Hace tres semanas dedicaba mi último artículo al Continente
Viejo, esa Europa que se deshace en las
contradicciones a las que le han llevado sus errores en el intento de ser una
sola cosa política y económica sobre el escaso sustento monetario (la libra esterlina dijo no) y la creación de una
estructura administrativa sobre cuya sobredimensión aún no se ha entrado aún a
debatir. Que no se asuste el lector, que no redundaré más en el asunto.
Sí, la Vieja Europa lo parece aún más cuando, como ocurrió
el pasado viernes 19 de abril, algunos
ciudadanos conectamos el canal 24 horas de TVE para ver y escuchar la
entrevista que la periodista Ana Ibañez hizo al presidente de la República de
Ecuador , Rafael Correa http://www.rtve.es/m/alacarta/videos/la-noche-en-24-horas/correa-ley-hipotecaria-inmoral/1776307/?media=tve
.
Tras La desaparición de Hugo Chávez, paradigma del carisma y
seguramente el mejor ejemplo de cómo no hay que gestionar la economía, Rafael
Correa ha quedado como referente de un populismo que, en su caso, puede sacar
pecho, hoy, por los resultados económicos que ilustran la mejora de economía de
Ecuador.
Correa tiene una aleación política diferente a la del
redentor venezolano. Tiene formación –es doctor en economía- y sobre todo se
diferencia de los caudillos latinoamericanos, en que pasea sus triunfos por
Europa . Así, a la brava –se acabó pasarnos el día recibiendo en nuestros
aeropuertos y rindiendo honores- para que se sepa y, de paso, para llenar los
pulmones de nostalgia a los muchos miles de emigrantes que un día viajaron
desde su país hacia Europa, principalmente España.
Y viene a vernos, tras reunirse con Angela Merkel y se
sienta delante de las cámaras, a pelo, en el programa “La noche de 24 horas TVE”, ante una buena,
muy joven y seguramente por ello muy agresiva periodista. La oportunidad para
ella fue única, pero no sacó de sus casillas al presidente ecuatoriano en el
telón de Aquiles del populismo: la intransigencia con los medios de
comunicación disidentes con la gran revolución de turno.
Quienes seguimos la
actualidad de lo que pasa en estos países y en buena medida aquí también, sabemos
bien que la docilidad es clave, pero lo cierto es que Correa despachó el asunto invitando galantemente a
Ana Ibáñez a ejercer su profesión en Ecuador. Lo hizo de forma seductora y
criolla, muy varonil él y marcando con intención sus rasgos raciales al sonreír.
Estaba en Madrid, en horas de gran audiencia y además
despachándose con argumentos que, a mí por lo menos, me hicieron pensar que,
mira por donde, los de las colonias vienen a leernos la cartilla a los de la
metrópoli. Una devolución de visita, más de quinientos años después de que
nosotros, los ingleses y los portugueses, sentáramos las bases del Nuevo Mundo.
-He llamado a Mariano Rajoy y le he dicho que estamos a su
disposición- dijo Correa antes de recordar que en la cumbre de las Américas,
hace pocos meses, ya nos dijo a los españoles que aprendiéramos de
Latinoamérica, en donde son expertos en crisis.
“Te dejan el paraguas cuando hace sol y te lo quitan cuando
empieza a llover”, dijo el presidente ecuatoriano” al referirse al orden
económico internacional; puso como
ejemplo la gran crisis mejicana de 1982
y se apoyó en la propia salida de Ecuador de la grave situación en la que se encontraba
cuando él llegó al poder, recomprando su deuda al precio que marcaba el
mercado. Disparó sus éxitos, que son ciertos -¿qué iba a hacer si no?- y que
hacen que a Ecuador se le conozca ya en el mundo económico como El Jaguar.
Un desempleo que llega al 5%, un índice de pobreza que ha
descendido del 36% al 27% entre 2007 y 2012 y una abundancia económica, en gran
parte derivada de sus yacimientos petrolíferos, pero con un gasto publico
respecto al PIB, ¡ahí es nada! que ha subido del 23% al 50% en los últimos
cinco años.
Déjenme que pregunte como ahora se estila, ¿Será sostenible?
Pues lo cierto es que ha venido a mi cabeza aquella Argentina de Juan Domingo
Perón cuando en 1946 llegó al poder en Argentina y se encontró las arcas
públicas repletas, tánto, que el país ayudó a dar de comer a una Europa que se
recuperaba de la II Guerra Mundial. Lo que pasó después es público y está bien
registrado en la historia.
Todo es sostenible…hasta que deja de serlo.
Javier ZULOAGA
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