasma del populismo vuelve a sobrevolar, como advierte Zuloaga, quien piensa que "las condiciones se dan, aunque yo cruzo los dedos para que no ocurra".

Antes de "Los palos que da la vida" Javier Zuloaga había publicado"El hombre que pudo ser libre" (2005); "La Isla de los Rebeldes" (2009); "Librería Libertad" (2011) y "El Caso Ruglons". EFE.


LA VANGUARDIA.-


ELDIARIO.ES.-

https://www.eldiario.es/cultura/Javier-Zuloaga-madurez-cuenta-errores_0_1031697432.html

DIARIO DE NAVARRA.-

https://amp.noticiasdenavarra.com/cultura/2020/05/28/madurez-das-cuenta-errores/1049832.html

CONFIDENCIAL DIGITAL.-

https://www.elconfidencialdigital.com/articulo/la_guinda/javier-zuluoaga-quinta-novela/20200528172748145827.html?utm_medium=email&utm_source=Newsletter&utm_campaign=200529&utm_term=A%20Javier%20Zuloaga%2C%20por%20su%20quinta%20novela&&utm_content=email&&

EL IMPARCIAL._

https://www.elimparcial.es/movil/noticia/213873/cultura/zuloaga:-estamos-en-uno-de-los-momentos-de-mayor-y-peor-populismo.html



miércoles, 20 de mayo de 2020

NOTA DE PRENSA DE CALIGRAMA SOBRE LA NUEVA NOVELA

El bilbaíno Javier Zuloaga reflexiona sobre las libertades, las miserias y las injusticias en su novela Los palos que da la vida

 

El periodista y escritor indaga también en la interpretación del éxito social y económico y en los peligros de no saber afrontarlo.

La editorial Caligrama publica Los palos que da la vida, la historia de Juan García, un hombre normal impulsado por la inercia social que generan las ciudades caóticas, que se ve arrastrado por el éxito al ser nombrado directivo en un banco de Madrid. Comenzará entonces una sucesión de cambios imparables que le harán ver que vivía en una ilusoria serenidad emocional. La trama levanta un espejo delante de los lectores y les pregunta qué quieren hacer con sus vidas. «Cuando acabé de escribir sobre lo que le ocurre a Juan García pensé que un buen titular sería el que da nombre al libro, porque seguramente esa frase pasó por su cabeza cuando las cosas se le torcieron», dice el autor.

Javier Zuloaga es periodista. Cuando estudiaba en la universidad, la Sociedad de la Información sonaba a ciencia ficción, pero hoy es una realidad que mueve las comunicaciones diarias entre los ciudadanos del mundo. El autor reflexiona en su libro sobre las redes sociales y la velocidad con la que todo cambia a su alrededor, o alrededor del protagonista: los barrios cambian, la gente se relaciona menos debido a la digitalización de lo cotidiano, y entonces las falsas apariencias juegan un papel importante y preocupante. El protagonista de la novela es un antihéroe del que todos se aprovechan, pero no es el único, porque es una víctima más del sistema de los gobiernos.
En una entrevista concedida a Caligrama, el autor habla de los paralelismos de la obra con la crisis mundial actual:
P. El título de la novela es contundente y refleja lo que le pasa a su protagonista. Es curioso que Los palos que da la vida salga a la luz a la vez que se da en el mundo una de las situaciones más inciertas y traumáticas de la historia.
R. Lo he pensado en más de una ocasión. El libro ya estaba impreso cuando estalló la pandemia, pero, aunque no hubiera sido así, creo que no hubiera optado por cambiar el título. Se trata, al fin y al cabo, en cualquier caso, de una opción que refleja lo que el lector leerá más adelante.
Lo que sí ha provocado esa coincidencia es una reflexión sobre lo que estamos viendo y lo que aún nos queda por ver. La verdad es que hay algo que me preocupa especialmente: lo que leemos en los diarios y vemos en televisión es un mal asunto, no solo en lo sanitario sino también en lo sociológico. Creo que están en juego nuestras libertades y que vivimos en un campo abonado para los peores populismos. Piénselo: vivimos en un estado de vigilancia y puede ser que volver a vivir con normalidad no sea ya lo mismo. Incluso desde el Gobierno español se ha acuñado el término «nueva normalidad» como algo novedoso, y casi casi todo el mundo lo ha comprado, pero a mí me inquieta, me quita el sueño.....
  

