Sí, ya lo sé… como todos los demás... me estoy haciendo
mayor.
Dicen, o he leído en algún lugar, que la evidencia de lo que
acabo de escribir reside en el mismo hecho de hacerlo y que todos constatamos
que así es en sucesivas ocasiones, aunque la tolerancia o generosidad con nosotros mismos
nos inclina a mirar hacia otro lado hasta que la contundencia de los hechos nos
lleva finalmente a rendirnos.
A mí me ha venido ocurriendo en los últimos tiempos y desde no
hace muchos días siento que no tengo mayores argumentos para rebatir que he
vivido casi 65 años. No, no es aritmética, sino evidencias.
La primera es que vienen a mi cabeza los recuerdos de mi adolescencia, cuando en casa celebrábamos
que mi padre, que nació en 1920 –los de la quinta del biberón de la postguerra
española- había cumplido cincuenta años. Mi hermano y yo nos mirábamos de reojo
y sabíamos, cómplices, qué era lo que estábamos pensando los dos, “¡Qué mayor
se está haciendo el Aita!”.
No rascábamos, sin embargo, en otros pensamientos y
comportamientos en los que, al menos yo, he recabado al llegar al
umbral que recibe al que se aproxima a los sesenta y cinco años.
Sí, lo de las
canas en avance insolente, lo doy por descartado, pero hay comportamientos que me llevan a relativizar problemas
endiablados que tiempo atrás me acorralaban contra mi mismo y otros que me
dicen que no, que a mí no me las dan con queso, porque dos y dos, incluso en
tiempos convulsos, siguen siendo cuatro. Vamos, que las cosas son como son y no
como nos las pintan.
¿Por dónde va Zuloaga?
Pues miren: la pachorra veraniega, la indiferencia y el relativismo que te asalta cuando no
tienes nada que te acucie, las buenas compañías, o ver algo tan deslumbrante
como el nacimiento –muy cerca de mí- de un nuevo contribuyente español, están
consiguiendo que queden a un lado las obsesiones que nos acucian durante el
curso. Y los problemas seguro que siguen siendo los mismos aunque no haya
tertulianos vociferantes que cobren según su capacidad para imponerse insolentemente a los demás.
La vida c.ontnúa aunque en el zapping del mando a distancia no
encuentres nada electrizante que te meta en la albarda de la crispación
general.
Pero los problemas siguen y nos volverán a arrinconar, tanto
porque es así, porque no han sido resueltos, como porque son el alimento de un
sistema que vive más de las apariencias que del fundamento de las cosas.
Sí, el mundo, cuando se acabe la tregua de agosto, volverá a
caminar más de puntillas; a ver de qué manera se vive más sobre los malos recuerdos
o los tópicos que sobre la realidad; o cómo la irritación tiene más empuje que el sentido común.
Sí, el sentido común, el “seny” de los catalanes, la
nobleza de los vascos, la sobriedad
magnífica de los castellanos, la chispa genial de los andaluces, o la cintura calculadamente
equilibrada de los gallegos, por recorrer tan sólo algunos territorios.
Ya lo verán…hasta entonces, si pueden, sigan con su
pachorra.
Javier ZULOAGA
1 comentario:
Todos nos hacemos mayores Javier Zuloaga, pero al menos no perdamos la curiosidad y las eternas ganas de aprender algo nuevo. Felicidades atrasadas
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