domingo, 17 de septiembre de 2017

LAS TOMAS O LAS DEJAS....



Seguramente ha sido uno de los primeros refranes que casi todos hemos oído cuando éramos niños. “Las tomas o las dejas, como las lentejas”. Claro está que el significado del refrán que indicaba a quien lo escuchaba que no había, para comer, otra alternativa a aquel plato de legumbre que bien cocinada era una auténtica maravilla, es hoy, en el arranque del siglo XXI, algo poco más que folclórico, una suerte de souvenir gastronómico.

Vivimos en un mundo a la carta y ¡ojo! además, a que los alimentos tengan o no tengan gluten, cuídense mucho si pudiera ser celiaco y alerta a  ese embutido de morcilla y chorizo que le puede colocar el colesterol en niveles poco recomendables.

Lo de los refranes queda para el recuerdo   y para ilustrar situaciones a las que esos dichos les viene como anillo al dedo. “Agua que no has de beber”, “A buen hambre no hay pan duro”, “A falta de pan buenas son tortas”, “A falta de pollo, pan y cebolla”.

Yo me he quedado hoy con lo de las lentejas porque ilustran bien el gran desaguisado de Cataluña en donde, a quienes aquí vivimos y tributamos, nos han colocado frente a una gran ración. Independentista, sí o si, como plato único. Las tenemos que tomar y si no queremos hacerlo, allá nosotros, porque la fiesta continuará por derroteros desconocidos y muy inquietantes.

Ayer escuche en TVE a Xavier Vidal Folch diciendo, palabra más, palabra menos, que es insuficiente y parcial hablar sólo del problema Cataluña/España, sin duda peliagudo y muy grave, ya que hay otro, el de Cataluña/Cataluña que es el que divide, separa y enfrenta a quienes vivimos en esta tierra.

No es victimismo sino realidad auténtica. Entre quienes el 1 de octubre no acudan a votar al referéndum –o como se haya de llamar a lo que ocurra- hay una buena parte que no quiere pronunciarse sobre una separación de España porque cree que los problemas, que los hay, se han de solucionar de otra manera y en otro lugar, además de votando.

Pero buena parte de esa buena parte, valga la redundancia, tuerce el gesto también cuando frente a la evidencia de lo que se avecinaba desde 2012, quienes podían buscar soluciones, o bien han provocado el enfrentamiento y  azuzado el mal rollo hacia España, o se han acorazado tras el cumplimiento de las leyes, que es cierto que han de ser cumplidas, pero que tienen establecidos mecanismos para su propia reforma si así hiciera falta…como el Estatuto o la misma Constitución.

Y así nos han dejado, compuestos y sin novia, con nuestra propia libertad echándose a temblar y preguntándonos qué pasara después de la fecha histórica del proceso independentista.

Cuando ayer veía las noticias de la concentración de alcaldes en el Palacio de Sant Jaume, pensaba que la estampa tenía tintes y escenografía  algo revolucionarios, una suerte de 2 de mayo catalán o –ya les gustaría a algunos- una  toma de la Bastilla en el que el canto de Els Segadors sustituía a la música de los Miserables. Sí, muy épico pero profundamente preocupante.

En mis últimos blogs he escrito que esta es una “guerra” en la que la munición son las emociones y los sentimientos y que se debería haber tenido mucho ojo, ¡algo!, con la repercusión que todo lo que ha venido ocurriendo está teniendo y va a tener entre, repito, ENTRE los ciudadanos.

Pero ya estamos aquí. Los milagros, si existen, seguro que no ocurren en la política, aunque ésta nos hará pagar una buena penitencia a quienes  no hemos cometido mayor pecado que asistir al espectáculo como oyentes.

Exacto…nosotros nos comeremos las lentejas.

Javier ZULOAGA