CALIGRAMA ENTREVISTA A JAVIER ZULOAGA

Eres periodista y posees un enorme bagaje de escritura en prensa, pero ¿cuándo tomaste conciencia de tu vocación literaria?
He ejercido el periodismo en diarios, agencias de prensa, radio, televisión…Creo que en muchas ocasiones pensé que aquella noticia hubiera sido mucho más atractiva si el final hubiera sido diferente o los protagonistas hubieran actuado de otra manera. Nos ha pasado a todos los periodistas y algunos hemos decidido convertir aquella reflexión en una novela. Es mágico.....

lunes, 18 de mayo de 2020

Europa Press: Zuloaga aborda el papel de las falsas revoluciones en su quinta novela, 'Los palos que da la vida'

 


   MADRID, 18 (EUROPA PRESS)

   Javier Zuloaga ha publicado su quinta novela, 'Los palos que da la vida' (Colección Talento- CALIGRAMA), que gira en torno a las falsas revoluciones y el oportunismo de aquellos que medran sobre las miserias y sacan provecho de las injusticias.

   Esta novela de ficción, que tiene formato de relato en primera persona, vuelve a contar con el personaje de Juan García como antihéroe a quién el autor describe como "un ingenuo que decide contar en su libro, 'Los palos que da la vida' qué es lo que le ha pasado" y que se sumerge de nuevo en el mundo de los antisitema, las tribus urbanas y los okupas, viajando por Madrid (su ciudad natal), así como Buenos Aires, las Azores y París.

   Como explica Zuloaga, este libro "es una novela distinta", en la que ha tratado de "encontrar ese difícil equilibrio de narrativa íntima y no caer un estilo coloquial que resulte finalmente poco literario", de la mano de un personaje que abre los ojos y aprende "lo que pasa cuando se vive sin hacerlo". "En esta historia Juan descubre lo implacable que es a veces la soberbia de aquellos frente a los que no te muestras sumiso", añade el autor.

   Esta es la tercera de sus cinco novelas en las que el populismo vuelve a tener un protagonismo especial pues, como recuerda Zuloaga, en la segunda, 'La Isla de los Rebeldes', un veterano profesor de humanidades y un periodista inconformista protagonizaban una historia en la que los intereses petrolíferos aparecían como grandes manipuladores de las emociones rebeldes de los habitantes de la isla del Caribe donde se desarrollaba la acción.

   En la tercera, 'Librería Libertad', una novela coral con trama, aparecía por primera vez Laia Santaulla, altoburguesa catalana que sueña con la revolución, personaje que vuelve a aparecer en 'Los palos que da la vida', donde se cruza con Juan García desde su mismo papel revolucionario, dentro de un movimiento social que tiene gran peso en el argumento.

   Preguntado por la coincidencia del título de la novela con la situación actual que se vive por la pandemia, Zuloaga ha recordado que "el libro ya estaba impreso cuando estalló la pandemia, pero aunque no hubiera sido así, creo que también hubiera optado por él porque es un reflejo válido de lo que ocurre en el argumento".

   "Antes que nada hemos de ser cívicos, solidarios, prudentes, pero al mismo tiempo debemos saber luchar no sólo contra el virus, sino también contra las manipulaciones. Y esto no es fácil porque vivimos instalados en un mundo en el que cuesta distinguir lo cierto de lo falso, donde no hay transparencia y sí demasiada confusión, no pocas veces malintencionada", alerta.

   "En algunos momentos creo que están en juego nuestras libertades. Ahora va a resultar que vivíamos en un mundo muy avanzado que estaba dejando atrás a quienes no estaban al corriente de los últimos avances. Todo era imparable, pero mire por donde era también sumamente frágil porque ha bastado un virus para frenarlo todo en seco o incluso para echarlo hacia atrás", concluye.

martes, 28 de abril de 2020

SALE A LA VENTA "LOS PALOS QUE DA LA VIDA", MI QUINTA NOVELA


"Kepa", como se hacía llamar en las redes sociales, agitaba su puño gritando ¡Libertad! desde aquella antigua sede de los sindicatos franquistas en  la calle Embajadores de Madrid,  que había ocupado con otros antisistemas, también encapuchados. Su vida era una vertiginosa sucesión de cambios desde que una interpretación inocente del éxito profesional como directivo, en un banco, le llevó a un callejón sin salida....

