El escritor y periodista bilbaíno, afincado en Cataluña, publica su quinta novela, ‘Los palos que da la vida’, un libro de amor, fracaso y revelación
Javier Zuloaga (Bilbao, 1952) ha recorrido medio mundo, con la literatura y con el periodismo y ahora, a sus 68 años, reside en San Cugat. Intenta dar salida un montón de curiosidades: acudía hasta la pandemia a las clases de la Universidad Autónoma, donde se ha matriculado en Historia Contemporánea, estudia idiomas, desea aprender a tocar la guitarra de la mano de algunas canciones de Joaquín Sabina, al que califica como “un poeta que cuenta historias”, y practica la independencia personal. “Los partidos políticos son importantes para la democracia, pero a mí me gusta ser libre, decidir por mi cuenta”, dice.
A la par dice que a veces se deja convencer por las recomendaciones de Amazon en algunas lecturas; habla maravillas y no para de la novela policíaca ‘La suerte de los idiotas’ de Roberto Martínez Guzmán, aunque su nómina de lecturas va más allá: ha vivido como si fuera una película ‘La madre de Frankestein’ de Almudena Grandes, “qué gran escritora, tiene un poder narrativo deslumbrante. Me encanta”, es entusiasta de los libros de Miguel Delibes -“viví en Valladolid varios años, allí mi padre dirigió ‘El diario regional’ y lo conocí”, dice-, y cita otras pasiones: Ignacio Aldecoa, Mario Vargas Llosa e Isabel Allende...
Había publicado cuatro novelas en el desaparecido sello El Aleph y ahora aparece la quinta, en Caligrama: ‘Los palos que da la vida”, donde cuenta la historia de un hombre, bien situado y que distrufa de distintos niveles de éxito, al que de golpe le empiezan a salir mal las cosas. “¿Que qué tipo de novelista soy? No es fácil decirlo. Me gusta contar. Todos mis libros son un poco distintos. Empecé en 2005 con ‘El hombre que pudo ser libre’, y allí la materia narrativa nacía de mi fantasía, de muchas cosas que había oído en mi infancia en Bilbao y que me había acompañado desde entonces. En ‘La isla de los Rebeldes’, de 2009, transcurría en la isla de San Gregorio, perdida en un lugar inconcreto del Caribe y abordaba, entre otros asuntos, algo que me interesa mucho: el populismo, un movimiento que surge cuando las cosas van peor, que hemos visto en Venezuela, en Cuba o en otros lugares.
En ‘Librería Libertad’, 2011, que transcurre en el Raval, aparecía una joven Laia, de la burguesía catalana, con ideas propias. Y ese personaje reaparece en mi nueva novela”, explica. Cuando apareció este libro confesó: "Mi vida ha sido leer y escribir".
A la par dice que a veces se deja convencer por las recomendaciones de Amazon en algunas lecturas; habla maravillas y no para de la novela policíaca ‘La suerte de los idiotas’ de Roberto Martínez Guzmán, aunque su nómina de lecturas va más allá: ha vivido como si fuera una película ‘La madre de Frankestein’ de Almudena Grandes, “qué gran escritora, tiene un poder narrativo deslumbrante. Me encanta”, es entusiasta de los libros de Miguel Delibes -“viví en Valladolid varios años, allí mi padre dirigió ‘El diario regional’ y lo conocí”, dice-, y cita otras pasiones: Ignacio Aldecoa, Mario Vargas Llosa e Isabel Allende...
Había publicado cuatro novelas en el desaparecido sello El Aleph y ahora aparece la quinta, en Caligrama: ‘Los palos que da la vida”, donde cuenta la historia de un hombre, bien situado y que distrufa de distintos niveles de éxito, al que de golpe le empiezan a salir mal las cosas. “¿Que qué tipo de novelista soy? No es fácil decirlo. Me gusta contar. Todos mis libros son un poco distintos. Empecé en 2005 con ‘El hombre que pudo ser libre’, y allí la materia narrativa nacía de mi fantasía, de muchas cosas que había oído en mi infancia en Bilbao y que me había acompañado desde entonces. En ‘La isla de los Rebeldes’, de 2009, transcurría en la isla de San Gregorio, perdida en un lugar inconcreto del Caribe y abordaba, entre otros asuntos, algo que me interesa mucho: el populismo, un movimiento que surge cuando las cosas van peor, que hemos visto en Venezuela, en Cuba o en otros lugares.
En ‘Librería Libertad’, 2011, que transcurre en el Raval, aparecía una joven Laia, de la burguesía catalana, con ideas propias. Y ese personaje reaparece en mi nueva novela”, explica. Cuando apareció este libro confesó: "Mi vida ha sido leer y escribir".
Juan García es el protagonista de ‘Los palos que da la vida’. Es un joven bien formado que trabaja en un banco de Madrid y que triunfa social y laboralmente “sin darse cuenta de todo lo que tiene a su alrededor. De la vertiente humana. De repente, por varias circunstancias, todo le empieza a ir mal, comete errores, y en ese viaje hacia la nada descubre la manipulación de las emociones colectivas, la soberbia, la venganza, y descubre la reacción de tribus urbanas o de colectivos sociales que no podía esperar.
Era como si hubiera pasado por la vida como si darse cuenta. Hasta entonces había sido un cándido, había pecado de ingenuidad. Y esa falta de picardía social es la que le empuja a cometer equivocaciones y recibir inesperadas bofetadas de la realidad, y se convierte en una suerte de antihéroe que debe buscar el camino hacia la madurez”, matiza
Era como si hubiera pasado por la vida como si darse cuenta. Hasta entonces había sido un cándido, había pecado de ingenuidad. Y esa falta de picardía social es la que le empuja a cometer equivocaciones y recibir inesperadas bofetadas de la realidad, y se convierte en una suerte de antihéroe que debe buscar el camino hacia la madurez”, matiza
Javier Zuloaga parece refractario a avanzar algo más del argumento de su novela, que también es una novela de amor y desamor. “En la trama también es importante un asunto de faldas. Juan García entabla una relación con una mujer vinculada a su profesión: ella trabaja en un banco de su familia y esa relación marcará mucho al protagonista”, desvela. “Hasta ahí puedo decir”, subraya. Hay otras cosas: una mirada social, una reflexión sobre los medios de comunicación y las redes sociales y esa especie de obsesión de varias de sus ficciones: el populismo.
“Piense por ejemplo en Venezuela. Tengo familiares que fueron a trabajar allí en pleno apogeo del petróleo, en los tiempos de Rafael Caldera. Era el paraíso de la economía; de repente todo se vino abajo y surgieron esos movimientos que tan bien descritos están en ‘La hija de la española’ de Karina Sainz Borgo, que revela algo que nos invita a pensar: los populismos se abren paso en medio de la miseria y las grandes crisis de la sociedad”, señala. Mira hacia España. “Piense en Podemos, también. Ahora ya se institucionalizado e incluso gobierna, pero es un movimiento o un colectivo que nació en la calle, del descontento social”.
También defiende el buen periodismo y advierte contra las ‘fake news’ que llenan el móvil “de fantasías y noticias delirantes que parecen inventadas por mentes diabólicas que ven una conspiración universal por todas partes”.