Sí, amarré a mi memoria la frase que acaban de leer cuando
viajaba ayer, al volante, desde Bilbao a Barcelona, después de haber pasado dos
días en Ochagavía, en el valle navarro de Salazar y haberme acercado a la Selva
de Irati. Mi coche devoraba kilómetros, quemaba litros de gasolina y se iba
acercando, poco a poco, al peaje de la autopista.
Escuchaba "No
es un día cualquiera", el
programa de Pepa Fernández en RNE, en el que hacían tertulia sobre “aprender y
desaprender”. Oí a Andres Aberasturi, compañero en mis estudios de periodismo,
que ironizaba sobre la inutilidad de los conocimientos que adquirimos a lo
largo de nuestra vida, “Yo, cuando me tiro a la piscina no razono
sobre el principio de Arquímedes, ni calculo sobre lo larga que debe ser la
hipotenusa de un terreno triangular que me he comprado”, decía más o menos
este periodista vasco.
José Antonio Marina, profesor de filosofía, pensador
potente, se ponía sin embargo mucho más serio y decía a los oyentes que si sólo
aprendiéramos las cosas útiles, correríamos el riesgo de caer en el
analfabetismo y defendía que una persona culta es una persona más preparada
para la vida. Y fue cuando lanzó su frase de órdago “Un burro conectado a internet sigue siendo un burro”.
Suscribo lo dicho por Marina –lo digo sin ánimo de ofender a
nadie- porque la frase me ha animado a reflexionar conmigo mismo sobre algunas
cosas complejas que rodean al mundo del conocimiento y la cultura.
Vivimos en un mundo global
y digital. Seguramente estos conceptos marcan el inicio de una nueva era y
el fin de la Edad Contemporánea, en la que más rápida y drásticamente están
cambiando las cosas en todos los órdenes de nuestra vida. Han caído las
fronteras en las comunicaciones y un nuevo orden, principalmente económico,
está creciendo como la espuma desde los ratones de los ordenadores y las Apps
de tabletas y móviles para hacer de todo en Internet. Comprar y vender, hacer
banca, comprar diarios digitalizados por
unos pocos céntimos el ejemplar, ir a la zapatería y devolver los zapatos
porque no te quedan bien, comprarlo todo, comida en una tienda digital que
comenzó vendiendo libros, ropa… Alquilar todas las canciones que quieras
escuchar por 9,99 euros al mes…Piratear películas… Conocer a una chavala
impresionante…¡Inacabable!.
Y también vivir la vida en las redes sociales. Ahí es nada.
Es la calle virtual en la que la gente vive para dar a conocer lo que escribe,
lo que piensa, lo que le entusiasma o el rechazo que siente hacia algo o
alguien…con buenas o malas formas. Elegantemente, con educación, o de cualquier
manera, groseramente y con hostilidad sin corsés.
Y además todo se mide en esa calle, de tal manera que las redes sociales pueden hacer saltar por
los aires la imagen de un ciudadano o ciudadana que tiempo después será, o no,
culpable de lo que unos cientos o miles de twitteros han afirmado. O
tergiversar las razones por las que un excelente futbolista decidió cortarse
las mangas de la camiseta para jugar más cómodo, hasta el punto de hacerle
tirar la toalla y anunciar que no vuelve a la Selección Española.
No, el problema no son ellos, sino que la coincidencia de
actuaciones en esas redes sociales se ha convertido en una vara de medir -las
redes van llenas se dice con preocupación- como si fuera un termómetro. Es
decir, como si por la calle en la que vive el jugador que se cortó las mangas
de la camiseta se llenara de manifestantes…virtuales.
Y como compañeros de viaje de esa algarabía estamos todos.
Políticos, periodistas, empresarios, buenos opinadores, pensadores, cantantes,
revolucionarios, y conservadores. Todos juntos en ese nuevo universo.
Y los burros que siguen siendo burros, a los que se refería
José Antonio Marina, también.
Javier ZULOAGA
1 comentario:
Javier, comparto contigo las reflexiones que haces en este artículo, y especialmente la analogía de las redes sociales con una calle virtual, donde todo se exhibe, lo que has hecho, lo bueno, lo malo, donde además se puede decir que en muchos casos es la calle donde se tiende la ropa de todos los vecinos ( alguna bastante sucia). Y lo peor son los insultos que a menudo se sueltan en esa calle, sin que nada pase.
Te felicito por los escritos que nos envías de vez en cuando, sigue así.
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