Acaba de salir a la venta "Los palos que da la vida", que Javier Zuloaga ha editado con Caligrama-Penguin Random House. Es su quinta novela, tras "El hombre que pudo ser libre" (El Aleph 2005); "La Isla de los Rebeldes" (El Aleph 2008); "Librería Libertad" Libertad" (El Aleph 2011) y "El caso Ruglons, (El Aleph 2013).

Madrid, al arranque del tercer milenio. Juan García ha crecido en la carrera para llegar siempre el primero a lo más alto. Tiene que triunfar. Mientras lo consigue no mira hacia los lados para ver que ocurre en la vida, ni tampoco, cuando ya lo ha hecho a esa sociedad que está a sus pies, veinte pisos abajo de su despacho en la sede central del banco del que es directivo, en la plaza de Callao en Madrid.

Son calles, lugares y gentes en los que nunca se ha detenido a pensar ni imaginar, porque él vive su propia vida. No sabe, aunque lo irá descubriendo, que ese mundo es entendido de maneras distintas, con prioridades diferentes: el individuo, el pueblo, la revolución, la calle… y las emociones colectivas, sobre todo estas últimas, son el gran botín en disputa.

“Los palos que da la vida” es un relato en primera persona en el que novelo  sobre  la frialdad del mundo del dinero, sobre la petulancia, acerca de las falsas apariencias y en ese populismo que se ha colado en todas las maneras de pensar. Su personaje entra, desde su ingenuidad,  en mundos muy distintos… en una empresa muy endogámica  y en las venganzas por despecho, entre otras circunstancias tan reales y posibles.

Le he situado en Madrid, donde nació y creció y le he hecho viajar a Buenos Aires, a las Azores y a  París.

Se ha sumergido en el mundo de los antisistema, las tribus urbanas, los okupas…como podría haberlo hecho en la ultraderecha de aires imperiales, esa que levita cuando se escucha. En esta novela el protagonista ha hurgado en las falsas revoluciones… en ese oportunismo que se da en aquellos que medran sobre las desgracias, que sacan provecho de las injusticia y que desaparecen cuando esas miserias ya no existen... hasta que toca reaparecer. 

Juan García es un antihéroe muy verosímil.

PARA COMPRAR LA NOVELA

Caligrama.-

https://www.caligramaeditorial.com/libro/Los-palos-que-da-la-vida.htm/

https://www.amazon.es/dp/8418104252/ref=cm_sw_r_wa_api_i_PUwMEb2PHD7XK










lunes, 20 de enero de 2020

"LA EMOCION TRAICIONA A LA RAZÓN"



Sí, esta frase la escuché el domingo por la mañana mientras me duchaba. Era el programa “A vivir que son dos días”, de Javier del Pino (SER), en el que se explicaba lo que suele pasar cuando alguien se decide a saltar en paracaídas desde una avioneta por primera vez. “La emoción traiciona a la razón” decía para resumir ese momento en el que, pese a que sabemos que todo está perfectamente preparado y es difícil que nos pase algo, una fuerza interior nos deja desarmados  frente al miedo.

Pues si, ya sé que la vida no es exactamente como una caída en paracaídas -aunque a veces se nos pueda llegar a antojar así- pero la contundencia de la frase, “La emoción traiciona a la razón” me ha llevado a situarla en otros contextos, más en concreto en el escenario de los grandes movimientos sociales que un día si y otro también aparecen al “ojear” lo que cuentan en el mundo digital o -cada vez menos- hojear las páginas de los libros de historia o las de los periódicos.

Lo cierto es que las emociones colectivas -hablo ahora sobre las que nos llegan cuando tenemos los pies en el suelo y no en una caída libre- se han convertido en el gran denominador común y en el objeto de deseo de quienes buscan llegar cuanto antes a la meta, aupándose para ello en sentimientos y situaciones de injusticia, agravio o cabreo general…que sin duda existen y lo seguirán haciendo. 

