miércoles, 27 de septiembre de 2017

LA GRANDEZA



He escrito artículos, he leído muchos más y he enviado incontables de enlaces de internet en cuyos textos se decían cosas interesantes, que yo he entendido que era bueno proponer su lectura. Todo ello sobre lo que está pasando en Cataluña y lo que pueda pasar después del próximo domingo.

No voy a abundar en mis ideas, que quienes me siguen ya conocen, ni comentar las de otros. Creo que las mías y en gran medida también las que he propuesto de otros, están ya muy exprimidas, tal vez demasiado.

El pasado domingo, “El Mundo” publicó un reportaje sin ideas trascendentales pero con hechos bastante conmovedores. Los protagonistas no eran políticos, ni fiscales, ni jueces. Se titulaba  "Las familias rotas del "proceso" catalán"



Era un cara y cruz, el relato de cómo están viviendo personas corrientes sus posiciones opuestas sobre la independencia de Cataluña, una pareja con buen rollo a la que “este asunto”  se le ha cruzado en el camino de sus vidas.

Es una historia que hace pensar, ¡de qué manera!, sobre el mundo más real, el de la calle, no sólo el de las redes, los canales de televisión, los diarios o las radios. Ellos dos, él y ella, nunca hubieran aparecido en la portada de un periódico sino fuera por “este asunto”.

Sí, los mortales más desconocidos están pagando el precio del desencuentro, de la inacción, del oportunismo, de la radicalización electrizante y contagiosa…si, del uso político de las emociones personales…esas que llevan desgañitarse la garganta mientras levitas pensando que tienes el futuro al alcance de tu mano cuando consigas someter a quienes, según has oído una y otra vez, se parecen a la Turquía de Erdogán, o esas reacciones preocupantes de quienes vitorean a una unidad de la Guardia Civil de Andalucía que sale hacia Barcelona. ¡Dios, que horror!.

Lean ustedes el enlace anterior y saquen sus propias conclusiones. Pregúntense, como yo he hecho, si lleva a alguna parte el fracaso colectivo de la fauna política que nos rodea, o si directamente nos lleva por el camino de “aún peor”.

Y después, ¿qué?

He viajado en el tiempo de mi vida y me he detenido en una palabra que, desde hace mucho tiempo, guardo como algo de gran valor.

La grandeza, esa es la palabra que me emocionaba cuando me refería a personas que habían sabido reaccionar en la vida pensando primero en los demás, que habían sido indulgentes o capaces de perdonar las maldades perversas de los otros, o reconocer las propias, o habían sabido callar en lugar de escupir insultos al que no coincide y, sobre todos, a quienes tienen cuidado para no caer en la soberbia, en la altanería, la crueldad y la mentira, a pesar de los buenos réditos que se suelen obtener de la combinación de todas ellas.
He buscando en Internet una definición aproximada de “La grandeza” y he encontrado este enlace que les recomiendo pinchar


Si, ya sé que este artículo de hoy es un poco blandiblú, que le falta caña, que no haré recapacitar a nadie, ni espabilaré a los modorros. Pero esto es lo que pienso hoy, así que ya les contaré otras cosas la próxima semana, en la que todo apunta a que estemos todavía peor.

Mientras tanto, recupero lo que, dando un paseo, de dijo ayer un amigo de Sant Cugat sobre “el asunto”. Él piensa que la vida no es, ni de lejos, como la pintan los medios o las redes sociales, sino que la vida va a su bola y que el próximo lunes, como ocurre hoy, los ciudadanos que no pueden permitirse el lujo de vivir en la epopeya o la heroicidad, abrirán su negocio o irán a trabajar para tirar hacia delante aunque lo harán tan preocupados como muchos otros que quedan en sus casas. Sin banderas independentistas ni gritos de aliento malsano a la Guardia Civil que, estoy seguro, no han gustado siquiera al benemérito instituto que fundó el Duque de Ahumada. Sí, a los que usan tricornio.

¡Caray Zuloaga!, pues si que estás hoy trascendental…anda con cuidado que acabarás siendo un poco friki.

Javier ZULOAGA