viernes, 13 de abril de 2018

VIVIMOS EN UNA ATMÓSFERA ELECTRIZADA



¿Realmente sabemos en la que nos hemos metido?. Esta mañana me he hecho esta pregunta al pensar que, tal vez, debería escribir unas líneas acerca de lo que pienso sobre lo que está pasando alrededor de mí. Y he estado a punto de desistir, de dejarlo para más adelante…pero me he dicho que entonces será aún más peliagudo y aquí me tienen. Así que si les apetece…sigan leyendo porque me propongo no andarme con circunloquios.

Sí, vivimos en una atmósfera electrizada que nos atosiga, abruma, inquieta y nos hace temer por lo que nos va a venir en un futuro. Y creo que esa atmósfera es irrespirable para todos, para los independentistas que sobreponen la legitimidad a la legalidad  y a los que, como muchos ciudadanos de Cataluña  que no vamos hacia ninguna separación, no queremos que nos desamparen vulnerando las leyes que democráticamente nos hemos dado.

A esa división nos han llevado quienes no han sabido adelantarse a los acontecimientos, renunciando a las manipulaciones populistas y quienes han hecho de la falta de cintura política una virtud en lugar de una tara, que es lo que realmente es. Dan ganas de llorar porque nos han traído hasta aquí y ahora no tienen ni repajolera idea de cómo sacarnos. Esta historia, la del problema catalán, encaja como anillo al dedo  en nuestra convulsa historia…y cuando hablo de convulsiones y de historias me refiero a las de toda España, incluida, claro está, a la catalana.

¿Pero es que no se dan cuenta?. ¿No ven que aquí abajo- ¡sí, aquí abajo!- estamos siete millones de personas esperando una salida a tanto desastre?

El futuro no se construye sublimando la legitimidad al tiempo que se pasa por encima de la legalidad, ni haciendo de esta última el denominador común para quedarse quieto al tiempo que se traza una raya en el suelo que no se ha de pisar. Sí, ya sé que me repito.

Ni tampoco deformando la historia y concediendo carnets de demócratas o antidemócratas…ni tildando de franquistas a quienes hicieron posible una Constitución en la que  tanto su letra como el apoyo que recibió de millones de ciudadanos –en Cataluña uno de los mayores- no merecen que ahora se hable del Régimen del 78. ¡Qué poco decoro!, ¡Cuánta falsedad!.

Lo de “El Imperio de la Ley”, a fuerza de ser oído por tanto político , comienza a estar algo manido. Debería ser –si fuésemos una sociedad madura y bien cultivada- algo sobrentendido. Es un concepto, sí, me refiero al Imperio de la Ley, que debería estar interiorizado desde la escuela para que después no lo tuviéramos que escuchar tanto en las trincheras políticas. Las leyes, todas, tienen siempre abierta la puerta a los cambios que los escenarios hagan recomendables.

Pero cuando se vulnera la ley aprobando iniciativas traumáticas que aplastan al Estatuto de Cataluña y la Constitución, el resultado no es más que el comienzo de una pesadilla. Como la que ahora vivimos  

Divididos, separados, desesperados, enfrentados y emocionalmente hechos unos zorros. Así estamos, con matices propios, los de un lado y los del otro. Todos, los mismos que hace quince o veinte años, pese a tener posiciones políticas bien distintas, sabíamos convivir. ¡Dios!, cuanta nostalgia la de aquellos tiempos.


Javier ZULOAGA