Como también están ahí las de las de signo contrario, las alegrías, la sensación de bienestar o, ahí es nada, la mismísima felicidad. Pero estas últimas vuelan solas y no están cotizadas en los mercados del oportunismo político, porque no ofrecen, para nada, la rentabilidad de un gran descontento cuando es bien manejado.

Haciendo bandera de las primeras -las injusticias, los agravios…- es muy tentador señalar con el dedo, pública y multitudinariamente,  a esos responsables a los que hay que echar a un lado para que las cosas se arreglen de una vez por todas. La historia y la geografía están llenas  de capítulos de movilizaciones sociales, muy especialmente desde que el mundo se hizo industrial. Y ya más recientemente -y de forma más fulminante- cuando  el desarrollo tecnológico ha eliminado,  para casi todos, las distancias físicas. Conéctate, twitea, chatea o apúntate a esas cascadas de canales que te dicen, antes de que ocurra, en donde y a que hora se va a producir ese fenómeno en el que el mar arrasa con la tierra tras un movimiento sísmico. Basta con que tengas un móvil.

Es una mina para el marketing político  o un lastre para esa responsabilidad  que cabría suponer en quienes se nos ofrecen como hombres de estado, sea cual sea el territorio en el que pensemos. Si, me refiero a ese país que nos dibujan cuando nos piden la confianza al ir a votar y que no mucho después se parece bastante poco al que ponen en marcha. O a ese paraíso imposible en el que muchos llegan a creer porque su invocación les toca la fibra del arraigo con la tierra en la que nacieron y han crecido. Si, una emoción con la que no se debería jugar porque a veces no casa bien con la razón.

A lo largo de los últimos siete meses, desde que publique en este blog mi último artículo, he hecho dos cosas. He acabado de escribir una novela que me estoy autoeditando y de la que les hablaré pronto por si se animan a leerla. Mi protagonista se llama Juan García, es un ingenuo, un iluso, que un día comienza a descubrir como era de verdad  la vida en la que antes casi no se había detenido.

Y he leído. 

“En el retorno de los chamanes”, Víctor Lapuente hace buenas reflexiones sobre la política, alejándose de forma clara del barullo y la demagogia y elevándose por encima de localismos hispanos e ibéricos. Dice que la diferencia entre el buen y el mal gobierno reside en quien controla la retórica política de un país. Y que esa retórica puede estar controlada por quienes llama “chamanes”, que buscan seducir a los ciudadanos con proyectos siempre progresistas, con propuestas grandes, lentas, contraproducentes y que a veces asfixian a sus ejecutores. O bien la opuesta, la vía “exploradora”, realista, humilde, universalista, viva, rápida y en revisión permanente por los profesionales de los público


Una gran teoría, pero en cualquier caso una buena muestra de sentido común, de razón, sin duda bien documentada en su experiencia de politólogo y profesor en universitario en Escandinavia. Difícil de imaginar aquí porque  vivimos en un país que sabe mucho, tal vez demasiado de la cultura de seducción.

Javier Zuloaga

sábado, 20 de julio de 2019

LA DECEPCIÓN



“Pesar causado por un desengaño”, de esta manera define la Real Academia de la Lengua Española la palabra “decepción”, un término que siempre he llevado mal. Ni la tristeza, ni siquiera el mismo dolor, que lastran la vida a cualquiera que los padezca – a todos porque de ellos  nadie se libra- me han hecho pensar que sean tan trascendentes como la palabra sobre la que hoy escribo.

Vivimos en un mundo de sueños e ilusiones, las que nosotros mismos nos creamos  y también las que escuchamos y vemos sobre mundos fantásticos, acerca de soluciones perfectas a todos los problemas, incluso los más enrevesados. 

Nos llegan dentro de un diluvio mediático cada vez más sofisticado en el que la inmediatez pesa, en no pocas ocasiones, más que la certeza, que la verdad. Es ese complejo mundo digital ante el cual todos hemos acabado hincando la rodilla, desde los estrategas de comunicación de la Casa Blanca, hasta el señor o señora que viaja junto a nosotros en el metro y aprovecha para echarle un vistazo a las fotos de los nietos que le acaban de hacer llegar a su Whats o hurga en Twitter, para ver por donde van las soluciones a los problemas más peliagudos, esos que creemos que son más acuciantes.

