No se asusten, no me estoy muriendo, ni piensen tampoco que me
están asaltando instintos devoradores peligrosos. El titular de este artículo
es un piropo que, hace ya muchos años, escuche o leí en Madrid. Un diario
había convocado entre sus lectores un concurso para recopilar buenos ejemplos
de ese género de dichos populares en los que el hombre se rinde, a pecho
descubierto, ante la belleza y la clase de una mujer con la que se cruza en la
calle.
Y ha sido ese el que ha venido a mi memoria cuando hace unos
días pasaba, al volante de mi coche, por una de las rotondas cercanas a Sant
Cugat, donde vivo. En un rápido reojo, para no hacer dejadez de mi
responsabilidad como conductor, pude ver la pintada que ilustra lo que ahora les
estoy contando.
“Algún día te escribiré un mensaje de amor en esta pared…
para que mi pequeña recuerde siempre que sin ella no puedo vivir…”
Di tres o cuatro giros más para verlo mejor y el día
siguiente le pedí a mi mujer, que no conducía, que con la cámara de su teléfono
sacara una buena imagen de aquel ¿piropo?, o tal vez apasionada y anónima
declaración de amor. “Zuloaga –me dije- ¿te das cuenta lo que has visto?”,
dejándome llevar a continuación por las reflexiones que ahora comparto con
ustedes.
Aquella misma mañana me había dado un paseo digital por esa imparable
resaca que las cosas que están pasando proyectan a través de las redes
sociales. Pensé también en esos curiosos reportajes que hemos visto tras las
últimas elecciones generales, en las que nos explicaban cómo los community managers van pisando los
talones de sus líderes multiplicando sus mensajes entre sus seguidores. Sí… y también
pensé en los trending topics, esa
suerte de medalla que la autocomplacencia de algunos comunicadores se cuelga
para decir que son los más oídos o vistos del mundo mundial.
“Que sepa usted que yo estoy en Twitter desde el año de la
Chelito y que, para su información, tengo….miles de followers”, le decía hace unos días un político a otro durante un
debate trascendental.
Que en los tiempos de esta nueva pero imparable jerga de la
comunicación digital, haya alguien que con decisión y sobre todo por pasión, se
compre un buen spray de tinta negra y se vaya a la curva por donde cada día
pasa, al volante de su coche, la mujer a la que quiere con toda su alma y
escriba ese mensaje en el que no aparecen ni el nombre de ella, ni tampoco el
suyo propio es emocionante. Bueno, o lo es, o yo me estoy volviendo mayor.
Es una historia secreta, que no sé desde cuando está en esa
pared, pero que, fíjense ustedes bien, los graffiteros han respetado pese a que
sus trazos y su mensaje no tienen nada que ver con los que ellos rellenan los
pocos espacios que quedan libres en las
vallas de las carreteras o en las paredes que se pueden ver cuando viajas al
centro de Barcelona desde el Vallés Occidental.
Me pregunto si este artículo no será contraproducente y
despertará el arraigado sentido del deber de los funcionarios municipales de
Sant Cugat o de los responsables de carreteras de la Generalitat y cualquier
día veremos que lo han borrado todo sin piedad, con la excusa de que los
conductores no se distraigan con cosas tan inusuales.
Yo…y ustedes también, tenemos por lo menos la foto.
Javier ZULOAGA
1 comentario:
Hola Javier
Como siempre tu articulo ha sido una agradable lectura, en este caso sobre un hecho simpático y que veo que nos ha sorprendido a más de un conductor santcugatenc ... recuerdos !
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