Durante el verano que ahora acaba, he repartido mi tiempo
entre la búsqueda del sosiego frente al mar, en ver y hablar con buenos amigos,
en tratar de llevar una vida sana, en tomar notas de ideas para una próxima historia que he de escribir y en la lectura.
Han ido pasando por mis manos Las tres bodas de Manolita , de Almudena Grandes; La Pirámide Inmortal de Javier Sierra y
me he puesto al día con Ken Follet tras leer Un lugar llamado Libertad (2006) y he comprado El Umbral de la eternidad, la última pieza de la trilogía The Century de este gran narrador galés.
Y para tomar mayor conciencia de mi condición de escritor
tengo sobre la mesa –y voy leyendo sin prisas pero con feliz detenimiento- Aquellos años del boom, del periodista
de “la Vanguardia” y reciente Premio
Gaziel, Xavier Ayen, en el que desentraña aquella eclosión de ingenio literario
hispanoamericano que desembarcó en Barcelona en el último decenio del
franquismo de la mano la superagente
literaria Carmen Balcells, tal y como se la nombra en algunos momentos de la
obra. Se la recomiendo a aquellos que no pueden resistirse al empuje de la
curiosidad y quieren hurgar en las biografías de García Márquez o Vargas Llosa,
entre otros. Es un gran libro.
Cuando repaso el conjunto veo que voy bien servido. Pero me
detengo especialmente en La Pirámide
Inmortal, en la que Javier Sierra nos hace viajar por lo más profundo de
las divinidades y espiritualidades del Viejo Egipto, de la mano de un Napoleón Bonaparte
que además de su afán por construir un imperio francés en el mundo, escondía
sueños de inmortalidad. Sierra ofrece al lector los paralelismos de la muerte y
resurrección –a los tres días- de Osiris y Jesucristo, siendo la de este último
muy posterior a la del marido de Isis y padre de Horus.
Napoleón se aproximó a esa inmortalidad que buscaba tras una
noche de éxtasis erótico que formaba parte de un ritual para caminar hacia la
muerte y la eternidad….no les contaré más porque la obra acaba de llegar a las
librerías, pero sí quiero compartir con ustedes mi convicción de que el libro
de Sierra, que de alguna manera coloca al
cristianismo bajo la sombra de los faraones –Jesús vivió casi treinta
años en Egipto- no hubiera pasado el Nihil
Obstat de la censura eclesiástica de la postguerra española y posiblemente
hubiera llevado al autor a la pira de Santo Oficio hace cuatro o cinco siglos.
Es también un buen libro que también les recomiendo porque
tiene miga y te acerca, desde el formato de la novela histórica, a realidades
que poco tienen que ver las de los moldes educativos con los que crecimos los que nacimos y
crecimos desde los años cincuenta. Lo pensaba a medida avanzaba: ¿Hasta qué
punto los colegiales de antes y buena parte de los actuales dejan espacio y dan
por sentados hitos de la historia que no
lo son?
Esta misma duda vino a mi cabeza hace años cuando leí Inés del alma mía de Isabel Allende.
Aquel gran libro me animó a escribir, hace ya siete años Cambiar
la historia. Pinchen si les interesan estos asuntos.
“Corría por la historia de la conquista de Chile –escribí en
agosto de 2007- a través de las páginas
de “Inés del alma mía”, de Isabel Allende, que, con las licencias literarias
necesarias, lleva al lector a volandas hasta los orígenes de ese gran país
transandino como parte del Reino de España. Las crueldades cometidas bajo la
solapa de una política de mestizaje obligado -porque los varones nativos
desaparecían de forma cruel – y el fariseísmo de justificar todo aquello en la
extensión de la fe cristiana hasta los confines de la tierra, producen una
cierta desazón por pertenecer a ese país que en la enseñanza de su historia
sólo ha asumido, con la boca pequeña, algunos excesos de la colonización.
Entendí mejor, al cerrar las tapas del libro, la petición de perdón público de algunos presidentes suramericanos con ocasión del reciente viaje de Benedicto XVI y el reconocimiento final del Vaticano de que lo que pasó en aquellas tierras no pertenece, precisamente, a lo más granado de la historia de la Iglesia Católica”.
Entendí mejor, al cerrar las tapas del libro, la petición de perdón público de algunos presidentes suramericanos con ocasión del reciente viaje de Benedicto XVI y el reconocimiento final del Vaticano de que lo que pasó en aquellas tierras no pertenece, precisamente, a lo más granado de la historia de la Iglesia Católica”.
Está claro que lo de
Javier Sierra y su inmersión en la magia egipcia, no tienen nada que ver
argumental e históricamente con la obra de la escritora chilena afincada en
California, pero sí que invita a pensar que habría que cambiar los moldes de lo
que se enseña e introducir los elementos de lo que se va sabiendo gracias a quienes
rebuscan en la historia con mayor curiosidad. De la misma manera que habría que
corregir los capítulos electrizantes de la colonización americana, tampoco
estaría mal que se enseñara, desde una cierta distancia, sin manías y
descabalgados de los lomos dogmáticos, la historia de las religiones.
Javier ZULOAGA
1 comentario:
Casualmente estoy leyendo estos días "Blood Meridian" de Cormac McCarthy, en la que a partir de hechos históricos se novela una visión nada romántica (y menos ejemplarizante) de la conquista del Far West.
Sin duda resulta fundamental conocer la historia, pero a la vista de la última ronda de bombardeos en Siria, cada vez me cuesta más pensar que los seres humanos tengamos la capacidad de aprender de los errores cometidos en el pasado, por lo menos desde que comenzamos a convivir "civilizadamente" hace unos 12.000 años.
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