Y además movemos el dial de la radio para escuchar lo que sentencian los  opinadores, o nos sentamos en el sillón del salón para escuchar las noticias de los informativos, e incluso leemos los diarios…o ahí es nada, nos tragamos debates electorales en los que la descalificación del contrincante es estratégicamente más importante que la explicación que los candidatos proponen para que en este país las cosas vayan algo mejor.

Y nos calentamos la cabeza en discusiones con esas personas con las que, un tiempo atrás, compartíamos buenas carcajadas hablando acerca de cosas de la vida que son más trascendentales que todo eso que anda revuelto en el saco de la política.

Si, ya he llegado a donde me proponía, amigo lector y voy a sentirme mejor, o menos mal, repitiendo una afirmación que mi madre, una bilbaína de mucha enjundia, nos lanzaba cuando habíamos hecho algo mal, fatal.

-¡Que decepción!

Pues si, ahora entiendo a mi madre –un poco tarde- cuando abro la ventana de la actualidad política y veo, con enorme decepción, de qué manera los partidos  por los que hemos votado son incapaces de coincidir en soluciones o salidas para todos nosotros. Si, hablo de España y lo hago desde Cataluña, en la que también, además de decepción, comparto una inquietante preocupación por la división social.


Javier ZULOAGA

lunes, 15 de abril de 2019

CAMPAÑAS PARA NO PENSAR



Hace unos minutos he decidido apagar el televisor y ponerme frente a este teclado. Ha sido como abrir un gran paraguas para protegerme del gran diluvio de mensajes concatenados de personas que me dicen que les he de votar porque, ellos sí, tienen la solución para los problemas que tiene este país. España.

Es una guerra inconexa de descalificaciones,  que acaba convirtiéndose en una suerte de  sermón difícilmente digerible, Sí, unos y otros se multiplican en escenarios distintos y dispares –las audiencias presenciales ya no importan con las redes sociales- y basta un buen plano del líder con un fondo emblemático para que no sea trascendental quien está detrás de la cámara. Incluso no pasaría nada si tras esa cámara no hubiera más que dos o tres colegas de producción.

Colócale muy cerca a un pequeñajo de tres o cuatro años  y busca un plano tierno y familiar del líder para que parezca muy muy humano…o cuélgale con una frase gloriosa, de esas que erizan el vello…o súbete a una moto y quítate el casco para hablar ante un micrófono…o vete a una fábrica y ponte unas gafas protectoras para que las chispas no te dañen la córnea…o edita bien esa mirada castigadora frente a periodistas que, apenas ha comenzado la campaña, ya saben que sus crónicas no serán muy leídas, por simple saturación.

Porque, en el fondo, hay pocas cosas nuevas entre los discursos y declaraciones que inundan e inundarán estos días las redacciones de los medios de comunicación.

Yo he tenido la oportunidad de ser corresponsal en el extranjero y disfrutar de esa plataforma de privilegios de quienes pueden contar lo que pasa en un lugar sin arrastrar los tópicos y verdades sobrentendidas de los periodistas del lugar. ¿Qué escribiría yo mismo si, por ejemplo, fuera hoy, en España, un periodistas finlandés o chileno?.

Si yo fuera finlandés, echaría un vistazo a las encuestas y leería las declaraciones y un poco afectado por haber leído El retorno de los chamanesde Víctor Lapuente, pensaría que estos españoles no tendrán más remedio que acabar viendo que los votantes no deberían ser quienes deciden quién ha de mandar o decidir en el país, sino que esos partidos han de saber como ponerse de acuerdo y hacerlo desde mayorías minoritarias, o minorías que suman mayorías. La alternativa de segundas o terceras vueltas, además de costarnos un dineral a los ciudadanos, nos trasladan, a quienes votamos, una responsabilidad que no nos debería corresponder.

Escribo esto justo cuando en Finlandia los socialdemócratas han recuperado una mayoría por los pelos que habían perdido hacía ya veinte años. Y parece que lo van a intentar aunque sea difícil.

Y tal vez lo consigan, como ha ocurrido en otros lugares del norte de Europa, porque no han envenenado su comportamiento con las descalificaciones, el insulto y –esto ya es peor- la manipulación de las emociones colectivas a través de todos los medios a su alcance.

