“Lo que hay que hacer ahora es ver “Cuéntame”- me decía
hace unos días un buen amigo cuando yo llevaba ya un buen rato dándole la vara
y rebozándole con mi obsesivo relato acerca de los escándalos y las corrupciones
de cada mañana - Es lo más sano y, si además tienes el mando de la Tv en tu
poder, cambia de canal cuando lleguen los informativos y pon los 40 Principales
o RAC105, porque la buena música es más higiénica que una buena lejía. Y si
además puedes y a ella le apetece, pues te das un buen revolcón. Si haces todo
eso, serás otro o volverás a descubrir que la vida sigue existiendo. Es lo
mejor Javier, de verdad”.
Me dejó perplejo porque estaba desmontando, con palabras
sencillas, casi simplezas, el mundo de lo aparente y abrumadoramente trascendental,
sin recurrir a mayores razonamientos que el de animarme a estar al día sobre lo
que ocurre en San Genaro con las vidas de Antonio, Inés, Toni, Carlos,
Herminia, Miguel, Paquita y Françoise y demás personajes
Lo de “Cuéntame”, como hace años lo fue también lo de “Aquí
no hay quien viva” refleja la vida real, la de la gente corriente, la que
trampea como puede cuando lo del bolsillo no llega, la de los conflictos de la
adolescencia, las relaciones de vecindad, la de los apaños para llevarse al
huerto a la vecina, la de la vida de las jubiladas, la de los hijos que se van
de casa y el desgaste de la salud y el cáncer. Son una parte de las cosas que
forman parte de la vida real, la que evoluciona por si misma sin que nadie meta
mano para que vaya en una dirección determinada.
En la serie de Imanol Arias y Ana Duato revivimos hace un
par de semanas la célebre jornada de El Tejerazo, aquel 23-F de 1981, pero lo
hicimos desde la óptica del espectador, no de la de los protagonistas estelares.
Eran ellos, los ciudadanos no importantes, quienes nos llevaban y despertaban
unos recuerdos que, quienes vivimos aquel momento, nunca podremos olvidar.
La miniatura de las cosas diarias, de acuerdo con lo que mi
amigo me recomendaba para que enfriara la cabeza, se puede estar convirtiendo
en refugio válido frente al caballo desbocado de una actualidad que cada día
desborda a los analistas más capaces. Revelaciones y mentiras, grandes
mentiras, que se convierten en medias verdades con el recurso hábil de la
dialéctica. Lo obvio se convierte en falsas apariencias y la visión de la
realidad de las cosas graves se enturbia con la nebulosa de unas cataratas
premeditadamente descargadas en nuestras córneas.
Y si no vemos bien, perderemos el rumbo, nos daremos un
descomunal batacazo y deberán pasar muchos años para reconstruir el mayor
patrimonio que la sociedad nos dio cuando vinimos a este mundo: el de la confianza
y la seguridad. Sí, ya sé que suena muy dramático, pero ese desencanto y esos
temores están en la calle. Si no lo han hecho, abran la ventana y miren.
Y además verán que hay mucho veneno, rencores destructivos y
fobias y que se corre una suerte de carrera para ver quién es más “anti…”. Hay
que aplastar al contrario, ya sea porque piensa diferente, porque está en el poder, porque está en la oposición
, porque no se siente de un lugar determinado, o porque defiende que las cosas
se pueden mejorar sin romper la cristalería.
Por ello me sigue pareciendo esperanzador ver que haya quien
prefiera poner un ladrillo para construir en lugar de tirar de la piqueta para
derribar. La actriz catalana Montserrat
Carulla, pronunció unas profundas palabras en la entrega de los
premios Gaudí de cine, que aún sobrevuelan sobre los beligerantes e
intransigentes.
“Soy actriz, catalana e independentista” dijo, y advirtió
después que su independentismo “no va en contra de nadie”. “Admiro la cultura y
la lengua del pueblo español, pero lo quiero y lo admiro y lo quiero a mi lado
como amiga, pero como una amiga en libertad”, remató en una frase que hay que releer
palabra por palabra para medir su gran alcance. Yo, que no soy independentista,
así lo he hecho.
Algo es algo, en este caso podría ser mucho más, si se
extendiera ese lenguaje a quienes nos pastorean desde la levitación política y
choricean a manos llenas. Nada más y, ya saben, el jueves, conecten La Primera
y vean “Cuéntame” o algo que se le parezca en cualquier otro canal.
Javier ZULOAGA
1 comentario:
Apreciado Javier,
Cuanta razón tiene tu amigo. En mi caso, hace ya meses decidí cambiar el telediario nocturno por Bob Esponja, Peppa Pig y otras series infantiles...Nada como tener una niña de 3 años en casa para darte cuenta de que las noticias son un rollo y, más con los tiempos que corren...
Así y todo, me resulta imposible vivir al márgen de la realidad. ¿Alguien puede?. Eso sí, ha llegado un punto en que en lugar de indignarme, ya me lo tomo a cachondeo...En cierto modo, lo que sucede actualmente en este país parece sacado de un culebrón, en el que todo vale y a ver quien la hace o la dice más gorda...Hay que reconocer que los políticos de este país se lo están poniendo muy facil a programas como el de Wyoming...
Por otro lado este "laissez faire, laissez passer" (en el sentido de pasotismo) me preocupa...Y me pregunto si en el país vecino en una situación como la nuestra ya habrían salido a la calle, tomado la bastilla o optarían también por pasar de todo...A lo mejor es que todavía no hemos tocado fondo...
Gran frase la de Montserrat Carrulla...
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