Al
regresar hace pocas semanas de su viaje a Cracovia, el Papa Francisco
lanzaba a quienes le siguen con interés por la claridad de sus palabras –cada
día más- un mensaje que contenía, así lo vi yo, cierta desesperación. Decía en el vuelo de vuelta a Roma, que no es justo identificar al Islam con la violencia,
recordaba a los periodistas que le escuchaban su último encuentro con el gran
imán de la universidad islámica de El Cairo, al Azhar Ahmed al Tayeb, con el
que compartió idénticas aspiraciones de paz, e ilustró con su elocuencia
argentina que las religiones son una suerte de “macedonia”, porque en ellas
hay de todo.
Leanse el enlace del comienzo de este artículo, porque
merece la pena en un verano en el que hemos podido seguir de cerca de qué
manera se desataba una polémica importante por el uso o prohibición de los atuendos de uso generalizado entre los
seguidores del Islam. Sí, el burkini,
ese bañador cuya promoción comercial estamos
regalando a más de un fabricante de ropa y que posiblemente no sea ni musulmán
ni católico… a lo mejor camboyano…o chino.
Sí, las palabras de Francisco parecen una voz en un desierto
en el que todos nos movemos sin mucho
sentido común y demasiadas emociones.
La masacre de Niza, como los atentados de París y Bruselas
han encendido las alarmas del mundo libre y despertado, al mismo tiempo,
sentimientos de rabia. A mí por lo menos bastante y reconozco que me he dicho ¡Basta! mientras me situaba del
lado de quienes piensan que aquí se ha acabado lo que se daba, que ni chilabas ni
burkas y que fuera de las iglesias o las mezquitas todos debemos ir vestidos de
ciudadanos o ciudadanas y que, en las escuelas, más de lo mismo.
He tenido tiempo para leer a quienes rascan en la historia
desde su propia óptica, en “El Confidencial, a Ilya
Topper:De Algeciras a Estambul, titulado "El burkini, la traición"
, una pieza que te sitúa bien en los orígenes del problema de los atuendos
musulmanes. Échenle una ojeada, porque es la opinión de muchos y porque, al
mencionar a la defensa de los velos en mujeres occidentales convertidas al
Islam, el autor describe el “feminismo islámico” como una postura que da a la mujer plena
libertad de someterse a la doctrina religiosa elaborada por teólogos para
proteger al varón contra la perniciosa influencia de la fémina.
Hay ríos de opiniones sobre este asunto y multitud de
opinadores más expertos que yo, simple observador del asunto.
Vuelvo a lo que dijo el Papa Francisco en su vuelo desde
Cracovia porque me parece finalmente lo más realista. Somos muchos millones de
personas de rasgos y convicciones muy diversas. La evolución del mundo, sus
guerras y sus miserias ha acabado por globalizarlo todo…como si de una macedonia
se tratara y cuyas diferentes frutas, además, ya no se pueden separar. Aquí
estamos todos, bien juntos y bien revueltos… nos guste más o nos guste menos.
Pienso que no es bueno trazar líneas en el suelo, ni hacer
de la intolerancia el mejor regalo a quienes se han colado por la puerta de
atrás de las creencias religiosas. Hay que hacer un esfuerzo.
Por eso me ha llamado la atención lo que la Obra Social de “la Caixa” editó, hace ya
dos años y que ahora he venido a parar a mis manos, dentro de su programa de
atención a enfermos terminales, que lleva a cabo desde 2008. Atención
religiosa al final de la vida, es un canto y un homenaje a la diversidad de
las religiones. Una guía para quien quiera saber cuáles son las creencias de
quienes están dejando esta vida, ya se trate de un católico, un sunita, un
chiita, un hindú o un ateo.
Nunca es tarde, ¿verdad?.
Javier ZULOAGA
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