Sí, cuando crecí en España había patriotas y rojos. En 1978 iniciamos un gran paréntesis civilizado con una constitución en la que estaban todos buscando una fórmula para poder convivir…y cuarenta años después damos un poco de pena.. bastante.

No apunto a nadie aunque algunos son más responsables que otros. Cada uno con su mochila.

Javier ZULOAGA




domingo, 24 de marzo de 2019

¿CÓMO LO LLEVAS?




¿Cómo lo llevas? Se ha convertido en la pregunta que, en los últimos años –en los últimos meses aún más- me hacen con mayor frecuencia quienes quieren saber qué escondo tras mis silencios sobre lo que estoy viendo, escuchando y viviendo en Cataluña.

Sí. Llegué a Barcelona en 1989 y tuve la fortuna de presenciar, en primera línea, la suma de las mejores virtudes que se pueden encontrar en una sociedad. Sí. Era una ciudad que hervía en un caldo de emociones e ilusiones, a las puertas de unos Juegos Olímpico que cambiaron, a mucho mejor, la cara y el corazón de Barcelona y del resto de Cataluña. Y por extensión, del conjunto de España.

Aquí –cerca de aquí porque vivo en Sant Cugat del Vallés- los barceloneses y quienes con ellos colaboraron, rompieron esa imagen sobrentendida de que únicamente en los países del norte de Europa las cosas se viven al detalle y se alcanza (casi) la perfección.

Soy de Bilbao, he vivido en Madrid más de veinte años y he saltado por al mapa en el ejercicio del periodismo a Burgos, San Sebastián, Lisboa, Buenos Aires, Rabat, Mallorca…y finalmente aquí, la ciudad que, seamos honestos, tiene motivos más que sobrados para sentirse paradigma de la iniciativa y el buen hacer. Ahí está su historia.

Recuerdo aquellas imágenes de los juegos en las que personajes tan diferentes como Jordi Pujol, Pasqual Maragall y Juan Antonio Samaranch, dejaban en un segundo plano sus diferencias, que no eran pocas, para que todo aquello saliera tal y como todos queríamos. Sí, les unía eso, que todos ellos deseaban lo mejor para Barcelona, querían lo mismo porque querían a su tierra y a su gente.

¿Que cómo lo llevo?. Pues miren ustedes, los escenarios no se parecen en nada. Me refiero, claro está, al que acabo de evocar  y al que ahora vivimos. Si aquel que conocí cuando llegué a Cataluña, en la que ya fueras catalanista o españolista, no te obligaba a fruncir el ceño o callar la boca para evitar el patinazo, la incomodidad o directamente el enfrentamiento dialéctico con alguien próximo.

Llegué cuando el aura de Miquel Roca y Solé Turá ensanchaba de orgullo  los pulmones catalanes, cuando Pujol –como hacía Arzalluz-  nos hacía pensar que sí, que acabaríamos siendo federales. ¡Sí!...con el Régimen del 78, ese que no pocos denostan sin pudor y con bastante incultura o desconocimiento intencionado.

Los buenos cronistas, los grandes opinadores, tienen materia para crear la Gran Enciclopedia del Desatino Catalán, desmenuzar con cuidado todo lo que ha ido pasando desde entonces hasta llegar al esperpento social que ahora vivimos.

Sí, ya sé que han pasado cosas, que se han cometido errores desde todos los lugares del escenario público, pero no entiendo cómo aquel talante que conocí al llegar, ha sido sustituido, en gran medida, por la crispación y la tensión emocional, de las que es muy difícil librarse a lo largo del día.

¿Se veía venir?. La verdad es que si. A mi se me fueron encendiendo crecientemente las alarmas porque estábamos cayendo en el error de trazar una  línea en suelo y separar, social y emocionalmente, a vecinos, compañeros, amigos, familares... Sí al principio esas rayas en el suelo derivaban en la aparición de grupos que opinaban diferente, pero poco a poco el trazo de la tiza fue más ancho y nos convertimos en “los unos y los otros”. No, no quiero poner en equivalencia lo que nos pasa en Cataluña y España con lo que transcurre en la película de  Claude Lelouch, porque no tiene nada que ver, aunque la nostalgia y el pesimismo, como en muchos otros capítulos de nuestra vida, están ahí, en el cine y en la vida real.

