Los de mi generación y otras próximas a los años cincuenta,
escuchábamos que algo era o había salido “de película” cuando se rozaba la
perfección. Valía lo mismo para expresar que la chavala a la que habías
conocido no tenía defectos –era guapa, iba sobrada de talento, era muy lista y
además no se le notaba porque era discreta- o cuando en aquel proyecto de viaje
que habías organizados con unos buenos amigos se habían confabulado el buen
tiempo, la gastronomía y la noche de copas con gente del lugar.
Vivir de película valía también para explicar que no te faltaba
nada en el orden material, o para describir que flotabas de felicidad con la
persona a la que habías rendido tu corazón. Y como no eran películas, aquellos
momentos mágicos se iban desdibujando porque las cosas comenzaban a complicarse
o también porque la prolongación de tu éxtasis en el tiempo desinflaba el
encanto del arranque, del relumbrón y del descubrimiento.
En alguna ocasión me he preguntado de donde venía aquello de
adjudicar la categoría “de película” a una persona, cosa o proyecto perfecto,
cuando la historias que se podían ver en los cines tras pasar por taquilla no
siempre tenían un final feliz, sus personajes eran en ocasiones perversos y la película resultaba alguna vez
insufrible.
De mis años adolescentes y juveniles vienen a mi cabeza “El
Golpe”, “Papillón”, “Kramer contra Kramer”, “El último tango en París”, “Cabaret”,
“Sérpico”, “Annie Hall”, “Los hombres del Presidente”…y pienso entonces que lo
de colgar la etiqueta “de película” a algo perfecto viene de la magia del
séptimo arte, de todo aquello que envolvía
a los buenos guiones, a los artistas iconos, a aquella música que te removía en la butaca y de un bien estudiado final que no te dejara
indiferente al salir del cine.
Aquello nos llevaba a idealizar nuestras historias felices y a compartirlas con las personas que
teníamos más cerca, como si de una película se tratara.
Pero ya no es igual porque el cine, aunque está ahí y goza
de buena salud, ha sido arrinconado por las audiencias televisivas que, sin
pagar en taquilla, te ponen en el mando a distancia del televisor una oferta
muy variada en la que también está el cine, pero que ha dejado que se cuelen
de rondón malvado e interesado, contenidos de muy distinta especie, con mayor
éxito y audiencia para aquellos que nos dicen que todo es un desastre, que no
hay nada decente en lo que nos rodea y que usan los planteamientos destructivos
y los tonos corrosivos para contar algo que, en aquel periodismo clásico, más
pausado y constructivo, se trataba de una manera más tranquila…o así lo he
idealizado yo, como si se tratara de una película.
Arrinconar a un hombre público presentándolo como un
histrión mediante el uso de lenguajes zafios y enervar la salud y el equilibrio
emocional de quienes miran la pantalla es muchas veces el arranque, sólo el
arranque, de un frenesí en el que los contenidos se miden por los trending
topics, las tertulias desbocadas y los presentadores con ademanes de pistoleros
que apuntan con su dedo índice a la cámara diciendo a los espectadores –con rictus
malvado- que se preparen, porque lo que van a saber en pocos segundos va a ser
muy muy escandaloso. Sí, el escándalo vende y además no hay que pasar por
taquilla para saborearlo. Existe, claro está, pero ya no es sólo una materia
informativa que habría que tratar con especial cuidado, sino que es más
provechoso ventilarla con intención para ganar audiencia y que la publicidad
arrope después la cuenta de resultados.
Sí, la vida ha cambiado una barbaridad y si yo fuera un náufrago
que hubiera vivido aislado quince o veinte años, tendrían que reciclarme antes
de andar solo por la calle. Ir en contra de lo que está pasando, además de
absurdo, es poco inteligente. Vivimos abrumados por una suerte de ciclón que no
tiene vuelta atrás, aunque tal vez algún día se imponga, poco a poco una forma
más plácida de informar.
Mientras tanto y para sumergirme en aquella magia del cine,
he comprado, en la televisión de pago, “Truman”, porque ya ha sido retirada de
las pantallas de cine de Sant Cugat, donde yo vivo.
Javier ZULOAGA
4 comentarios:
Muy buen escrito, para variar!!
Absolutamente de acuerdo contigo, en la forma y en el fondo!
Estoy completamente de acuerdo en todo .
Somos muchos los que pensamos así !!
Toda la razón Javier. Y muy buena elección la de Truman
Toda la razón Javier. Y muy buena elección la de Truman.
Reyes
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