sábado, 14 de octubre de 2017

LOS CATALANES SON MÁS IMPORTANTES QUE CATALUÑA



¡Qué gran idea tuve al abrir este blog!. Ahora lo tengo bien claro, nueve años después de haber comenzado a escribir sobre lo que he pensado acerca de las cosas que me han interesado, preocupado, inquietado…e incluso ilusionado. Sí, línea tras línea, he ido volcando en este espacio mágico que se ve y se puede leer pero no tocar, las reflexiones sobre múltiples aspectos de la vida con la que me he cruzado.

Y hoy me he levantado de mi siesta pensando en la calle. ¡Exacto!, ésa que nos trajo la sociedad moderna con la Revolución Francesa al acabar con el totalitarismo monárquico en Francia. La misma que hoy justifica o acosa a los sistemas políticos con la fuerza de la presión popular…removiendo premeditada y fríamente descontentos ciudadanos que merecen más el razonamiento y el esfuerzo político y menos el oportunismo de quienes, finalmente, sacan tajada de la manipulación de las personas y no les duele en prendas hacer uso del pastoreo de las miserias.

Sí. Es una práctica bien antigua porque tiene garantizado un alto grado de éxito. Imagínense…¿qué tiene más aceptación entre el pueblo que oye?...¿la invocación a la gravedad y el llamamiento a generosidad?...¿o encender esos sentimientos de tristeza que llevan a las personas a un patriotismo –legítimo- pero desbocado?

Sí –otra vez sí- escribo desde Cataluña y en ella pienso. Y me pregunto de qué manera son o podrían haber sido las cosas que ahora nos hacen sufrir si se hubiera podido elegir entre el actual panorama o ese que he idealizado al remontarme hasta la ciudadanía de los revolucionarios franceses imaginando que aquí, donde vivo, los catalanes hubieran sido más importantes que la misma Cataluña.

¿La patria?

¿Los ciudadanos?

Este dilema, si se revisa la historia, aparece como lo hacen las setas quince días después de que llueva.

De abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo. ¡Ahí está el dilema!....¡ya lo sé!, pero quienes escribieron La Enciclopedia en la que puso orden Diderot fueron personas bien ilustradas que basaron sus propuestas desde el conocimiento, la cultura y el razonamiento. Y muy muy generosos. Primero los cIudadanos, luego yo…imagino.

Sí –otra vez sí- la historia de los países del mundo está trufada de crónicas históricas en las que casi todo parte desde abajo, desde la calle…pero no resulta fácil encontrar que esas chispas de libertad hayan prendido desde el poder constituido, desde esa misma ley que se quiere echar abajo. Sí –otra vez- no entiendo como se puede vestir con rasgos casi revolucionarios, ¡sin el casi!, cuando el que propone solemnemente le desobediencia es alguien al que hemos de obedecer porque representa al Estado español en Cataluña.

¡Qué desaliento!, de verdad produce ver que los españoles hemos sido tan cerriles a lo largo de nuestra historia. En muchas ocasiones hemos vivido en el lamento de nuestros errores…no quiero enumerar lo que está en los libros y pienso que si hubiera que buscar un común denominador, acabaría agarrándome al título de esta reflexión.

Sí, por última vez, los catalanes son/somos (soy vasco) somos más importante que Cataluña. Estoy convencido.


Javier ZULOAGA

martes, 10 de octubre de 2017

EL LENGUAJE DE LA PENA




Pena, aflicción, pesadumbre, melancolía, infelicidad, amargor, pesardesalientodesánimo, infortunio, desgracia, desconsuelo, sinsabor, trance, depresión….

Desasosiego, tribulación, tormento, intranquilidad, preocupación, inquietud, desesperación, perturbación, consternación, agitación…

Esta mañana he conectado el ordenador y he entrado en Google para buscar sinónimos de tristeza  y angustia, dos palabras que han venido a mi cabeza de la mano del desánimo que me acompaña desde hace ya un tiempo.

Hay muchas más, ¡seguro!, para ilustrar interiormente lo que cada uno de los que nos sentimos tanto españoles como catalanes  y vivimos aquí, en Cataluña –y en el resto de España también pero con matices algo distintos- llevamos como mochila emocional.

De la misma manera que es intensa la de quienes miran y desean la independencia de estos territorios . Me atrevo a hurgar en sus emociones y pienso que –unidas a sus sentimientos, convicciones y pensamientos- andan  de la mano la ilusión y la fe en que llegarán a alcanzarla.

Pero la zozobra es común, a unos y a otros, porque todos sabemos que lo que ocurra esta tarde (escribo a las 10 horas), no va a tener buenas consecuencias para el ninguno. Sí, hablo claro: de ésta, de lo que se diga o decida esta tarde y del enorme resacón que arrancará justo después, no se va a librar casi nadie.

Ni quienes vivimos aquí y también quienes desde fuera nos llaman una y otra vez para preguntarnos como lo llevamos.

El domingo bajé desde Sant Cugat del Vallés a Barcelona para participar en la manifestación que convocó la Sociedad Civil Catalana, que desbordó las previsiones de los organizadores y en la que pudimos escuchar de qué manera Mario Vargas Llosa hablaba con el corazón, para algunos perversamente y para otros, yo entre ellos, con una gran bocanada de libertad. https://youtu.be/j4-9QpWXLo4

Aguante casi un par de horas, las mismas que mi espalda fue capaz, y me detuve en mirar a quienes me rodeaban. No soy experto en las movilizaciones populares y pensé que otros  me explicarían después la dimensión de aquel éxito.

Buscaba a mi alrededor y encontré a una pareja de unos cincuenta años, bien vestidos, que compartían una senyera catalana. Miraban al frente, a ningún lugar y no coreaban consignas, ninguna. Estaban allí. Como aquel hombre con muletas, al que todos le abrían paso, ¡faltaría más!, que no ocultaba un gesto de fatalidad y que, también sin articular palabra ni gritar como hacían casi todos, parecía estar diciéndose a si mismo que todo esto se va a ir al carajo. Y unos cántabros que no hacían más que preguntarnos cómo lo llevábamos… a los que mi amigo de Sant Cugat, el que aparece en mis últimos artículos, les decía y me decía a mi también que habrá un antes y un después de aquella manifestación que demostró tanto que la sociedad catalana está dividida y bastante rota, como que la gente ha perdido el miedo a mostrarse públicamente en contra de aquello que no comparten.

Y que sea por mucho tiempo y que el talante liberal, abierto y de cultura rica de los catalanes, puedan más que la dilución de esos rasgos en las movilizaciones que algunos utilizan peligrosamente como argumento político. Ningún catalán, ni los unos, ni los otros ni los que andan por el medio, se lo merecen…ni tampoco el resto de los españoles.

Javier ZULOAGA