¿Qué cómo lo veo?

He ido a Wikipedia para rescatar un par de líneas sobre el principio de Laurence Peter, catedrático de la Universidad de California:  “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia : la nata sube hasta cortarse”

Ortega y Gasset, según la misma enciclopedia, hizo suyo ese principio y afirmó que todos los empleados públicos deberían descender a su grado inferior porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes.

Es sólo una cita, porque no se me ocurre más que una salida, aquella de volver a ese tiempo en que sí fuimos capaces de entendernos. Vuelvan al primer párrafo.

Un saludo

Javier ZULOAGA

sábado, 15 de diciembre de 2018

MIRAR POR EL RETROVISOR



“Me gustaría viajar al futuro, como en la película y mirar por el retrovisor a la España de 2020…¡¡¡UFFF!!!!”.

Si, este ha sido uno de esos “whats” que te salen de lo más profundo  y que, hace ya un par de días, envié a algunos amigos y amigas con los que comparto preocupaciones en los últimos tiempos. Cuando lo escribí, me asaltaban la incertidumbre, la preocupación y no poca inquietud… si… y algo de angustia

Como a muchos catalanes y españoles que vivimos en Cataluña.

Si. Hubo quien me dijo que no me lo tomara tan dramáticamente, seguramente con razón y también quien me comprendió enviándome un emoticono expresivo. Así fue, con muy pocas palabras, telemáticamente, adaptándome desde mi móvil a estos nuevos tiempos de la sociedad de la información. Si, sin prosas largas, yendo al grano emocional. Por eso escribo estas líneas.

He leído mucho, ¿quién se escapa? –y escrito bastante- sobre lo que ya todos coinciden en llamar “conflicto catalán” porque puede que sea en este término, en lo del conflicto, en lo que casi todos coincidimos, aunque, según nuestras ideas, lo hagamos desde ópticas diferentes  y también opuestas…y a veces enfrentadas.

¿Y cómo salimos de esta?, me pregunto. Y miro a la historia y –es de cajón- que todo lo que está ocurriendo evolucionará hacia una dirección y que, si miramos al relato de lo pasado en nuestro país tiempo atrás, resultará muy probable que se vuelva a repetir aquello de vencedores y vencidos y que, cuando se de carpetazo a este problema, se siga escribiendo y viviendo la historia desde el rencor y la gloria. No, no somos un ejemplo de grandes concordias ni de concesiones generosas a quienes no piensan como tú.

Sí, hace casi un año y medio publiqué en este blog, “Vivir en la épica” https://javierzuloaga.blogspot.com/2017/07/cataluna-vivir-en-la-epica.html. Si tienen tiempo se lo recomiendo porque no es más que una reflexión acerca del protagonismo que las emociones y su acertado o malvado manejo, pueden llegar a tener en la vida y en la deriva social. 

Lo que pensaba en julio de 2017, lo sigo pensando ahora. De la misma manera que esa inquietud nacía en mi cuando escribí y publiqué “La Isla de los Rebeldes” (El Aleph 2009) https://www.planetadelibros.com/libro-la-isla-de-los-rebeldes/200739.

Vivimos en un panorama de desasosiego y de bastante desconcierto. Dentro de seis días, Barcelona volverá a abrir los informativos y  -el día siguiente- las portadas de los diarios, con relatos de difícil comprensión. Las calles, las autopistas, los nudos de comunicación estarán colapsados porque se habrán echado de nuevo a la calle grupos activistas de perfil expeditivo que no lo tendrán muy difícil, si no se lo ponen . 

Manifestaciones de algunas instituciones de la sociedad civil catalana –otras no esconden su preocupación- que una vez más demostrarán como se moviliza al independentismo…Todo mientras se produce, o no, una foto de familia entre el los presidentes del Gobierno y la Generalitat que no tendrá  mayor trascendencia que la testimonial… aunque a veces son los pequeños gestos los que consiguen hacer virar el timón de la vida pública.

Por eso me gustaría viajar en el tiempo y mirar por el retrovisor para ver que ocurre en 2020. Hoy no lo veo nada claro.

Javier ZULOAGA